Por un necesario desagravio a Rato

Rodrigo Rato

Rodrigo Rato ha publicado un libro titulado Hasta aquí hemos llegado (Ediciones Península), en el que narra todo lo que le ha sucedido judicialmente en estos últimos años a raíz de su paso por la presidencia de Caja Madrid y de BFA-Bankia.

Rato narra de manera sencilla y amena la forma en la que llega a Caja Madrid; cómo el Gobierno y el Banco de España anima a la caja madrileña a fusionarse con otras seis cajas, creando un SIP y transformándose en BFA-Bankia y primer banco, por activos, en España; cómo debe salir Bankia a bolsa para cumplir con los requerimientos de capital; cómo llegan al Gobierno muchos de los antiguos colaboradores de Rato; cómo es atacado por antiguos colaboradores; cómo se produce el caso de las llamadas tarjetas black; cómo es condenado por dicho caso; cómo ingresa en prisión y su vida en ella; cómo litiga en el caso de la salida a bolsa de Bankia; cómo gana este último caso; cómo sale con un tercer grado cuya concesión se demoró de manera inaudita en comparación con el resto de situaciones similares; y cómo se plantea su vida.

En el libro detalla cómo la sociedad, la práctica totalidad de personas a las que conocía, le dieron la espalda, cómo sufrió una especie de muerte civil, cómo era insultado o corría el riesgo de serlo a cualquier paso que diese en cualquier lugar. Desgrana con claridad el caso de las tarjetas, cómo la Caja nunca denunció a los beneficiarios de las tarjetas por apropiación indebida, que era uno de los cargos -difícilmente podría hacerlo cuando ese sistema lo estableció la propia Caja; cómo no había, realmente, ocultación a Hacienda, pues la AEAT realizaba las correspondientes inspecciones, comprobaciones y paralelas, en su caso, sobre los gastos; cómo más de ochenta personas fueron consideradas participantes de una organización que se puso de acuerdo para beneficiarse de tales tarjetas.

Con independencia de que haya que respetar las decisiones judiciales, se puede no estar de acuerdo y, desde luego, aquel caso de las llamadas tarjetas black fue un caso que surgió de donde probablemente no había nada. Para empezar, llegó a darse a entender que los 15,4 millones totales del coste de las tarjetas por más de ochenta personas durante más de quince años era lo que había provocado el hundimiento de BFA-Bankia. Cualquiera que tenga sentido común, y no digamos conocimientos contables, sabe que una entidad como Bankia no se va al traste por 15,4 millones distribuidos entre quince años. Decir lo contrario es mentir.

En segundo lugar, ese sistema de retribución puede considerarse que no estaba bien diseñado, que era más lógico haber incrementado en condiciones las dietas por asistencia al consejo y a la comisión de control, o las retribuciones del comité de dirección, pero no parece lógico, con todos los respetos, considerar eso como una apropiación indebida ni a sus beneficiarios como malhechores que se ponían de acuerdo para repartirse esas cantidades. Puede que el diseño de la Caja no fuese el mejor, pero no un delito.

Por otra parte, todas esas personas, con Rato a la cabeza, al ser el personaje más relevante, fueron objeto de escarnio público, vulnerando su derecho a la intimidad y a la protección de datos, pues se publicó en qué habían empleado sus tarjetas: parecía que importaba más en qué se había utilizado que el hecho en sí de utilizar la tarjeta. O estaba bien o estaba mal, pero era indiferente en cualquier caso en qué se había utilizado y a dichas personas deberían haberles protegido su derecho a la intimidad y a la protección de datos, y no fue así. Conozco a varias de las personas afectadas -de distintas ideologías- y ninguno de ellos es ni mala persona ni un delincuente. Se vieron atrapados en un caso creado y amplificado donde realmente no lo había, a mi modo de ver.

En cuanto a la salida a bolsa de Bankia, donde los acusados ganaron, claramente no había ningún delito: todo se hizo conforme a derecho y a las mejores prácticas, en unos momentos en los que levantar financiación en los mercados era muy difícil (años 2009-2012). Terminó bien para los acusados, pero el calvario que sufrieron varios años, personal, profesional y económico, no tiene nombre.

Todo el tema de BFA-Bankia estuvo lleno de decisiones sorprendentes, como su nacionalización. ¿Realmente era necesaria? ¿Realmente, si tardó en llegar el dinero de la ayuda financiera más de un año, estaba tan mal? Que tenía problemas, como el conjunto de la banca, por su exposición inmobiliaria, por algunas decisiones del pasado no acertadas, y por la morosidad creciente derivada de la crisis económica que se vivía, es algo cierto. Ahora, que eso provocaba que tuviese que ser intervenida es algo discutible. Las cajas tenían problemas, como toda la banca, pero no más. Es cierto que estaba más politizadas, pero marchaban, y en lugar de despolitizarlas se controlaron más al nacionalizarse. Además, al intervenir BFA-Bankia y firmar el MoU financiero con la UE, las antiguas cajas no podían aportar a ninguna obra social, con lo que muchas personas auxiliadas por la obra social de las cajas se vieron desamparadas: los nuevos dueños no podían aportar nada y el patrimonio de la obra social quedaba a cero al perder los dividendos de la parte accionarial que mantenían, que era lo que cubría, en última instancia, su presupuesto. En los últimos años, en España ha habido dos problemas importantes en entidades financieras, uno resuelto con un rescate externo (bail out), que es BFA-Bankia, y otro con un rescate interno de la propia entidad (bail in), que fue el Popular. Probablemente, ambos podrían haberse salvado de otra manera, sin necesidad de ser absorbidos, que siempre restringe la competencia. Quizás algún día sepamos la verdad de ambos casos.

En cualquier caso, del calvario que sufrieron todos los afectados, del que todos merecen un desagravio, Rato fue el que lo sufrió más intensamente, perdiendo muchas oportunidades laborales, ingresando en prisión, sufriendo el acoso propio y a su familia, siendo introducido injustificada e injustamente en un coche por un agente de aduanas con las cámaras de todas las televisiones grabando en la puerta de su casa y tratando de manchar su gran historial profesional.

Gran portavoz parlamentario -posiblemente, el mejor parlamentario que ha tenido el PP-; magnífico vicepresidente económico y ministro de Economía y Hacienda del Gobierno-; director-gerente del FMI -importante cargo ocupado por un español, con rango de jefe de Estado-; presidente de Caja Madrid y de BFA-Bankia, Rato ha sido, junto con Raimundo Fernández Villaverde, el mejor responsable económico que ha tenido el banco azul. Formó, además, equipos sólidos, que funcionaron con una precisión formidable y que bajo su dirección económica y bajo la dirección política y el empeño personal del presidente Aznar, convirtieron a España en una economía pujante. Rato, probablemente, tenía que haber sido el sucesor de Aznar. Desde luego era, de los tres candidatos, el que mejor combinaba preparación técnica y preparación política, pero no fue el designado y España perdió, probablemente, a quien habría sido un gran presidente del Gobierno.

A Rato lo han maltratado hasta la saciedad de manera inmisericorde, y en muchas ocasiones ese mal comportamiento con él ha venido de personas que le deben todo, pero la condición humana es así. Allá cada cual con su conciencia. Yo tengo grabada dos imágenes de Rato: una, siendo, primero, portavoz parlamentario del PP y, después, vicepresidente responsable, bajo la dirección de Aznar, del conocido como «milagro económico español», siendo yo un estudiante de BUP, COU y de la carrera de Económicas; la otra imagen, siendo yo viceconsejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid, se produce siendo Rato presidente de Caja Madrid tras la nacionalización de BFA-Bankia, en el despacho del entonces vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, para que explicasen a la Comunidad de Madrid, cuál era la situación en la que se quedaba la Caja y su Obra Social.

Ese día, me pareció injustísimo lo que estaba sucediendo públicamente con Rato -y sólo era el principio de lo que después ha sufrido-, al nacionalizarse Bankia, recordando yo la primera imagen que tenía -y que mantengo- de él, como gran ministro del Gobierno. Creo que tenemos que estar muy agradecidos a Rato por su gestión en beneficio de la economía española. Puede que esto no sea políticamente correcto, pero es la realidad. En su balanza sobresale claramente una gran gestión, donde el ruido de un caso que probablemente nunca debió serlo, no es ni una mota en el camino.

Envidias, miedos y rencores puede que acechasen a Rato y que, por ello, fuese brutalmente atacado inmerecidamente. Es cierto que fue condenado por algo que se hizo mediático y se convirtió en caso donde, probablemente, no lo había, pero no parece que eso, en unas circunstancias, además, tan sorprendentes, justifique el intento de borrar toda su contribución al desarrollo de España, motivo por el que merece, sin duda un desagravio, que mucho me temo que jamás le concederán, pero que sería merecidísimo.

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