Nacida para presidir el Congreso
La elección de Ana Pastor como presidenta del Congreso es una buena noticia para la actividad parlamentaria en España. Su vasta trayectoria pública y su carácter ponderado la convierten en la persona de consenso que necesita el contexto actual de la Cámara Baja. Si tenemos en cuenta que el Partido Popular gobernará en minoría, Pastor es el perfil idóneo por su honradez y diligencia en la gestión. La actual ministra de Fomento en funciones —y ex ministra de Sanidad de 2002 a 2004— llega a la presidencia de las Cortes en una situación donde los pactos y el diálogo serán condiciones sine qua non para construir un Gobierno estable. El Ejecutivo encabezado por Mariano Rajoy tendrá que dar respuesta a desafíos como el techo de gasto público, la reducción de la deuda o la confección de los Presupuestos Generales de 2017. Temas capitales que estarán sujetos a la constante necesidad de acuerdos y debates debido a la insuficiencia de sus 137 diputados.
Ana Pastor se convierte con este nombramiento en la tercera autoridad del Estado y tendrá la responsabilidad de moderar una realidad compleja. Un desafío más que asumible para una mujer que ha tenido en sus manos una de las principales carteras del Gobierno y que ha sabido gestionarla de un modo óptimo incluso en tiempos de crisis. Como valor añadido, Pastor cuenta con el mérito de no generar rechazo entre los representantes del resto de partidos políticos. Algo fundamental tras dos elecciones generales en seis meses. Además, puede hacer gala de una hoja de servicios impecable desde que apareciera en las Cortes Generales como diputada por Pontevedra hace más de 16 años. Esta designación es un primer paso esperanzador en las negociaciones entre Ciudadanos y Partido Popular. España está más cerca de acabar con el desgobierno gracias a la voluntad constructiva de Albert Rivera y Mariano Rajoy.