Mientras unos derrochan, los otros lloran

Mientras unos derrochan, los otros lloran

El gobierno de Francina Armengol ha aprobado un techo de gasto para el año que viene de 5.176 millones de euros, nada más y nada menos que 450 millones más que en 2021. Se trata, como ha explicado estos días la consejera de la hacienda balear, Rosario Sánchez, del «mayor incremento de los últimos años» con el fin de «mantener los servicios públicos y contribuir a la mejora y la modernización del modelo productivo en el contexto pospandemia». Mientras Armengol gasta a tente crío, la cofradía de los llorones con la cándida Marga Prohens a la cabeza deben estar llorando desconsoladamente porque no tenemos la financiación que como baleares «nos merecemos».

El mecanismo de pagos del sistema de financiación autonómica consiste en adelantar, en base a la liquidación de dos años antes, una determinada cuantía para liquidarla dos años después. Así, para el ejercicio de 2022 se tiene en cuenta la liquidación de 2020, un ejercicio, como sabemos, catastrófico económicamente para las Islas debido a la pandemia. Según datos oficiales, el PIB balear se hundió el año pasado hasta un 23,7%, más del doble que la media española. Como el sistema de financiación autonómica depende principalmente de la recaudación del IRPF, IVA e impuestos especiales, esperaríamos que la financiación «anticipada» (a cuenta, vaya) para el 2022 hubiera disminuido en una proporción similar. No ha sido así: en vez de caer un 24% los ingresos por financiación, sólo han caído un 7%, apenas unos 200 millones que por otra parte se compensarán con los 188 millones recibidos a cuenta del REB por el coste de la insularidad.

Ignoramos si ello es debido a la falta de latencia del sistema de financiación o a las negociaciones en los despachos de Rosario Sánchez con María Jesús Montero, pero lo cierto es que para el año que viene Francina Armengol tendrá prácticamente los mismos ingresos en concepto de financiación autonómica que ha tenido este año pese a haber contribuido con sus nefastas políticas a hundir la economía balear en 2020. Naturalmente, todos -y en concreto, Marga Prohens si alcanza la presidencia- pagaremos el pato más adelante en forma de recortes -en cuanto vuelvan a entrar en escena los objetivos de estabilidad presupuestaria, deuda pública y regla del gasto, ahora suspendidos por la pandemia- o inflando más si cabe la montaña de la deuda balear, ya de por sí impagable. Entretanto, Armengol habrá ganado tiempo, con la placidez de gastar a espuertas dos años más para asegurarse la reelección.

A corto plazo, como vemos, los supuestos perjuicios para Baleares del actual modelo de financiación -perfeccionable como todo en la vida, faltaría más- no se ven por ninguna parte. Si exploramos como intervalo un período temporal más largo, la última década, tampoco vemos ningún perjuicio por ninguna parte, pese a la legión de indocumentados que nos torturan a diario con sus lloriqueos.

Para que se hagan una idea de cómo han evolucionado los presupuestos consolidados de la comunidad balear desde el 2002 hasta el 2020, ahí van algunos datos concluyentes. En 2002, con Xisco Antich al frente del ejecutivo regional, el presupuesto consolidado alcanzó los 1.606 millones de euros. En 2009, con Antich también al frente del segundo pacto de retroceso, se enfiló hasta los 3.565 millones. En sólo siete años el gasto se había más que duplicado. En 2015, el último año de José Ramón Bauzá, se alcanzaban los cuatro mil: 4.035 millones. En 2018, tres años después, Armengol rompía la barrera psicológica de los cinco mil: 5.009 millones. En 2020, un ejercicio catastrófico para Baleares en términos económicos, ya rozábamos los seis mil: 5.893 millones. Grosso modo, Armengol administraría a día de hoy cuatro veces más recursos que su tocayo Antich en 2002. Casi nada.

Evidentemente, sin una mejora sustancial de la financiación autonómica, la principal fuente de ingresos de la administración balear, hubiera sido imposible este aumento exponencial del gasto. Tomando datos del último estudio del economista Ángel de la Fuente, el mayor experto en cuentas públicas regionales de España cuyos informes tienen carácter casi oficial para el Ministerio de Hacienda, el índice de financiación per cápita de las Islas en 2002 era del 91.9%, ocho puntos por debajo de la media de las comunidades de régimen común (todas menos Navarra y País Vasco), media situada en el 100%. En 2009 ya superábamos la media, un 102%, debido al cambio de modelo de 2009 fraguado por el ministro Pedro Solbes, el consejero catalán Antonio Castells y el balear Carlos Manera que representó subir de golpe en unos 500 millones los ingresos recibidos por las Islas. En 2015 el índice balear se situaba ya diez puntos sobre la media: 110.4%. El 2018, un 113%. Y en 2019, la última cifra de que se dispone, volvíamos al 110.4%.

Hablar de una financiación injusta a día de hoy es, como vemos, una superchería para indocumentados y demagogos sin escrúpulos que quieren continuar sacando réditos políticos del victimismo del «Madrid me mata». Gabriel Cañellas, Jaume Matas y Xisco Antich sí tenían razón cuando reclamaban una mejora del sistema puesto que por aquel entonces sí estábamos claramente por debajo de la media.

Armengol nos engaña con un mentón de cemento armado cuando se queja de un sistema de financiación que le ha permitido nadar en la abundancia y disparar el gasto de forma ostensible. Pero no crean que estas mejorías les hayan salido gratis a los baleares. Algún ingenuo pensará que lo que recibimos de más ahora lo han dejado de percibir los extremeños, los aragoneses o los madrileños. Ca barret!! Ninguna autonomía pierde, por mucho que se revise el modelo una y otra vez. Cada mejora de la financiación, con o sin cambio de modelo, se traduce irreversiblemente en un nuevo aumento de la carga fiscal a los ciudadanos de a pie.

Los únicos que sacan tajada de cada mejora son la casta política, la industria política que revolotea en torno a ella y sus redes clientelares cada vez más expansivas, nadie más. La clase media, la que paga impuestos y sostiene este ruinoso Estado del Bienestar con servicios cada vez peores, siempre sale perdiendo. Y, aunque no lo sepa ni sea consciente de ello, seguro que esta misma clase media añora aquellos benditos tiempos en los que, entonces sí con toda razón y justicia, Cañellas, Matas o Antich se quejaban del modelo de financiación. Era injusto, sí, pero extremadamente beneficioso para nuestros bolsillos y nuestra libertad. Felices tiempos aquellos.

Lo último en Opinión

Últimas noticias