Más franquista que Arias-Salgado

Más franquista que Arias-Salgado

A don Gabriel me refiero, ministro de Información de Franco durante diez años. En la época, sus continuos extravíos dialécticos, políticos en general, hicieron -en lo que se podía entonces- las delicias de La Codorniz. (“La revista más audaz para el lector más inteligente”, ¿recuerdan?). Cuando se supo del famoso Contubernio de Múnich, una reunión básicamente de cristianodemócratas, ¡uff, que peligro!, Arias-Salgado alertó de los males demoníacos que representaban los pobres complotados. Clamaba: “Se trata de un meditado plan del Anticristo”. La publicación satírica, con enorme intención glosó la pérfida reunión con este titular: “Múnich ha dejado de ser católica”. Tuvo suerte: no la cerraron. Y la atrevida España se rio con los mofletes gordos como los de Popeye.

Medio régimen, el del general, se tronchaba con las ocurrencias de Arias. Berlanga, un rojeras -decían- que había luchado con la División Azul, sin citar el episodio bávaro, declaró: “En este país hay tontos de mil hectáreas”. Cuentan las crónicas que el primero que se rompía las tripas en solitario con “las cosas de Arias-Salgado” era el propio dictador, que no paraba de recibir quejas sobre las insensateces, eso sí, muy pías, del ministro. A las protestas respondía con su voz aflautada de clarisa: “Lo sé todo, todo, pero Arias me es muy leal”. Se primaba entonces como ahora (en eso no hemos prosperado un ápice) la fidelidad gatuna por encima de la eficacia, y por eso Arias se crecía con sentencias como esta: “Toda la libertad para la verdad: Ninguna para el error”.

Franco y él, por este orden, naturalmente, eran la verdad. Absoluta. A Franco se le veían a veces las intenciones de Torquemada, y le daba un toquecito a su colaborador: “Arias, ensombrezca un poco el párrafo”.Y el fiel escudero -lo contaba en Periodismo otro censor, Juan Aparicio- se cuajaba un par de frases de imposible inteligencia. Y además las incluía en los tomos de sus discursos. Tengo para mí que desde la gloria (no puede estar en otra parte como devoto impecable) enterado de lo que ha perpetrado para la posteridad su colega Celaá, ha dicho lo siguiente: “Bravo, muy bien; esa frase debería ser mía”. Porque, ¡fíjense! en la definición que han ingeniado estos filocomunistas de guardarropía: “El castellano, la lengua universal y policéntrica con una enorme diversidad dialéctica”. Arias refrendaría esta memez, y debemos creer que también esta otra: “Hay que emprender una seria alfabetización visual y mediática para hacer frente a los riesgos de manipulación y desinformación”. O sea, la censura. Y todo esto dedicado a las indefensas criaturas a las que además, aconsejan sin rubor: “…que los bebés puedan experimentar el placer”. Corre el rumor que Sánchez y su cuadrilla de indigentes intelectuales, están buscando socios europeos para que sus ideas, mezcla de pitiminí y de totalitarismo subcultural, se abran paso en la Unión Europea. Jardiel Poncela era un profeta cuando escribió este aforismo: “La estupidez es ya una asociación internacional”.

Estamos ante la amenaza de sucumbir frente a unos tontos del haba iconoclastas que, a continuación, van a dedicar sus mejores y perversas actuaciones a todo lo que huela a religión. Católica, protestante, judía, salvo, claro está, la mahometana que “esa es muy guay, muy moderna”, según aclaró hace poco tiempo el diputado de las rastas (obvio el nombre) a unos periodistas, que, asombrados, hacían guardia en la M-30 del Congreso. En agosto de 1936 un grupo de malhechores “fusilaron” la imagen del Sagrado Corazón en Getafe; hoy, ochenta y cinco años después, Sánchez ya tiene claro que su proyecto de país progresista, necesita derribar la Cruz del Valle de los Caídos. Al efecto, el tipo, el “jetaveraneante” está reclutando voluntarios, no vaya a ser que los Ejércitos, Guardia Civil incluida, se nieguen a cumplimentar el atentado.

Mientras se prepara la fechoría, Sánchez y sus cuates van filtrando sus propósitos pseudoeducativos para que la gente se vaya acostumbrando a la nefanda estulticia. Van a convertir las áridas Matemáticas en un remedo de aquella Formación del Espíritu Nacional que enjabonaba las mentes de los polluelos asegurándoles que eran sucesores del Cid Campeador. No se sabe muy bien, desde luego, cómo introducirán el horrendo lenguaje inclusivo llamando “integralas” a las integrales, “quebradas” a los quebrados o dictando que cuatro por dos no son ya los ocho de toda la vida, sino en realidad las “ocha”. Los maestros de la coalición socialcomunista que nos asola serán, con estos sujetos, marionetas a las que se puede insultar o agredir porque, ya se sabe: “no se puede aceptar que suspendan a los pobres chicos que repiten y repiten”. Mandarán los comisarios políticos de Sánchez que vigilarán sin tregua que se cumplen las atrabiliarias normas que ellos dictan.

Vamos, que las juventudes de Franco gozaron en su tiempo de mayor libertad que la invisible que sufrirán nuevos muchachos más pueriles. Y los bebés -ordena Sánchez- a tocarse la mandarina. Menos mal que hasta ahora no se les ha ocurrido proveerse de un uniforme para estas víctimas. Por si están faltos de ideas, les ofrezco esta: camisa roja, ¡faltaría más!, pantalón con la señera, y zapatos horteras como los que exhibe Sánchez, con punta y tirando para arriba como los de Arkansas. Y eso sí, pueden imitar a los niñatos de Perón cantando este himno: “Somos los muchachos de Pedro Sánchez…”. Lo dicho: Gabriel Arias-Salgado, jefe de los censores del invicto, ahora llamado el “Benemérito de Cuelgamuros”, era Jovellanos al lado de este individuo liberticida.

Lo último en Opinión

Últimas noticias