La losa sanchista de la deuda
El Gobierno sigue incrementando el endeudamiento de los españoles. Mientras muchos ciudadanos no pueden poner la calefacción en invierno ni el aire acondicionado en los momentos de más calor del verano, porque el coste de la energía les hace imposible pagar la factura; mientras muchos han dejado de utilizar el coche, porque no pueden llenar el depósito; mientras a las familias cada vez les cuesta más comprar en el supermercado y pagan más por menos cosas, al tiempo que, aunque ahora se relaje algo, han visto cómo les ha subido la cuota hipotecaria; mientras empresas y comerciantes ven encarecerse su financiación, el sector público no se aprieta el cinturón y sigue gastando a manos llenas, endeudando, para ello, a todos los españoles.
En septiembre -último dato disponible publicado por el Banco de España-, ha aumentado la deuda en 13.673 millones de euros, que se sitúa en 1.636 billones de euros de endeudamiento, con más de 479.000 millones de euros de incremento desde que gobierna Sánchez, según se recoge en las notas iniciales de deuda emitidas por el Banco de España.
Ese recurso permanente a la deuda es letal, pues puede poner en peligro a la economía española, tanto por su capacidad para financiarla si el BCE dejase de comprar deuda -por ejemplo, si el Gobierno no cumple las condiciones económicas y financieras del BCE para aplicar la herramienta antifragmentación-, como por la repercusión de sus intereses en el presupuesto, que mermará recursos para servicios esenciales y que, a su vez, incrementará el gasto. Los intereses se comerán los créditos presupuestarios para otros servicios esenciales, pese al ejercicio voluntarista del Gobierno de asegurar que logrará disminuir el gasto primario (gasto sin intereses de la deuda), cosa que no parece muy creíble al ritmo de gasto que suele ejecutar el Gobierno. Es decir, Sánchez, con su mayor deuda, tendrá que drenar recursos para las pensiones -ya maltratadas por la reforma contraproducente de Escrivá, que las conduce a la insostenibilidad-, por ejemplo, para poder pagar los intereses de su exceso de gasto. Además, esto es especialmente grave en estos momentos de tipos de interés todavía altos, que afectarán negativamente a los gastos financieros del sector público, tal y como ya señalaron hace tiempo diversas instituciones, como la AIReF y FUNCAS, por ejemplo.
Adicionalmente, el acuerdo entre el Gobierno y los independentistas catalanes para otorgar un sistema fiscal propio a Cataluña, el conocido como «cupo catalán», drenará recursos al conjunto de España, al resto de CCAA de régimen común y no frenará la hemorragia de gasto de la región catalana, habitualmente incumplidora en sus objetivos de déficit, con lo que introducirá más inestabilidad presupuestaria, que engordará la deuda todavía más, encontrándose ya en unos niveles insostenibles, que si no colapsa se debe al sostenimiento que de la misma hace el BCE, nada más que a eso.
El incremento del gasto es un problema importante, con el déficit estructural, construido sobre un gasto desmedido, que se ha ido consolidando en el tiempo, como principal problema. Así, sobre la base de unos ingresos coyunturales, se ha ido asumiendo un incremento del gasto anual en el sector público, especialmente en el Gobierno de la nación, que nos lleva a la situación descrita de insostenibilidad.
Sánchez no sólo no rectifica, sino que agrava el endeudamiento de los españoles. La tendencia, así, sigue siendo alcista -y así continuará mientras siga habiendo déficit, pues la deuda no es más que el sumatorio de los distintos saldos presupuestarios de cada ejercicio- con la aportación de inestabilidad a la economía que ello supone. De nada ha servido en los dos últimos años la recaudación adicional extraordinaria motivada por la inflación, pues es una recaudación que el Gobierno se gastó antes de recibirla, que sólo maquilló las cuentas y que ha asfixiado más a las familias al no deflactar la tarifa del IRPF.
La deuda vuelve a crecer y su descenso sobre el PIB sólo se debe al efecto del denominador derivado del crecimiento del PIB provocado por la revisión excepcional del mismo y por la inflación.
Es imprescindible, por tanto, reducir el gasto ineficiente, porque es el origen del problema y vuelve insostenible el mantenimiento de la estructura económica con semejante endeudamiento. Aunque en la superficie no lo parezca, el riesgo de que Sánchez deje la economía española estructuralmente peor que Zapatero en 2011 es elevadísimo, con una deuda sumamente preocupante y unos graves desajustes de medio y largo plazo en la economía. Es, en definitiva, una política económica irresponsable.