Lo de Carmena es demencial

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La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.

Carmena non stop podría ser el nombre de un nuevo musical en ese Broadway patrio que es la Gran Vía de Madrid. Desgraciadamente, el anglicismo sólo sirve para llamar la atención al respecto del mayor problema que tiene la capital del Estado: su alcaldesa.

Para la septuagenaria cada día es una aventura llena de ocurrencias que oscilan siempre entre lo esperpéntico y lo delirante para desesperación de sus convecinos. Como escribíamos hace unos días en este diario digital, lo ideal sería que Madrid fuera un símbolo de la recuperación económica que comienza a sentirse en todo el país. Un atractivo para turistas e inversores internacionales, tan necesarios para asentar nuestra mejoría.

Lejos de eso, Madrid va camino de convertirse en el cachondeo de toda una nación. Sometida sin descanso a las ocurrencias de una señora que sale a sainete diario, cuando no más. Efectivamente, Manuela Carmena es un no parar. Hoy contamos en Okdiario hasta tres historias donde, una tras otra, demuestran de manera absoluta que la cara visible del comando podemita no es apta para llevar la vara de mando de la casa consistorial más importante de España.

El capítulo de su aparición repentina en la oficina de turismo de La Casa de la Panadería ilustra la improvisación demencial y el criterio voluble de sus actos. Lo que iba a ser una reunión con la directora del sitio se convirtió, en ausencia de ésta, en un tercer grado a los trabajadores que incluyó exámenes de inglés y francés, preguntas sobre piscinas nudistas operativas en pleno otoño y sugerencias sobre tiendas de encaje de bolillos, entre un amplio catálogo de despropósitos que puso en jaque la paciencia de todos los presentes.

No obstante, las carmenadas no acaban aquí. En un alarde de irrealidad, Manuela insiste en que en Madrid no hay atascos. Lo que denota que, o bien vive en otra ciudad o, directamente, está sobrepasada por su cargo y absolutamente fuera del día a día tanto de su municipio como de sus obligaciones.

Un día a día que para Manuela Carmena es mucho más que un conjunto de horas. Un campo de experimentación donde, de tanta perseverancia, eleva el ridículo a la categoría de arte. Si no fuera suficiente con la oficina de turismo de la Plaza Mayor y el tema del tráfico, su última ocurrencia ha sido la de poner una placa en la Puerta del Sol en homenaje al 15M. No está de más recordar que las dos únicas placas que hay en el epicentro metropolitano recuerdan a los caídos del 2 de mayo y a los asesinados el 11 de marzo de 2004. Cuanto menos, causas mayores.

Lo sorprendente de este último chispazo del carmenismo es que ha sido apoyado por Ciudadanos. Resulta difícil de entender qué ha podido llevar a Begoña Villacís a votar a favor de esta iniciativa pero lo ideal sería que se tratara tan sólo de un desliz. Errores comete todo el mundo pero el mayor peligro que tiene la estupidez es que es universal, infinita y, sobre todo, contagiosa, muy contagiosa.

Lo último que necesitan los más de tres millones de madrileños que aspiran, de verdad, a un lugar mejor donde vivir es que a los Maestres, Sotos, Zapatas y demás ínclitos, les salga un apoyo más allá de sus cómplices del Partido Socialista. Madrid necesita que su realidad no sea un constante despropósito basado en ideas más propias de una república bananera que de  una ciudad que necesita volver a ser grande.

 

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