Lágrimas de cocodrilo
Podemos no tiene más proyecto político que ostentar el poder. Los populistas desmotan su línea argumental de los últimos meses por mero interés con tal de conseguir tantos votos como les sea posible. Sumido en plena precampaña, el partido de Pablo Iglesias ceja en su apoyo incondicional al terrorista Arnaldo Otegi y pasa a criticarlo. Lo que no había conseguido hasta ahora la decencia que se le presupone a un partido democrático ni el respeto a las víctima del terrorismo, lo ha logrado la cercanía de las elecciones generales. Su secretario de Organización, Pablo Echenique, ha sido el primero en atacar: «Todavía no ha pedido perdón por haber apoyado a ETA, una banda terrorista que causó mucho dolor». Críticas que también ha secundado la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre. Las declaraciones de ambos son tan ciertas como oportunistas. Basta con recordar el apoyo incondicional de Pablo Iglesias al líder de Batasuna el pasado 1 de marzo: «La libertad de Otegi es una buena noticia para los demócratas». Algo en lo que también insistió su socio en la nueva alianza de extrema izquierda, Alberto Garzón.
Iglesias siempre ha dicho que la existencia de Podemos sólo se concibe para alcanzar la victoria. A tenor de lo visto a lo largo de su trayectoria, para conseguir ese fin no parece reparar en medios, sean de la naturaleza que sean. En las últimas elecciones generales, Podemos presentó candidatura conjunta para el Senado con Bildu, los herederos políticos de ETA. De hecho, Pamplona es gobernada por el cabeza de lista de Bildu gracias al apoyo, entre otros, de Geroa Bai y de Aranzadi, la marca blanca de Podemos. El mismo pacto que permitió llegar a Uxue Barkos a la presidencia de Navarra.
El líder podemita ha sido capaz de decir una cosa y la contraria en innumerables ocasiones. Si ahora critica a Otegi, en junio de 2013 defendía el papel de los terroristas en la transición en una conferencia dictada en una ‘herriko taberna’: «La Constitución del 78 se limitó a instaurar un proceso democrático para que todo siguiera igual, y quienes se dieron cuenta de ello fueron la izquierda abertzale y ETA». Por ejemplo, pasó de comunista a socialdemócrata para acercarse al electorado del PSOE en las últimas elecciones del 20 de diciembre. Ahora, con el 26J a la vuelta de la esquina, da otro bandazo y manda a sus acólitos a difundir un mensaje contra Otegi. Un cambio de discurso terrible, ya que estamos hablando de la connivencia con una persona que actuó al dictado de las armas. Por eso, y aunque las críticas en sí sean más que ciertas y justas, son lágrimas de cocodrilo y denotan un mercadeo de ideas del que deberían tomar buena nota los votantes. Al final y al cabo, la táctica consiste en jugar con el terror a conveniencia para tratar de conseguir un mayor botín en las urnas. Una dinámica perversa.