La importancia del foco en política

Pedro Sánchez

En los mitines políticos de antaño, se acudía eufórico a escuchar al candidato, cuando la televisión aún no había impuesto el piloto rojo como el momentum en el que colocar esos titulares que el pueblo debatiría al día siguiente entre porras y tostadas. Con el tiempo, llegaron los informativos para sacar lo peor de cada partido, convirtiendo al ciudadano en un militante futbolero al estilo anglosajón, pero sin la moral consiguiente. Cuando los noticieros periódicos ya no eran suficiente para situar el foco retórico conveniente, llegaron las redes sociales para alterar la realidad política y enfangarla hasta el punto de no discernir verdad y mentira y realidad de ficción.

La España de Zapatero, la de apertura de fosas y trincheras, de odio y cesiones, chantajes y componendas, abrió una etapa de política fast food, donde la víscera empezó a comerle terreno a la razón y el argumento. «Nos conviene tensión», solía decir entre bambalinas mediáticas el hoy líder del cartel de Puebla y mano derecha de la narcodictadura venezolana, antes de dividir España en buenos y malos, como hicieron sus ancestros de partido. Rajoy, mandatado para cambiarlo todo con mayoría absoluta, vino a ser un impasse fraudulento, y precipitó la llegada de la ominosa etapa que vivimos. Mariano es, sin duda, el padre político de Pedro, porque sin su gestión contemplativa, bonachona, pusilánime y blandengue, Sánchez seguiría siendo, todavía, el tipo que vive de la sauna familiar.

Con el cazarrecompensas de Moncloa, que gestiona España igual que un prostíbulo, con favores y rodilleras, hemos tocado fondo. Ahora, la ciudadanía opera con zascas y no con razones, y vota según donde apunte el foco mediático, que viene a ser el linimento que cura todas las depresiones. Creemos lo que confirma el prejuicio y nos alineamos por descarte y no por adhesión de ideas. La corrupción no se castiga porque todos somos corruptos por acción u omisión, ya que la permisividad también es una forma de corromperse sin mancharse las manos nada más que cuando echamos en la urna el voto ensuciado de excusas. Hemos permitido esta salvaje destrucción de todo lo que está bien por nuestro tradicional afán en convertir la política en un trasunto de disputas gongorinas y quevedianas, mas sin florete ni pluma, porque ahora los razonamientos deben caber en un vídeo de treinta segundos y en caracteres medidos. Ahora triunfan otro tipo de rufianes.

En ese combate actual por el foco, esto es, la atención ciudadana, la banda del lupanar nos quiere convencer de que Feijóo era responsable de Montoro, pero Sánchez no tenía nada que ver con Ábalos y Cerdán, a pesar de que los nombró directamente en el coche que le pagó el suegro, mientras que Feijóo estaba a sus cosas gallegas cuando el socialista Montoro saqueaba los bolsillos de los españoles a golpe de impuesto, chantaje y persecución. La izquierda, en su infinita soberbia, fruto de su inferioridad moral, intelectual y estética, piensa que la derecha sociológica saldrá a defender al ex ministro de Hacienda con Rajoy con la misma efusividad con la que el socialismo apesebrado pone pie en pared en favor de los corruptos que colocaban prostitutas en empresas públicas con la aquiescencia del tipo que se lucraba de las saunas prostibularias de Sabiniano. No hay votante a la derecha del PSOE y fuera del socialismo state of mind que no quiera ver a Montoro en prisión. A él, a su sucesora, y a todos los que han convertido Hacienda en la cueva de Alí Babá, cuyo único fin es confiscar la riqueza de quienes producen y hacen de España, no un lugar para prosperar, sino un infierno fiscal del que huir. Que caigan todos.

Y por ello, no hay que despistarse del foco principal que apunta a un régimen acabado y antidemocrático, que cuenta los días para no sentarse ante la Justicia. Hay una derecha obsesionada con no molestar a la izquierda sociológica, por si esta decide manifestarse y constatarle que España sigue respirando por la rendija zurda, lo que ya es manifiestamente falso, y otra derecha cuya obsesión le lleva a insuflar argumentos a esa izquierda desmovilizada y desnortada como el que le da carne putrefacta a un zombie. Ahora, con la pulsión callejera en mano y los datos de movilización frescos, no conviene insuflar oxígeno al demacrado autócrata que agota sus días en el poder acumulando tantos delitos como mentiras. Las estrategias de mecha corta no son para el verano. Y en otoño, aún habrá nación que proteger y libertad que defender. Si estamos atentos al foco que conviene (cupo catalán, prostíbulos de Begoña, prostitución socialista, inmigración ilegal, justicia perseguida e inseguridad social manifiesta) y no al que algunos, por complejos y triquiñuelas de bipartidismo barato, necesitan que se imponga.

Ps: No hay PSOE sensato, razonable y de Estado. No ha existido en su historia esa fantasía de valores, salvo momentos puntuales y por necesidad de supervivencia. No existe y tampoco existirá. Su carpeta de deslealtades, traiciones, corrupciones, asesinatos, violencia, saqueo público y degradación institucional está repleta de casos sangrantes y por ello, se exige contundencia política y discursiva sobre ese pasado felón de aquellos que deberían trabajar hoy porque desaparezca y no vuelva a gobernar.

Lo último en Opinión

Últimas noticias