Una huelga que nos sonroja

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La situación de la Justicia española es hoy un auténtico caos. Bueno, o mejor, una situación de colapso total, de parálisis, y de espera tensa e incertidumbre ante los más de 30 días de huelga protagonizada por los LAJ (letrados de la Administración de Justicia, antiguos secretarios judiciales). Juicios suspendidos, resoluciones sin poder ser dictadas ni notificadas, cantidades ingentes en la cuenta de consignaciones, mandamientos por expedir, montañas de expedientes que como un parapeto parecen enterrar a unos funcionarios que trabajan a medio gas… Un cuello de botella que se avecina y una demora que se calcula no inferior a tres meses, por efecto directo de la huelga.

Ese panorama terrible en un servicio público. Sí, ese servicio público del que se llenan la boca cuando hablan los gobernantes, y que en realidad no parece interesar a nadie. Por encima de los huelguistas LAJ y con independencia de que puedan tener razón o no, la evidencia es que la Justicia no importa a nadie. Por supuesto que ni al Gobierno, ni a los que ejercen la oposición parlamentaria.

Que a la ministra, o a su inefable secretario de Estado, Tontxu Rodríguez, no les apremie resolver este desbarajuste, podría y debería mover a reflexión. Pero tampoco apreciamos mucho movimiento en las bancadas de la oposición, en los líderes de opinión o en los columnistas de los periódicos, para exigir una pronta y eficaz salida a este bloqueo. De tanto acostumbrar al ciudadano en su papel de justiciable, a que ésta es una Administración lenta y no eficaz, se le ha puesto la piel tan dura que esto lo ve como una consecuencia complementaria o efecto inevitable.

La Justicia es la hermana pobre del sistema. Los LAG podrán manifestarse por la Gran Vía o frente al ministerio de Justicia, y los responsables de la cosa atenderán o no sus reivindicaciones.

Cosa que dudamos sea con perspectiva. Después de todo sólo va a quedar la melancolía de comprobar que esto nos sonroja a todos, y que cuando lleguen las contiendas electorales eso de la justicia será menos importante que la última ocurrencia de un ministerio de la Señorita Pepis de los que tendremos entonces.

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