Gasto elevado frente a gasto eficiente

Gasto elevado frente a gasto eficiente

Si hace algunos meses, el Gobierno de Sánchez, apoyado en ERC, Podemos, el PNV y todos sus socios de la moción de censura, acordaron iniciar los procedimientos para impedir que Madrid baje impuestos y se quejaban de que el resto de españoles está pagando a Madrid dichas bajadas de impuestos al acusar a la región madrileña de que compite deslealmente, y, posteriormente, Puig, así como Escrivá, sugirieron un impuesto específico para los madrileños, ahora el consejero valenciano de Hacienda dice que las rebajas fiscales de Madrid perjudican a la clase media, porque el gasto por persona en educación y en sanidad están por debajo de la media, dando a entender que dichos servicios son peores en Madrid. 

Nada más lejos de la realidad. Madrid no sólo genera recursos para cubrir sus servicios, sino que transfiere una parte importante al resto de regiones para que sirvan de ayuda para pagar los de dichas comunidades autónomas. Eso desde el punto de vista de la solidaridad regional.

Y desde el punto de vista del gasto, se enfrenta el concepto de gasto elevado frente a gasto eficiente. El consejero valenciano se centra en la visión de un mejor servicio asociado a un mayor gasto, y ahí se equivoca. Es más, puede que esa equivocación sea una de las causas por las que Valencia tiene un déficit y deuda importantes. Es cierto que está infrafinanciada, como lo están Madrid y Murcia, aunque la región madrileña pueda minimizar ese quebranto gracias a la generación de actividad que consigue con su política económica de impuestos bajos y eliminación de trabas, pero, por otra parte, esa infrafinanciación no es el único, ni el principal, problema presupuestario de Valencia.

La región valenciana tiene un nivel de gasto sumamente elevado, que debe corregir porque los recursos con los que se financia, principalmente impuestos, son limitados, y si se sigue subiendo el nivel de los mismos, además de alcanzar niveles confiscatorios, perderá recaudación, con lo que sólo conseguirá agravar la situación. En el comentario del consejero valenciano se encierra ese problema teórico de partida: cree que hay que gastar más, cuando lo que hay que hacer es gastar mejor. No se trata de aumentar el presupuesto, sino de hacer uno que atienda con eficiencia todos los servicios en los que las regiones tienen competencia. No se trata de recortar en sanidad, educación, servicios sociales o cualquier otro servicio esencial, sino eliminar los gastos que no sirven para nada, porque estos últimos están poniendo en riesgo a los primeros. Ahí, en lo no esencial, hay un cierto margen para poder disminuir el gasto y, con ello, el déficit y que, así, deje de aumentar la deuda.

Valencia debe darse cuenta -y también el sector público en su conjunto- de que no puede seguir creciendo el gasto; es más, debe disminuir para poder preservar el grueso de lo esencial, ya que si no en lugar de ajustes o reformas, se producirán recortes. No pueden seguir en esa espiral de gasto desmedido que no conduce nada más que al desastre. Los ciudadanos deben concienciarse de que las múltiples promesas de más gasto sólo encierran impuestos, inflación, o deuda, en definitiva, impuestos todos desde diversos puntos de vista. Contienen eso y también un final turbulento si los desequilibrios se mantienen en el tiempo. 

Por tanto, además de poder copiar la política tributaria que aplica Madrid, la región valenciana podría también comenzar a seleccionar qué partidas no son imprescindibles y eliminarlas. No se trata de caer en la demagogia de los coches oficiales y similares, cuyo ahorro es poco importante, sino en actuaciones de gasto cuantioso que no benefician en nada a los ciudadanos y que se han convertido en un pozo sin fondo. Valencia debería hacer eso y también el conjunto del sector público, pues el nivel de gasto al que se está llegando es insostenible en el tiempo.

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