Los fascistas contra Puyol
OKDIARIO ha denunciado desde su primera jornada de vida la persecución implacable que sufren miles de ciudadanos en Cataluña por el mero hecho de hablar en español, de sentirse españoles. Algo que, obviamente, no pasa en ningún país civilizado. Los dirigentes nacionalistas, que pisotean continuamente el artículo 3 de la Constitución, están fomentando un peligroso caldo de cultivo con sus medidas represivas e inquisitoriales. Desgraciadamente, a veces un problema no cala en la conciencia colectiva hasta que no lo sufre una celebridad. Carles Puyol, mítico capitán del Fútbol Club Barcelona y de la Selección España, padece ahora un auténtico acoso y derribo a través de las redes sociales. Una dinámica más propia de un régimen totalitario que de una comunidad autónoma dependiente —muy dependiente desde el punto de vista económico— del Gobierno de España. ¿Su pecado? Aparecer en un vídeo donde promociona La Liga española en China con un sencillo mensaje: «Soy Carles Puyol, soy español. Soy español, soy Carles Puyol». Estas palabras, que serían consideradas como admirables en la práctica totalidad de las regiones españolas, son motivo de persecución en el territorio presidido por Carles Puigdemont.
Carnaza para la jauría nacionalista que trata de secuestrar la libertad de pensamiento en Cataluña. El futbolista ha recibido mensajes en catalán donde lo definen como «payaso hijo de puta» o «desertor». Desgraciadamente, el caso de Puyol es sólo el paradigma más conocido de esta realidad. Día a día, miles de catalanes sufren intimidaciones que condicionan sus quehaceres habituales por el mero hecho de considerarse también españoles. Sanciones por rotular sus negocios en castellano o constantes manipulaciones en los medios públicos son sólo dos ejemplos. Sin ir más lejos, la periodista Empar Moliner llegó a quemar una Constitución en un programa en directo de la TV3. Además, el Ayuntamiento de Barcelona, dirigido por Ada Colau, envía las notificaciones oficiales sólo en catalán. Aquellos ciudadanos que quieren tenerlas en castellano han de hacer un nuevo trámite por teléfono o Internet. Trazos que definen el paisaje político y social de una comunidad autónoma donde confesarse español puede salir muy caro.