¡Españoles, el proceso ha muerto!
Basta ver la gente que ha seguido los partidos de la Selección en Cataluña para darse cuenta de que el proceso ha muerto. En Barcelona, en Badalona, en Mataró, en Terrassa -Dani Olmo, uno de los héroes, es de aquí- o incluso en Pont de Suert, ya cerca de los Pirineos.
Ha congregado más gente las victorias de la Roja que el regreso de Marta Rovira. A pesar de que este fue retransmitido en vivo y en directo por TV3. Como si fuera una etapa de la Vuelta o del Tour.
Se la veía en el coche hasta saludando a la cámara. O a los arbolitos de la autopista. En la frontera la esperaban apenas un centenar de personas. Y eso que estaban todos: los de ERC, los de Junts, los de la CUP, la ANC, Òmnium y los de la revista La Directa. Uno de los regresados es su periodista más insigne.
Luego hubo recepción en Òmnium pero más de lo mismo. Me sorprendió porque, en el acto, ninguno de los oradores dijo aquello de «ho tornarem a fer». «Lo volveremos a hacer». La frase mítica de Jordi Cuixart en su alegato final ante el Supremo.
Al contrario, uno venía para «continuar haciendo mi trabajo». Otro para seguir investigando «las cloacas del Estado». El de más allá para poner en evidencia las debilidades jurídicas, en su opinión, del caso Tsunami. Pero nadie, nadie, nadie hizo alusión alguna a la DUI, a la independencia o a la República catalana.
Solo Marta Rovira, por la mañana, cuando afirmó en su discurso que habían venido a terminar «lo que dejamos a medias». Como si no hubieran tenido tiempo suficiente siete años después. No será por falta de ganas. Teniendo en cuenta que es la misma que dijo aquello de «hasta el final» antes de salir huyendo tampoco le daría mucha credibilidad.
Los independentistas más al loro saltaron enseguida en las redes. Que si lo de «terminar el trabajo» era dar el voto a Salvador Illa. Seguramente lo hizo por eso. Para marcar paquete.
El propio presidenciable del PSC tuvo unas palabras para ella durante el consejo nacional del partido celebrado el sábado, el primero tras las elecciones. «Es una buena noticia que Marta Rovira pueda volver a Cataluña», afirmó.
La número uno de Esquerra, en ausencia ahora de Junqueras, le agradeció la gentileza dos días después. Que si no hay acuerdo a finales de julio romperán las negociaciones. Todo un detalle. Los socialistas son de poner una mejilla tras otra.
Pero, a lo que íbamos, los partidos de la Selección han pasado por encima del proceso. Algunos alcaldes de Junts hasta se curaron en salud y pusieron pantallas gigantes. Como el de Martorell, Xavier Fonollosa. O el de Vila-seca, Pere Segura, localidad turística donde se tercie. No era cuestión de dejar a los turistas sin partido.
En cambio, el de Gerona, Lluc Salellas, de la CUP, se negó alegando que era una exhibición de «nacionalismo banal». Aunque yo creo que lo hizo para no tener un disgusto. El de ver a centenares de gerundenses celebrando los goles de la Selección.
En fin, siempre he dicho, que en una democracia, la fuerza se mide en votos; no en manifestantes. Ni siquiera en telespectadores. Tampoco en encuestas.
Sin embargo, basta repasar el último barómetro del CEO del pasado mes de marzo para darse cuenta de que el proceso acabaría mal. Las relaciones Cataluña-España -es decir: la independencia- son el tercer problema para los catalanes, con apenas un 9%. Superado incluso por … ¡el cambio climático! (15%) o la «insatisfacción con la política» (11%).
Por otra parte, el 51% está en contra de la independencia y un 49%, a favor. Las posiciones independentistas, en realidad, no han superado nunca el 50%. En los momentos álgidos del movimiento -en octubre del 2017- llegó al 49%, pero luego ha ido bajando. Además, solo el 9% está a favor de una independencia «unilateral» y el 33% «pactada». Es decir, sin costos.
Incluso si pregunta por una Cataluña independiente, una España autonómica o una España federal sale respectivamente un 31%, otro 31% y un 23%. Con estos porcentajes no se puede hacer la independencia. Ni aquí ni en la Cochinchina.
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