Una desvergüenza, España por los suelos

Pedro Sánchez

Tomo prestadas para escribir las siguientes palabras de un altísimo responsable financiero del país: «Toda la incertidumbre económica que estamos sufriendo (inflación, subida de tipos de interés, controversia sobre salarios y pensiones…) está condicionando seriamente la vida política, de forma que se puede afirmar que existe una grave crisis institucional que, lejos de afrontarse de frente y por derecho, se está agravando por días». También un muy significado miembro directivo de los empresarios asegura a este cronista que nuestro caos interno, con un Gobierno dedicado a crear problemas, no a resolverlos, tiene como consecuencia inmediata nuestro creciente descrédito exterior: «Fuera no nos preguntan por la fortaleza de nuestras compañías, sino por la de España, por lo que está ocurriendo en España».

Desde luego que la crisis de los espías no ha endulzado precisamente esta situación. El Centro Nacional de Inteligencia era la última gran entidad pública que a Sánchez y a su Gobierno social-leninista les quedaba por arrasar. Ahora, para complacer a sus conmilitones secesionistas, Sánchez, con una desvergüenza extrema, ha destituido a la directora del CNI, una proba funcionaria que sólo ejecutaba las órdenes que le llegaban del Gobierno. Hay que proclamarlo así. Sánchez es un auténtico miserable: ejecuta a su directora para salvarse él. Repulsivo sujeto. Ya no queda nada que estos perdularios no hayan tocado para someter a todos a su totalitaria disciplina. «En el CNI -le asegura al cronista un cauteloso agente de mayor o menor confianza- hay una mezcla de preocupación, indignación y espanto ante lo que el Gobierno ha hecho con el Centro y su directora». Y añade: «Ya estamos notando en estos días cómo nuestros colegas extranjeros nos miran con recelo, más después de la humillación de Paz Esteban, no se explican cómo un Gobierno ha revelado nuestras actividades profesionales; eso no se ha visto en los Servicios de país occidental alguno».

Tras una semana de devenires insólitos, los mismos (Bolaños) que adjudicaron el espionaje al propio Sánchez y a su ministra de Defensa, Margarita Robles, a supuestas fuerzas «externas» no las han identificado (o si lo han hecho, no lo dicen) ha crecido pues la sospecha -o casi la seguridad- de que Bolaños con aquella revelación interesada e irresponsable estaba señalando directamente al Reino de Marruecos. Los filoetarras de Bildu y los separatistas rabiosos de Rufián y demás calaña saben más de lo que ha pasado que los propios investigados, la oposición o el atónito país que aún no se explica cómo un Gobierno de este jaez no ha dimitido por pura dignidad. Menos aún Robles, que sigue impávida en su puesto después de haber respaldado «absolutamente» a su subordinada del CNI. Robles ha cavado su tumba: ahora irán a por ella, los independentistas y su jefe Sánchez.

Uno de estos informadores citados señalaba que, sin embargo, no todo es malo en el panorama nacional. Decía chuscamente: «La ventaja es que ya se atisba con fundamento una gran posibilidad de cambio político». Es, desde luego, una previsión optimista que conviene poner en asterisco, porque es tal la maldad política que pueden desarrollar personajes como el propio Sánchez, Bolaños, Marlaska y sus socios comunistas, que está por ver, ¡cuidado!, lo que pueda salir de sus perversas mentes de aquí al 19 de junio, fecha de celebración de las elecciones andaluzas. El 23 de este mes de mayo hará cuarenta años de los primeros comicios en esta región. Dos días antes, el entonces candidato socialista a la Presidencia de la Junta, Rafael Escuredo, formulaba dos advertencias igualmente expresivas: primera, «nosotros venimos para quedarnos en el poder» y, segunda, «el objetivo del PSOE es precisamente éste detentar (dijo detentar sin ajustarse a la RAE) el poder». Más claro el agua.

En estos momentos, el PSOE de Sánchez se está aprovechando de la insólita generosidad del Supremo que ha aplazado hasta después del 23-J la publicación de la sentencia que debe refrendar, según todas las opiniones jurídicas, la condena de los expresidentes del partido y de la Junta de Andalucía, Griñán y Sánchez. Y la pregunta es: ¿Cómo es que un tribunal independiente, en este caso nada menos que el Supremo, espere más de un mes para difundir su decisión? ¿Qué es eso de que no quiere «contaminar» la campaña electoral? ¿Dónde se ha visto que un Tribunal esté pendiente de los resultados de unas elecciones para pronunciarse judicialmente sobre un caso? Puestos en este trance: ¿Por qué no se suspenden hasta el día señalado todas las decisiones que todos los tribunales del país puedan adoptar? No hay forma de entender esto.

En la relación antedicha de problemas económicos y financieros que están doblegando también la sucia actividad política general, se ha quedado la mención a dos avisos realizados por nuestros comunicantes. Uno: es seguro que en el último semestre de este 2022 se va a producir un alza muy importante de los tipos de interés, lo cual va a perjudicar más seriamente aún a nuestra economía. Dos: ya nadie desmiente que si continúa, como parece, la invasión criminal de Putin sobre Ucrania, pueden ser inevitables serias restricciones de energía. Sumados estos dos pésimos pronósticos a la ya irreversible negativa del Banco Central Europeo a seguir comprando nuestra deuda, desde luego, en el «cambio de ciclo» que ya se aventa, la crisis económica va a tener un papel preponderante. ¡Pobre Partido Popular, si es que gana, lo que se le viene encima!

Esta España por los suelos, víctima de un desvergonzado, ¿puede aún caer más bajo? La respuesta unánime de grandes expertos como los citados es naturalmente que SÍ, ¡claro que puede desembocar en el precipicio! Y esto por una sola razón: porque, contra todas las luces de la razón y de la decencia, este narcisista patológico no se va a marchar ni con los GEO persiguiéndole. Sigue, como Robles, sigue. Le ha vendido España a los etarras de Bildu, se dispone a darles todo, y no sólo la cabeza de Paz Esteban, lo que les queda por reclamar a los secesionistas del golpe, les continuará llenando de dineros a los comunistas de Podemos, y sólo le quedarán dos acontecimientos para sacar pecho: la reunión de la OTAN en Madrid («OTAN, de entrada no», ¿se acuerdan?) y la Presidencia de la Unión Europea. Ninguna de ellos se debe a su gestión; tocan por riguroso turno. Al frente de las organizaciones está además Bolaños, así que póngase en lo peor. Estos tipos no desmayan.

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