La derecha contra la derecha

Veamos. Todos estos meses conspicuos representantes de la derecha mediática, también genéricamente de la social, han venido denunciando la astenia que envuelve la gestión política del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo: «No tiene un ideario definido, tampoco un conocido programa y, además, sus dirigentes son muy malos». Les ha faltado denunciar con toda claridad que «Feijóo es el que sobra», denuncia que, desde luego, todos hemos escuchado con gran énfasis más de una vez. Y ahora mismo. Pues bien: el malhadado Feijóo, tan triste él, tan escuchimizado de elecciones que sólo ha ganado cuatro por mayoría absoluta en Galicia y una, más bien pírrica, eso es cierto, en las nacionales, ha tomado una iniciativa que nadie esperaba salvo, claro está, los auríspices protagonistas siempre de «Ya lo sabía yo». ¿Y qué ha pasado? Pues que los mismos, idénticos, que vertían sobre el jefe del PP esas críticas irrebatibles, ¡faltaría más!, los hacedores de una única opinión, la suya, se han puesto en plan caníbal contra Feijóo porque, primero, «Esta, el Congreso, no es la solución que precisa el PP» y, segundo y a renglón textualmente seguido: «Este, en todo caso, no es el momento». Aún existen especímenes que, al parecer desbordados por la iniciativa del gallego, afirman: «Pero claro: ya que ha convocado el Congreso Nacional que lo use para dimitir y marcharse, es la única salida para que él quede bien». Y, a más, a lo catalán, alguno/a otro calza una sugerencia: «Y que se nombre presidenta a Isabel Díaz Ayuso».
O sea, ya se ve: a mes y medio del Congreso de Ifema, el convocante debe ser consciente de que acumula una gran parte de la derecha en contra. Y no es moco de pavo. Curiosamente, es la que se expresa con asiduidad en los cubículos impresos de la derecha, esos que, tras la Dana de Valencia arremetieron contra Mazón por irresponsable, inepto y hasta golfo y mujeriego (¡ellos!) y han dejado irse vivo al fuguista Sánchez; sí, ese que huyó «a lo Puigdemont» de la refriega de Paiporta, y que siete meses después ni siquiera ha enviado a los damnificados de la riada de otoño el cincuenta por ciento de la ayuda prometida. Una constancia: esta derecha persistente de toda la vida está siendo mucho más agresiva con el propio Mazón que la izquierda que, al fin y al cabo, solo se contenta con organizarle al presidente de la Generalitat manifestaciones gritonas, y eso sí, montarle broncas en Las Corts, broncas que se apoderan de la señora Oltra, enjuiciada en los tribunales por encubrir los abusos con menores de su exmarido.
Realmente, a lo mejor Feijóo está tentado de tomar la misma decisión de Santiago cuando se negó a regir el PP Nacional y se expresó así muy coloquialmente: «¡Ahí os quedáis!». El problema es que ahora y desde la encerrona de Sevilla, ya no tiene marcha atrás, le queda abordar la cita de julio, tras la cual, y con toda certeza más de media derecha española pregonará que «Para lo que ha salido, no hacían falta Congresos». Muchos, los que creemos que esto es lo que hay, y que ahora mismo no existe mejor candidato que Feijóo, o sea, lo que asegura públicamente Ayuso, estamos siempre tentados de preguntar a los disidentes de pacotilla: «Bueno, está bien pero: ¿vosotros qué haríais?» O aún más concretamente: «¿Qué se os ocurre para expulsar al psicópata del poder?»
A la primera cuestión contestarán sin duda: «Yo no soy quien, ¡para algo le pagamos a él!». A la segunda respuesta inicialmente corrigiendo al insinuador porque «No se puede tachar de psicópata al presidente que, nos guste o no, es el del Gobierno de nuestra Nación». Naturalmente que toda esta caterva de genios políticos rechazan cualquier parecido con las ofertas de Vox, si es que este partido tiene algunas de uno u otro género, pero sus posturas -raras y escasas de calado- en el mejor de los casos están clonificadas por ejemplo de la oposición interna a Aznar, aquel presidente que le dio «p’al pelo» a Felipe y al que estos estibadores de la verdad tildaban de «ese hombre del bigotillo que nunca ganará al PSOE».
Perdón: este cronista ha vivido esa época y recuerda aquel repetido episodio: es más, tiene la certeza de que muchos de los que se mofaban de Aznar, son los mismos que ahora desdeñan a Feijóo porque -también es otra imputación actual- «ese personaje muy aburrido». Como si ellos fueran el mejor Josema de Martes y Trece. ¡Y ojo que Millán también tenía lo suyo!
El cronista que se suscribe es, perdóneseme la dolida confesión, uno de los españoles que acumulan menos razones para votar al PP. El siniestro Montoro, confiscador amoral (así le denominaba un inspector de Hacienda, diputado en Cortes) me raspó las ganas de apoyar nunca más a este partido. A mí, un contribuyente legal. Ahora le apoyo. «¿Por qué entonces?», se preguntarán ustedes lectores. Pues, porque (para esto no pido disculpas) soy un patriota que se revuelve contra el ataque a la esencia nacional que está perpetrando este sujeto que todavía okupa (con «k» por favor) la Moncloa. Está dejando a España, la nación más antigua de Europa, en las raspas, está rodeada de una corrupción sistémica y generalizada que le debería haber llevado ya al banquillo, y se apoya en unos chantajistas que, poco a poco, le están sacando hasta los mocos para destruir al país que tanto odian. ¿Esta, la apuesta, se llama, a lo Santo Tomás, «mal menor»? Pues sí: a él me acojo. Otra vez nos encontramos ante la oportunidad histórica de enviar a este psicópata narcisista a la calle, donde tanto frío parece que aún nos está sobrecogiendo. Cierto entre los mindundis que ponen pegas a lo que tenemos son como los jugadores suplentes que, pían y pían mientras no juegan, pero que cuando les sacan no dan una patada a un bote. Son probablemente conmilitones de la derechorra que personalmente me parece la mejor aliada de Sánchez Pérez Castejón. La derecha que siempre se ocupa de no que no gane la derecha porque contra ella viven mejor.