De cagadas y otras elegancias
Los socialistas están de campaña haciendo actos de contrición. Salvador Illa se ha comprometido a eliminar la propaganda independentista de las oficinas del Govern en el exterior. Que una cosa es tener presencia internacional y otra llevar la buena nueva del independentismo a todo el Orbe. Es de las primeras medidas que llevará a cabo si es designado presidente tras las elecciones del 14 de febrero. Por su parte, el flamante nuevo ministro de Política Territorial y Función Pública, Miquel Iceta, se ha dado algunos golpes en el pecho desde la tribuna del Congreso de los Diputados asegurando que fue un error manifestarse a favor del derecho a decidir. Lo ha dicho frente al portavoz de ERC en la Cámara Baja, Gabriel Rufián, que hurgaba sobre un posible giro del Gobierno respecto del conflicto en Cataluña.
Unos tipos tan sinceros… Sociedad Civil Catalana (SCC) ha colocado unas lonas en las principales entradas de Barcelona y vallas publicitarias y carteles en toda Cataluña que describen el proceso separatista como una «gran cagada». Me imagino a Illa e Iceta asintiendo al pasar por delante: Uff, sí, quina cagada va ser.
Muchos catalanes, en los que no me incluyo, tienen una tirada irresistible hacia todo lo escatológico. Por puro respeto a la tradición local. El «caganer», esa figura tradicional de nuestro pesebre navideño que representa a un pastor defecando. O el mismo “tió”, tronquito surrealista con una carita pintada y barretina que depone regalos para los niños la víspera de Navidad. Ambos, costumbres profusamente promovidas por los distintos gobiernos nacionalistas durante 40 años. SCC ha elegido este guiño “nostrat” para expresar el descontento de la ciudadanía por todo lo que significó el “procés”.
Pero, ¿es el inocente “caganer” realmente representativo de ese golpe continuado a las instituciones y a los derechos y libertades de los ciudadanos no nacionalistas en Cataluña? A mí me parece un guiño cómplice para relajar los esfínteres del inconmensurable agravio perpetrado durante años a la mitad d la ciudadanía catalana. Una “cagada”, utilizado el término en este sentido, es un “error”, una equivocación. Un pastorcito al que inmortalizan en un apretón. Una “cagada” es algo puntual. Tú vas algo empanado, calculas mal las consecuencias de un acto en concreto y montas un follón. Siempre implica falta de malicia. Y el “proces” estuvo cargado de malas intenciones durante años y años.
Es oportuno para SCC utilizar emblemas de la tribu como el “caganer”. Ya sabemos que ser unionista, constitucionalista o españolista en Cataluña es tener que demostrar continuamente que no has dejado de ser catalán, como te acusan ellos. La campaña de SCC es encomiable porque todo es bueno para dar fuerza a las víctimas del golpe político de los separatistas. Paro quizá hubiera sido deseable algo menos complaciente y más “moderno”. Menos asqueroso. Ni siquiera estamos ya en Navidades.
Además, caer en la escatología para guiñar el ojo tampoco servirá para seducir al nacionalista cerril que puebla los vecindarios. No le tocará el corazón a los del lacito amarillo. Están todos hechos un brazo de mar porque sus amados golpistas van a estar estos días en la calle, apoyando la campaña de los suyos. Y comprando en el “mercado de futuros”. ¿Alguien dijo arrepentimiento? Jordi Cuixart se ha interrogado en una entrevista en estos términos: “¿Estamos dispuestos a luchar hasta el punto de que nuestros hijos vayan a la cárcel, si es necesario? Si la respuesta es ‘sí’, hemos dado un paso de gigante. Debemos utilizar la cárcel como respuesta a su régimen totalitario”.
Este hombre si la cagó fue por minusvalorar la fuerza del estado de derecho de un país que, por andar tan sobrados, habían despreciado demasiado. Por eso fue a la cárcel. Pero el “procés” no fue una “cagada”. Fue un proyecto deliberado dirigido a arrebatarles sus derechos de ciudadanía a la mayoría de sus conciudadanos. Pastorcitos amarillos: a aliviarse a la cárcel.