¿Ayuso tiene novio?

Ayuso Sánchez
opinion-Pilar Rodríguez Losantos-interior (5)

Hemos escrito tantas veces que el feminismo es una de las mayores mentiras de la izquierda que volver a hacerlo suena reiterativo, pero no por ello es menos cierto. Sabe usted que entre tanta camiseta morada y tanto llegar sola y borracha a casa al progresismo se le ha olvidado el principal precepto feminista, que es que las mujeres no estamos sometidas ni somos responsables de lo que hagan los hombres que nos rodean. Ni nos tutelan ni los tutelamos, o por lo menos no con consecuencias legales, que lo que cada uno haga en su intimidad es algo que tenemos poca competencia para juzgar.

Esto al parecer se aplica a todas las mujeres del mundo, exceptuando a las de derechas que, por otro lado, por el mero hecho de poseer un cierto grado de facherío intelectual automáticamente perdemos nuestra condición de mujer. Y si ya una señora se llama Isabel y de apellido casualmente le ha tocado Díaz Ayuso, para qué queremos más.

Ignoro si el novio de la presidenta ha cometido uno, dos o cien delitos; si es una víctima del sistema o de Hacienda. Lo ignoro y me da igual porque sus problemas legales le atañen a él y a nadie más. Su situación procesal no es competencia de los medios, sus negocios mientras sean privados son suyos y su inocencia o culpabilidad la determinará el juez de turno. Lo que padezca o no la ciudadana Isabel por los problemas de su pareja en nada afectan a su trabajo, como tampoco afecta al nuestro ni las tonterías ni las ideas felices de nuestra familia en el caso de que las tengan.

A la izquierda, por supuesto, también le da exactamente igual lo que haya hecho este señor, y si mañana supieran que le ha sido infiel a Ayuso con Mónica García pasaría de ser un presunto sinvergüenza a convertirse en un firme patriota. Esto no tiene nada que ver con la decencia de un personaje anónimo y sí tiene que ver con intentar destruir personalmente a una política porque son incapaces de derrotarla en lo profesional.

La izquierda lleva años ridiculizando a Ayuso porque es incapaz de entenderla. No saben por qué triunfa, ni qué parte de su discurso la convierte en imbatible, ni por qué es la bestia negra del sanchismo o el mayor valor al alza del PP. La denigran porque enfrentarse a la realidad implicaría asumir que han perdido la mayor batalla cultural de la década, esa que está consiguiendo transformar paulatinamente a la sociedad para que conceptos como «libertad» no sean una reivindicación de parte, sino que se conviertan en un derecho asumido como colectivo.

Odiar a Ayuso es natural para la izquierda porque tiran de todos los tópicos que les son tan propios: son tan machistas que siempre le achacan estar bajo la tutela de un hombre que guíe sus designios, ya sea su asesor o su pareja. Son tan intolerantes que le niegan el reconocimiento de su fenómeno de masas porque las ideas que está consiguiendo hacer que triunfen son las opuestas a las suyas. Son tan envidiosos que siempre buscan cualquier justificación exógena que explique su éxito, incluso a costa de llamarse a ellos idiotas. El delirio ha llegado a un punto en que la odian más a ella de lo que se quieren a sí mismos.

La polémica sobre lo que haga o no el novio de Ayuso con su vida no tiene que ver con él, es el enésimo deseo de recordarle a ella que van a hacer lo posible por arruinarle la vida personal hasta que averigüen cómo hacer lo propio en la política. Esto no es una investigación sobre la dignidad institucional de nadie, entre otras cosas porque el susodicho ni es un cargo público ni se le espera como tal. Esto es un aviso a navegantes para que cualquier persona que se acerque a Ayuso sepa que su vida va a ser escrutada hasta el milímetro y difamada por si, como decía aquel, algo quedara por el camino que de paso la fastidiara a ella.

Me da igual si son ustedes Ayusistas o no, si la votarían o la repudiarían, pero esto no va de eso. Defender a la presidenta de la Comunidad de Madrid de los ataques que lanzan contra ella a través de su novio es defender la dignidad de todas las mujeres que llevan años luchando para que una rojosfera cualquiera pueda culpar a una mujer de los pecados de su novio. Lo que está pasando con ella es una vergüenza. Un escalón más de decadencia en el universo sanchista.

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