Los obispos, Vox y los lazos amarillos

Vox obispos

La Conferencia Episcopal ha sido veloz a la hora de criticar la moción aprobada en Jumilla, y que ha provocado que Santiago Abascal, el líder de Vox, haya acusado a los obispos de complicidad con el Gobierno para defender sus intereses particulares. Sin entrar en el fondo del tema de Jumilla, reconozco que estoy muy sorprendido con la presteza con la que la jerarquía católica ha salido para rescatar al Gobierno, cuando en otros muchos casos su lentitud ha sido legendaria. Por ejemplo, cuando en la época más dura del proceso separatista había centenares de iglesias con banderas esteladas, pancartas de la ANC y Òmnium Cultural y otros símbolos separatistas.

En estos casos, que ofendían a millones de católicos que no podían entender que se usaran los templos parroquiales para exhibir propaganda separatista, la jerarquía católica fue muy lenta. Y era muy sencillo acabar con este problema, bastaba con una orden para que los sacerdotes hubieran tenido que retirar de manera inmediata estas pancartas y banderas, que para eso la Iglesia Católica tiene una estructura jerárquica muy marcada. Pero la Conferencia Episcopal no lo hizo, y durante años y años ahí estuvieron, y en algunos sitios todavía están, estos símbolos políticos. De hecho, en la localidad tarraconense de Prades hace unos días que el arzobispado retiró una estelada del campanario con trece años de retraso. Desde 2012 ondeaba sin que ningún obispo ordenara su retirada. Para lo de Jumilla bastaron unos pocos días.

Hemos visto en Cataluña procesiones con urnas del 1 de octubre, entierros en iglesias con la estelada cubriendo el féretro, proclamas separatistas de sacerdotes, documentos de religiosos defendiendo el procés y, por supuesto, un mar de esteladas en iglesias.

Mientras, la Conferencia Episcopal se limitaba a tibios comunicados, nada de ejercer como lo que es, el supremo mando de la Iglesia en España, para evitar que los templos y los curas estuvieran al servicio del separatismo. La complicidad fue total, de la misma manera que hay un buen número de escuelas concertadas de carácter religioso en Cataluña que, a diario, violan los derechos lingüísticos de los estudiantes castellanoparlantes, que son obligados a sufrir la inmersión lingüística en catalán sin que los obispos protesten. Al contrario, muchos de estos centros escolares son más radicales en la aplicación de la inmersión que muchas escuelas públicas.

¿Un ejemplo? La Fundació Escola Cristiana de Catalunya, que agrupa a decenas de escuelas religiosas, forma parte de Somescola. ¿Qué es Somescola? Una plataforma cuyo lema es «Por un país de todos, la escuela en catalán», y que promueve el monolingüismo en las aulas catalanas. Esta organización, de carácter claramente hispanófobo, cuenta entre sus miembros a la ANC, Òmnium Cultural, el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans – grupo radical que promueve escraches y agresiones a los jóvenes de S’ha Acabat! – y Plataforma per la Llengua – entidad que se dedica a denunciar a comercios que rotulan en español y a dependientes y camareros que atienden en español -. Sin duda alguna, la Fundació Escola Cristiana de Catalunya se ha rodeado de asociaciones con muy poco amor al prójimo que habla en español.

La Conferencia Episcopal ha demostrado un fariseísmo tan atroz en el caso de Jumilla que lo va a conseguir es seguir profundizando en la huida de los feligreses de las iglesias. Su complicidad con los abusos separatistas fue terrible durante muchos años, de ahí que sorprende aún más su diligencia en acudir al rescate de un Pedro Sánchez que ha usado la moción de Jumilla como cortina de humo para disimular los continuos casos de (presunta) corrupción que asolan a su familia, a su partido y a su Gobierno. El gran periodista deportivo José María García resumió en una frase lo que le provocaba la actuación de los obispos: «No me están quitando la fe, pero me están quitando la afición». Y muchos españoles se sienten así.

Lo último en Opinión

Últimas noticias