Analfabetocéntrica

Analfabetocéntrica

La perla de la flamante ministra de Igualdad, Irene Montero, permanecía oculta, pero ha sido descubierta y difundida en Twitter. «La sociedad es muy  adultocéntrica». Se refería la ínclita intelectual a la necesidad de que se permitiera el voto a los jóvenes de 16 años» porque «no se hace caso de los problemas y las demandas de los jóvenes». Es harto discutible que la sociedad sea adultocéntrica -término que no aparece en la RAE-, pero lo que no admite discusión es que Irene Montero es «analfabetocéntrica», entendido el término -que tampoco aparece en la RAE- como aquella persona que hace del analfabetismo su eje central.

Es posible, pese a todo, que Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, reclame a la Real Academia que incorpore el palabro al diccionario, por aquello de que la docta institución tiene que hacerse eco del hablar de la calle. Si por esas cosas de la vida el término prospera, OKDIARIO invita a los egregios miembros de la docta casa a reconocer también «analfabetocéntrica»: dícese de aquella persona intelectualmente plana que se inventa palabras carentes de sentido. Es una petición que este diario plantea con el propósito de que la RAE se defienda de los ataques que la izquierda radical está lanzando contra la lengua española.

Montero dio rienda suelta a sus teorías sobre el voto a los 16 años en un pasado encuentro en el que dejo dicho que «creo que uno de los problemas de la sociedad es que es muy adultocéntrica». «O sea, que entendemos que los niños, las niñas, los adolescentes, la juventud… no estáis preparadas para explicar cuáles son las necesidades sociales que veis y cuáles son las cosas que os pasan, las problemáticas que existen y las soluciones políticas que proponéis».

La profundidad de pensamiento de la ministra de Igualdad es tal que la Real Academia debe de estar ahora planteándose seriamente la necesidad de incorporar «adultocéntrica» al diccionario. Si así fuera, OKDIARIO no parará hasta que «analfabetocéntrica» merezca el mismo reconocimiento que el palabro de Irene Montero.  Y es que el nuestro -no es por presumir- se entiende muchísimo mejor.

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