Los gatos y la brujería
Todos hemos oído alguna vez que encontrarse con un gato negro trae mala suerte. Pero, ¿cuál es la relación entre los gatos y la brujería a lo largo de la historia?
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La asociación de los gatos y la brujería tiene un largo y complejo pasado. Desde los orígenes de la vida y principalmente a través de la religiosidad, el ser humano ha buscado respuestas a muchas de las incógnitas que le abrumaban. Los animales siempre han formado parte de ese proceso y este felino es de los preferidos por su porte, mirada enigmática y carácter independiente. A lo largo de la historia se han creado muchas religiones y rituales para apoyar creencias que no son necesariamente nocivas. Por ejemplo, los celtas aseguraban que los ojos de estas mascotas servían de puertas al reino de las hadas.
El gato en Egipto
Uno de los periodos más relevantes vividos los mininos fue el Antiguo Egipto, una época en la que se volvieron especiales gracias a su capacidad para el control de plagas. Se les atribuye la salvaron de muchos cultivos, hasta tal punto que se empezaron a colocar estatuas de gatos en los templos.
De hecho, dos de los Dioses egipcios tenían formas felinas. Además, se aseguraba que eran capaces de comunicarse entre esta vida y ‘el más allá’. Tal fue su influencia que el Imperio Romano adoptó muchas de estas creencias y se empezó a considerar de mala suerte hacerles daño.
La Edad Media: nacimiento de la relación entre gatos y la brujería
La Edad Media sería un punto de inflexión donde cambió la suerte de esta especie. La religión católica se afianzó y fue central en la eliminación del paganismo. Tanto este felino, como otras prácticas asociadas a brebajes o rituales antiguos, eran usados mayoritariamente por mujeres. A ellas recurrían para quitar enfermedades o alejar espíritus malignos. Por lo general, estos personajes tenían en sus casas muchos gatos.
El momento crítico llegó cuando el Papa Gregorio IX declaró que estos animales eran el diablo disfrazado. También que representaban una señal inequívoca de hechicería y todas sus dueñas fueron catalogadas como arpías y servidoras del demonio.
Con la inquisición comenzaría oficialmente la cacería de brujas. Muchos gatos, especialmente los negros, fueron quemados o lanzados desde campanarios. Irónicamente, la peste bubónica se extendió por gran parte del viejo continente gracias a la casi extinción de estos felinos.
Resarcidos, aunque no por completo
Si bien es cierto que hoy en día la relación entre gatos y la brujería es cada vez menor, todavía hay quienes asocian a los mininos con mala suerte, tragedias o con figuras demoníacas. No olvidemos, por ejemplo, el caso del gato negro, uno de los elementos principales para supersticiosos.
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