Las imágenes íntimas de la vida familiar de Juan Carlos y Corinna en el «nidito de amor» de El Pardo
Juan Carlos I y Corinna Sayn-Wittgenstein compartieron durante cuatro años, de manera intermitente, el pabellón de caza de La Angorrilla en el Monte de El Pardo como una segunda residencia familiar. La princesa alemana se hospedaba en el viejo caserón cada vez que se desplazaba desde Londres o Mónaco a Madrid para encontrarse con el entonces jefe del Estado con quien mantenía una larga relación sentimental. Esos viajes, a veces acompañada por su hijo Alexander, sólo los realizaba cuando su pareja se encontraba en La Zarzuela y podía visitarla sin levantar sospecha.
En las fotografías inéditas, obtenidas por este periódico en exclusiva, se puede apreciar la vida tranquila y alejada del boato del entonces monarca con quien en aquellas fechas era su pareja. La imagen más representativa es una en la que Juan Carlos y Corinna posan delante de unas mesas y unas sillas de un material parecido al rattán en un picnic en la parcela de La Angorrilla. La instantánea demuestra el entorno del supuesto palacio que nada tiene que ver con otros jardines de residencias de otro abolengo.
El Rey viste un bañador amarillo y una camisa azul de cuadros y manga corta, ambas prendas muy arrugadas. Corinna luce una falda y blusa veraniega con cierto toque ibicenco, adornado por un collar muy rústico. También se cubre la cabeza con un sombrero de paja.
Todo muy normal. Sin grandes lujos ni vestuario protocolario. Nada que ver con la imagen de opulencia que trasladaron a la opinión pública los instigadores de la campaña mediática contra la pareja que, finalmente, caló en el imaginario popular. Las imágenes reproducidas por OKDIARIO son la máxima expresión de una jornada festiva en el campo, más propia de una familia media española.
La disposición de los alimentos, los platos y los cubiertos para el ágape tampoco se asemejan a la fastuosidad de las familias reales europeas. El recipiente del tomate kétchup, que destaca en el centro de la mesa, delata que la pareja piensa comerse las hamburguesas que Juan Carlos I cocina en una barbacoa.
Como un padre
La imagen de Corinna junto a Juan Carlos I, que reproduce en exclusiva este diario, pertenece al mismo escenario de otra fotografía en la que Juan Carlos posa junto a Alexander, al hijo de la princesa alemana, mientras cocina unas hamburguesas en una barbacoa portátil de Leroy Merlin que le regaló un amigo. El entonces monarca no recibe ayuda de ningún empleado del servicio de la Casa del Rey .
Juan Carlos I demuestra en otras imágenes una gran complicidad en sus relaciones con el hijo de Corinna, que entonces tendría entre 6 y 8 años y con quien -incluso después de la separación de su madre- tenía la costumbre de comer todos los años hasta 2020. En una de las fotografías, el niño alarga los brazos para intentar coger una piña que el Rey sujeta en su mano izquierda, mientras con la derecha sujeta su cámara fotográfica. La instantánea está tomada en los alrededores del caserón y en ella destacan los longevos pinos mediterráneos de El Pardo.
En otra de las imágenes se puede ver a Juan Carlos con la rodilla derecha hincada en el suelo, tomando una foto a Corinna que mantiene en su regazo a su hijo Alexander. El escenario también está rodeado de pinos.
Como en otra instantánea en la que Corinna pasea por el monte bajo de El Pardo en un ambiente bucólico, aunque la residencia de La Angorrilla como desveló ayer OKDIARIO no reuniera las condiciones de habitabilidad y, mucho menos, de ostentosidad, como publicaron algunos medios de comunicación.
Pabellón franquista
Una fuente del entorno de Juan Carlos I, con quien suele hablar a menudo, manifestó a este periódico: “Yo conocí La Angorrilla. Hay que estar muy enamorada para soportar como residencia un pabellón de caza que carecía de las comodidades de cualquiera de las residencias de Corinna en Londres, Mónaco o Suiza o del propio monarca. Y lo mismo: también hay que estar muy enamorado para buscarle refugio a tu novia en una vivienda situada a escasos kilómetros de Zarzuela donde resides con tu mujer oficial y arriesgarte a ser descubierto y provocar un escándalo”.
El que había sido pabellón de caza de Franco y parte del entorno de la sede de la Presidencia de la II República durante el mandato de Manuel Azaña nunca fue remodelado para acoger a Corinna y a su hijo como huéspedes del Rey de España ni fue decorado al gusto de la princesa alemana, como filtraron a algunos periodistas el departamento de Prensa de la Casa del Rey, dirigido en aquella época por Javier Ayuso, imputado en una de las piezas de la operación Tándem.
Esas informaciones interesadas para distorsionar la imagen y credibilidad de Corinna y socavar el prestigio de Juan Carlos I, en un largo proceso que lo abocó a la abdicación en junio de 2014.
Algunos medios llegaron a publicar que “el exterior de la casa disponía de piscina privada y un gran jardín, así como barbacoa”. En los meses que Corinna, de manera intermitente, disfruto del paraje de El Pardo, el pabellón de caza de La Angorrilla la única piscina que disponía era de plástico e hinchable y la una barbacoa era estructura portátil adquirida en Leroy Merlin.
Posiblemente, el paso de Corinna por El Pardo no ayudó a afianzar sus relaciones con Juan Carlos I. La pareja se conoció en 2003 en una cacería en la finca de La Mancha y un año después comenzaron un idilio que duró hasta 2009. El flechazo llegó cuando Corinna tenía 38 años y Juan Carlos 65. La princesa alemana fue quien precipitó la ruptura ante las continuas infidelidades de Juan Carlos, como declaró a OKDIARIO en una entrevista en exclusiva publicada en octubre de 2020.
Corinna, que no ha pisado suelo español desde abril de 2012 cuando repatrió en su avión a Juan Carlos I tras el accidente de Botsuana, mantenía en esa entrevista: “Con el tiempo empecé a ver que no le era fiel a nadie, yo incluida, y también se hizo manifiesto que no llevaba una doble vida. A él le era posible llevar multitud de vidas, así que no era fácil mantener una relación en común y yo no quise ser parte de un harén”.