En la posguerra fueron comida de subsistencia, pero hoy quedan pocos españoles que hayan oído hablar de ellos
Cuando se habla de la posguerra española, se evoca un ambiente lamentable donde la hambruna era el sentimiento que abrazaba a toda la sociedad. Qué comer, dónde conseguir la comida, y cuándo se tenía, cómo dividirla entre todos para que saciara medianamente, eran algunas de las cuestiones principales que se repetían día tras día.
Entre los años 1939 y finales de los 50 no había muchas opciones, por lo que el ingenio era lo único que sacaba adelante los platos. Algunos platos darían miedo hoy, y otros simplemente despiertan curiosidad, aunque ya casi nadie los recuerde, como es este caso.
Este es el alimento de subsistencia en la posguerra que hoy apenas se recuerda
El plato del que hablamos aparece citado en el libro El pan negro. Hacer memoria, de Julián López García y Lorenzo Mariano Juárez. Allí se relatan recuerdos de una época en la que se comía lo que se podía. Entre ellos, uno en particular llama la atención: los llamados «boquerones de secano».
Al mencionarlo, se puede venir a la mente la imagen de un boquerón secado al sol con sal, que podría acompañarse con pan o aceite. Pero no tiene nada que ver con pescado ni con el mar. En realidad, se trata de una hoja silvestre.
Según menciona el libro, la hierba usada era la lenguaza. Contaban que, al freírla, parecía pescado. Era una hoja ancha, con pequeños pinchos que se quitaban antes de enharinarla y echarla a la sartén. Decían que aquello era pescado frito. El sabor no era el mismo, pero el resultado servía para llenar el plato con algo.
Todos sabían lo que era, pero si lograbas que crujiese en la sartén y pareciese pescado, ya habías ganado algo. El nombre venía de ahí, de la necesidad de imitar, de inventar, de sobrevivir con lo que se tenía al alcance de la mano.
Cómo es la planta que se usaba como un falso boquerón en la posguerra
La lenguaza, también conocida como lengua de buey o chupamieles, es una planta herbácea de hojas ásperas, alargadas, con flores azules. En muchas zonas se consideraba comestible, al menos en parte. Las hojas jóvenes, por ejemplo, se podían consumir crudas o cocinadas.
La lenguaza crece en caminos, márgenes de campo, y zonas secas. Era fácil de encontrar, no costaba nada y, en tiempos de escasez, eso ya la convertía en un ingrediente muy valioso.
Otros platos que nacieron del hambre y hoy casi nadie quiere recordar
Como los boquerones de secano, hubo muchas otras soluciones desesperadas. La raíz de achicoria hacía de café. La algarroba sustituía al chocolate. Se preparaban tortillas sin huevo, arroz que no era arroz, caldos con huesos ya usados y dulces sin azúcar.
También se consumieron animales que hoy sería impensable comer. Gatos, perros, incluso ratas, lagartos y serpientes. Lo que llenara, iba a una cazuela.
La cocina de la necesidad sólo respondía a una urgencia: sobrevivir. Y aunque muchos de esos platos se han perdido en la memoria, forman parte de una historia que no conviene olvidar.
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