ARAGÓN

Una psiquiatra del ‘centro del horror’ de Ateca desvela que «los menas trapichean con medicamentos»

En este centro especializado en terapias de insercción, no existía un protocolo riguroso para suministrar fármacos

La mayoría de los menas que llegan a España son adictos a las drogas

Ateca menas drogas
Paula Ciordia

En el centro del horror de Ateca, los menas trapicheaban con los medicamentos que les suministraban como si fueran drogas. Un hecho que desvelará una psiquiatra, consciente de la mala organización y supervisión por parte de los trabajadores de turno del centro, responsables en última instancia de suministrar los medicamentos que ella misma recetaba personalmente a cada uno de los menas.

Estos jóvenes, que en su gran mayoría padecerán una severa adicción a las drogas, demandarán un elevado consumo de fármacos diarios, que el centro les suministraría sin un protocolo estricto de medicación que asegurara un consumo regulado y supervisado por parte de los responsables a cargo.

«Si pienso que la van a vender, pues pongo algo que no genere demanda, ¿vale?», explicará en una entrevista inédita la psiquiatra, realizada por una estudiante de máster de la Universidad de Zaragoza en 2021, sin revelar el nombre de la médico que realizaba dos visitas al mes desde que abriera el centro de Ateca.

Su testimonio deja entrever el caótico proceder del centro de menores de Ateca durante años, que empezó a acoger a menas desde finales de 2019, estando dirigido en el aquel momento por Daniel Urbina. Un centro regentado por la Fundación Comunidad y Salud, dueña, así mismo, de las instalaciones, y que se suponía especializado en aplicar terapias para problemas de salud mental y conducta. Y donde, sin embargo, los menores internos se habrían bregado en la antítesis de un hábitat positivo para lograr la inserción social a la que se suponía que se aspiraba.

Este centro gozaba de un reconocido prestigio social en España, antes que la juez del Juzgado n.º 2 de Calatayud, que instruye el caso, decretara el cierre provisional del centro por supuestas torturas, vejaciones, abusos y agresiones sexuales que se habrían producido en este centro del horror a varios menores internos. Así como cinco trabajadores (el director del centro, dos educadores y dos auxiliares sin cualificación) se encuentran encarcelados de forma provisional y sin fianza en la prisión de Zuera, por ser los posibles autores de estos hechos.

La medicación y los educadores

En esta entrevista, la psiquiatra explicará que son los educadores los que daban «la medicación por turnos». «Entiendo que no están adiestrados en ello», expondrá, manifestando inconformidad con el modo de estos de suministrarla. «En el centro se las dan un poco de forma errática, porque creo que cada turno tiene unas normas distintas», señalará.

Según su testimonio, esta psiquiatra incluso trató de organizar un turno a última hora de la noche, a semejanza de la planta de psiquiatría del hospital donde trabajaba, para que los menores tuvieran un orden y les fuera provechosa la medicación recetada. Sin embargo, según lamenta, no fue imposible coordinar con los trabajadores.

«La comunicación es cero», criticó, «yo soy como un espíritu muy libre ahí en el centro». «Yo ponía medicaciones a las 11 de la noche, hasta que vino un trabajador diciendo que ‘es que fíjate tú a las 11, que no sé cuántos’», expondrá. Al tiempo que confesará que los propios menores se quejaban de recibir la medicación a la hora de cenar porque les entraba sueño y no podían relacionarse entre ellos, y que incluso el resto optaba en su mayoría por rechazarla.

Como drogas para los menas en Ateca

Sin embargo, como si fueran drogas, los menas en Ateca demandarán más medicación que el resto de los internos, explicará la psiquiatra: «Es verdad que ellos demandan muchas pastillas». ¿El motivo? Según sus propias palabras, el «99,9%» de los menas de Ateca, «consumían anteriormente drogas en sus países de origen». De forma que cuando se les interna en el centro, requerirán de medicación para sobrellevar el periodo de abstinencia y poder hacer frente al estado de crisis vital.

«Muchos te dicen: ‘Es que necesito conseguir el mismo efecto que me daban los porros’. Digo, ya, pero es que yo no estoy aquí, quiero decir, ya lo que me faltaba, me voy a poner un puesto de pastillas abajo, y si no, trapichean», expone.

«Están acostumbrados. Los otros también [los españoles], pero fíjate -refiriéndose a la estudiante- yo te diría que menos, pero estos hacen intercambios». Según expone, la mayoría de veces, les recetará un antipsicótico, es decir, un fármaco que se emplea para tratar la psicosis, la esquizofrenia o el trastorno bipolar: «Son unos relajantes muy potentes que generan poca adicción y, claro, cuando abandonan el consumo de formas así, brusca, al entrar en el centro, es una manera de intentar relajar la abstinencia y luego porque, es verdad, que se controla muy bien la conducta».

Rivotril, deprax, antipsicótico

«Les encanta tomar pastillas porque luego lo que se puso de moda es el karkubi, o bueno el rivotril se lo toman como un sugus, entonces son muy demandantes de pastillas, muy demandantes», subrayará, haciendo alusión a esta droga proveniente de Marruecos. Puesto que el karkubi, conocida como la droga de los pobres, está elaborada a partir de la fusión del hachís y el medicamento ansiolítico y sedante Rivotril, que genera alucinaciones peligrosas al mezclarse con pegamento o alcohol.

«Piden un montón de medicación. Un montón. Además, quieren sentirse medicados. Ellos piden esa sensación, pero igual los otros protestan si les pongo medicación», añade la psiquiatra.

«Demandan mucha medicación para dormir, y voy alternando. Ahí sí que depende. Si pienso que la van a vender, le pongo algo que no genere demanda. Porque el deprax, que es un antidepresivo, que va muy bien para dormir, pero como antidepresivo tampoco es muy para allá; pero bueno, como hipnótico está muy bien, y entonces, bueno, esto es difícil de vender en el centro o cambiar por cigarrillos, entonces prefiero ponerle esto que no un lormetazepan», señala, «que se la va a cambiar a otros por… (risas)».

Los menas y los trapicheos en Ateca

De forma que los menas no sólo consumirán los medicamentos que les recetará la psiquiatra, sino que también trapichearán en Ateca entre ellos como si fueran drogas. Consciente de ello, esta médico intentará prescribirles algunos fármacos que son más «difíciles de vender o cambiar por cigarrillos».

«Lo peor de todo es que te lo dicen», señala imitándoles: «Oye, lo que le diste a…  va muy bien». «Y digo, eso cómo lo sabes», continúa, «no, porque un día dijo, pues tómatela tú, a ver cómo te sienta”.

«Es un gran problema el que tenemos en el centro. Yo insisto que algún día nos va a pasar algo, y que tiene que vigilar que se la toma el menor, y que se la ha tragado, no que se la ha dejado por la boca», alerta. «Cuando oigo que uno da la medicación a otro, pues a ese se la quito. Pues ya está, hoy no duermes».

«Intento que sea poca medicación, cuanto menos mejor, y a poder ser, a quitar pronto», añadirá. «Por ejemplo, hay uno de los menores acompañados que lleva un psicótico inyectable, porque las alteraciones de conducta eran tan grandes y el trapicheo con las medicaciones tan brutal que, al final, se la pinchas una vez al mes, y va medicado todo el mes y ya está. Y te evitas que se maneje con pastillas».

Ingestas de muchas pastillas de golpe

Además del trapicheo con los medicamentos, se producirían otras situaciones frecuentes de riesgo entre estos menores. Algunos menas lograrían no tomarse la medicación, e ir haciendo acopio de las pastillas diarias, para tomárselas de golpe. «Esto depende de nosotros», reprochará aludiendo a sus compañeros de plantilla, puesto que, según ella, deberían haber comprobado que se las hubieran tomado. «Se las guarda, la siguiente, la siguiente, y todas para dentro», señalará.

Por otro lado, la psiquiatra desvela que alguna vez los menas «se han colado en la cocina, han cogido el cajetín de pastillas de quien sea y se las han tomado todas».

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