ARAGÓN

Medican a los menas del ‘centro del horror’ de Ateca por creer en el mal de ojo: «Es patología cultural»

El centro de menores de Ateca (Zaragoza) lleva cerrado desde comienzos de agosto por orden judicial

En este centro, se han cometido vejaciones, torturas, agresiones y abusos sexuales

A los menas se les solía dar medicamentos para tratar la psicosis como alucinaciones, delirios, demencia

Ateca menas
Paula Ciordia

Los escándalos en el centro del horror de Ateca (Zaragoza) parecen no tener fin, tampoco con los menas. Las elevadas expectativas, las traumáticas experiencias del viaje, el consumo de drogas, son un caldo de cultivo de problemas posteriores con los que es difícil lidiar, y que evidencia las grietas de un sistema fracasado de integración. El choque cultural que experimentan estos jóvenes llegados a España, les lleva en muchos casos a ser diagnosticados en los centros de internamiento de problemas mentales de psicosis, y a ser medicados.

Esto sumado a la cosmovisión de estos jóvenes que provienen de un religión como el islam, con fuertes creencias mágicas arraigas, como por ejemplo, el mal de ojo, desemboca en «una patología cultural», tal y como reconocerá una psiquiatra anónima del centro de menores de Ateca (Zaragoza), a los que se solía recetar medicamentos antipsicóticos. Un tratamiento que interrumpen de manera brusca en el momento en que salen de este tipo de centros, al cumplir los 18 años.

Menas en Ateca, según una psiquiatra

Las confesiones de esta psiquiatra serán recogidas de manera anónima por una estudiante de la Universidad de Zaragoza, en su trabajo de máster de 2021, dedicado al centro de Ateca, expresamente a las carencias y limitaciones en la intervención en la salud mental de los menas.

En esta entrevista inédita a la que OKDIARIO ha tenido acceso, esta psiquiatra que trabajó en el centro del horror de Ateca desde su apertura hasta al menos 2021, reconocerá que muchos de los menas que llegan al centro especializado en problemas de conducta, acabarán internos en él «más por tema de ubicación, que porque tengan realmente algún problema que requiera en ese momento tratamiento».

La psiquiatra expondrá también que, muchas veces, los problemas psicológicos que aparentemente experimentan los menas responden en sí a «una patología cultural».

¿Centro especializado en terapias?

Estos dos hechos que a priori serían frecuentes, según expone la psiquiatra, no son baladí si se tiene en cuenta que, en el centro de Ateca, los menas convivían tanto con chicas como con chicos menores internos que se suponía que sí iban a recibir una atención especializada a través de terapias enfocadas precisamente a tratar problemas de conducta reales y no culturales, motivo por el cual, por ejemplo, una madre colombiana, residente en Zaragoza decidió contactar con los servicios sociales en Aragón, para que su hija estuviese en las mejores manos, y desde el Instituto Aragonés de Servicios Sociales le recomendaron no sólo ingresar en Ateca, sino que les entregara su tutela.

Sin embargo, la valentía de esta madre coraje y la denuncia de su hija, junto con otro joven más de Ateca, por vejaciones, malos tratos e incluso agresiones y abusos sexuales por parte de trabajadores del centro, han puesto en jaque a la Fundación Comunidad y Salud, que estaba recibiendo sólo del Gobierno de Aragón, 1,2 millones de euros anuales por los contratos que tenía por los menores tutelados precisamente para reintegrarse socialmente. Sin contar las otras instituciones como la Diputación de Vicaya, o de Baleares, que mantenían convenios con dicha fundación, sin que haya trascendido todavía el valor de los contratos.

¿Patología cultural, mal de ojo?

Según esta psiquiatra anónima, los menas suelen experimentar un trastorno del vínculo. «Vienen con la expectativa que van a tener unos estudios, unos papeles, les vamos a dar casa y comida, y van a salir de aquí con trabajo y van a poder traer a la familia. Entonces llegan aquí, los papeles no llegan, no pueden estudiar, no saben el idioma muchas veces, entonces hay una barrera idiomática brutal a la hora de saber cuáles son la necesidades, claro ya no a largo plazo, sino a corto», expondrá.

«Que no puedan dormir, que se encuentren mal… muchas veces hay patología cultural», señala. «Muchas creencias magicorreligiosas que aquí parecen alucinatorias, pero que allí es algo completamente normal», reconoce. La psiquiatra pondrá el ejemplo de un chaval que ve «a una señora vestida de blanco permanentemente», a quien su abuela le había explicado que «era una mujer maligna». Según la psiquiatra, será «muy complicado» «rebatir ya no esa creencia, sino esa enseñanza de una persona mayor».

En la mayoría de los casos, la psiquiatra optará por diagnosticarles un «trastorno de conducta y de las emociones mixto», en lugar de determinar el análisis como un «trastorno disociativo», porque luego «nadie lo va a entender»: «De alguna manera engloba lo que pasa realmente en el centro. Son chavales que se encuentran mal, yo creo que incluso de forma continuada, y eso se traduce en conductas disruptivas», relata.

Un hecho que puso de relieve también el ex director del centro de Ateca hasta el pasado 2023, Daniel Urbina. Urbina, en declaraciones recogidas en el mismo trabajo de fin de máster, expresará la necesidad de capacitar a los profesionales del centro por este mismo motivo, y no sólo en el idioma árabe: «También de la propia salud mental para estas explicaciones culturales de los genios, de los males de ojo, de las posesiones, etc., pues creo que es interesante que la gente lo conozca».

El ex director relatará que en 2021 tenía un «chaval viendo demonios y estaban acojonados de que no sabían de qué iba la vaina». «Claro tiene muchas explicaciones, desde la propia psicología occidental tiene alguna explicación, pero hay otra explicación antes que es la cultural». «Capacitar a los profesiones que están interviniendo para poder incorporar esa visión transcultural también es interesante», señalará. «Tener este conocimiento es interesante para contextualizar muchas cosas, no te creas que tiene un brote psicótico que está… La interpretación que se puede hacer de las cosas, incluso la intervención de después es algo a investigar», reconocerá.


El síndrome de Ulises

Sin embargo, en la mayoría de los casos, las consecuencias que todo ello tiene en su salud mental se simplificar en psicología aludiendo al síndrome de Ulises, como reconocerá el ex director del centro: «Nosotros nos basamos en el modelo de Achotegui del Síndrome de Ulises e… pues por conceptualizarlo de alguna manera».

El síndrome de Ulises descrito por Joseba Achotegui, hace referencia al estrés crónico y síntomas psíquicos y somáticos, considerados como un trastorno mental, provocados por el desarraigo y abandono del núcleo familiar, que terminarán por desarrollar la mayoría de los menas, que, en un momento dado, son carne de cañón para señalarlos como dementes transitorios e internarlos en un centro como Ateca.

Medicamentos para la psicosis

A la mayoría se les medicaría con atipsicótico, explicará la psiquiatra. Un tipo de medicamento que se emplea para tratar los síntomas de la psicosis, como alucinaciones, delirios y demencia. «Al final son relajantes muy potentes que generan poca adicción y claro, cuando abandonan el consumo [de drogas] de forma brusca, cuando vienen al centro, es una manera de intentar relajar la abstinencia». «En muchas ocasiones, hemos tenido que poner un antidepresivo», aunque reconocerá que los propios menas no se lo aceptan, porque «no se nota inmediatamente».

«Es complicado integrar»

Sin embargo, la psiquiatra reconocerá que si «no entiendes que esto viene de su país de origen, y no lo vas a cambiar, pues acabas medicado, porque acabas de tener una alucinación». De ahí, que esta especialista insista en que es necesario que el personal tenga una formación enfocada en su cultura. «Es complicado integrar, y la verdad que de ese proceso nadie se preocupa, ósea, que vienen aquí, los meten en un centro, y primero paz y después gloria».

«Habría que hacer un trabajo con estos chavales precisamente que vienen, que no se conviertan en un problema para la sociedad, sino que se puedan convertir en una persona con un futuro mejor que es a lo que vienen y para eso se juegan la vida», opinarán.

El problema de los papeles

Pero… ¿cuál es la realidad? La mayoría alcanzarán estando internos los 18 años oficialmente (independientemente de la edad que realmente tengan) sin haber logrado los papeles. Ante lo cual la psiquiatra se preguntará: «¿Para qué los hemos tenido en centros 3 años, para sacarlos a la calle sin nada?». «Eso no tiene sentido. Oye, si no le has hecho los papeles, y no se los vas a hacer, devuélvelo a su país, devuélvelo. No generes un transeúnte. ¿Sabes? Porque va a tener unas necesidad que las va a cubrir como sea necesario», lamenta.

En un momento dado, contará el caso de otro joven de origen argelino que será la propia madre que lo ingrese, y que ilustra este mismo comportamiento cultural, según la psiquiatra. El joven no lograba conseguir los los papeles, y creyó que por ser de Marruecos no se le tramitaban, relata. «Empezó a hacer rumiaciones [pensamientos obsesivos]», explica. «Empezó a rezar en el suelo, a escupir, maldecir, llegó un momento en que nos empezamos a asustar de que podría hacerse daño de gravedad». «Ese chaval también estuvo ingresado», resaltará.

«Ahí hay un círculo vicioso de malas interpretaciones y falta de comunicación. Yo creo que la comunicación es cero. ¿Vale? O sea, tienes un tutor legal más implicado, y otros que ni aparecen, ¿sabes? Entonces claro, los que están muy implicados ayudan a sus menores, y al que le ha tocado que le de igual y le dice que lo mejor que le puede pasar es que se fugue y se vaya a Francia. Pues claro, no les gestionan las cosas bien y el chaval no entiende nada», critica.

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