Un amplio despliegue policial ha impedido este sábado en Madrid que la manifestación en favor de la excarcelación de Pablo Hasél acabara en incidentes como el miércoles pasado. La convocatoria del llamado Movimiento Antirrepresivo de Madrid ha fracasado tanto en el número de participantes como en la intención final de «reventar» las calles de Madrid, como se había detectado en mensajes entre ellos en redes sociales.
La movilización ha sido claramente menor. Apenas unos 200 ó 250 manifestantes se han reunido en torno a la entrada del metro de Callao para pedir la libertad del rapero multireincidente encarcelado por enaltecimiento del terrorismo y agresión. Ha sido un número bastante inferior a las 2.500 personas que acudieron el miércoles a la Puerta del Sol.
Si el miércoles seis grupos de las UIP, las Unidades de Intervención Policial (los antidisturbios de la Policía Nacional), encapsularon a los manifestantes en Sol y les fueron dejando salir en pequeños grupos, hoy el despliegue ha sido mayor. Tres grupos de refuerzo de las UIP habían llegado de fuera de Madrid. En redes sociales se había detectado que el ánimo de los más violentos de ultraizquierda era tomarse la revancha este sábado por la noche. Pese a los incidentes graves que se produjeron el miércoles en Sol y alrededores, su sensación fue de frustración y derrota al verse a merced del despliegue policial. En la convocatoria en redes, se incluían los nombres de los «abogados de guardia» a disposición de los manifestantes. Son letrados habituales de estos movimientos de extrema izquierda.
Este sábado en Callao han sido menos los manifestantes y más los policías que el miércoles en Sol. Durante dos horas, los concentrados, muy jóvenes y excitados, han gritado contra la policía, «el estado represor», la monarquía y la «prensa española». Caras tapadas, estética de ultraizquierda habitual, reclamaban la libertad de un «artista» -como llaman a Pablo Hasél- y libertad de expresión, pero bajo sutil amenaza han obligado a unos chavales que cantaban rap y bailaban en Callao de manera pacífica a irse al grito de: «Esto es una protesta, no es una fiesta».
Conforme pasaba el tiempo sin poder moverse de Callao se han ido cansando y retirando en pequeños grupos que han sido seguidos por agentes y furgonetas antidisturbios hasta la plaza de España, Soledad Torres Acosta o Fuencarral. El despliegue ha sido tal que ni siquiera han podido elegir su ruta de salida. Al abandonar Callao pasaban entre dos policías por una salida única. Ya fuera del círculo cercano a Callao su vigilancia para evitar que organizarán incidentes en otras zonas ha correspondido a las UPR, las Unidades de Prevención y Reacción de la Policía Nacional. También, la Brigada Provincial de Información, que mantiene, desde hace años, muy penetrados y controlados a estos grupos ultra de manera muy eficaz.
Marco Fernández
Si a las siete de la tarde ya había más policías y periodistas en Callao que manifestantes, dos horas después apenas quedaban una veintena de chavales lanzando las consignas habituales de estos grupos de ultraizquierda. Entremedio, y a la vista del fracaso, sobre las 8 de la tarde, el portavoz del llamado Movimiento Antirrepresivo de Madrid, de nombre Marco Fernández, convocante y responsable de las protestas, ha pedido a los manifestantes que se retiraran «pacíficamente» a sus casas. «No queremos más agresiones policiales ni detenciones», ha dicho. Sus directrices las cumplen. Es evidente. Su actitud ha contrastado con la del miércoles pasado en Sol moviendo entre bambalinas a la masa.
Del miércoles pasado a este sábado, hemos vivido el escándalo de ver a Iglesias, Echenique y Podemos justificando la violencia vivida en la calles. La pregunta es si el tal Marco (con lazos con el entorno de Podemos) ha recibido alguna consigna política de quienes mueven a todos estos grupos de la ultraizquierda, antes desde las barricadas y ahora desde cómodos despachos enmoquetados en los aledaños del poder. Son bien conocidos por los servicios de información policiales desde hace años, tienen nombres y apellidos y estos días los hemos visto en televisión, resistiéndose, por supuesto, a condenar la violencia de sus cachorros. Bien es cierto que ahora temen que sus cachorros los terminen devorando porque muchos de estos grupos de extrema izquierda consideran ya traidores a Iglesias, Montero, Monedero, Echenique o Mayoral.
Sánchez y Marlaska
Fuentes policiales confirman a OKDIARIO que al dispositivo de más de 400 agentes uniformados se han sumado más de 60 agentes de paisano. Ha quedado claro que había orden política, también desde Interior, de no permitir más imágenes de violencia como las del miércoles en Madrid. El coste político de un Gobierno justificando en su parte podemita la violencia en las calles preocupa en Moncloa y en los ministerios dependientes del PSOE, como el de Fernando Grande-Marlaska. Es un desgaste inasumible, en plena crisis, mientras Pablo Iglesias sigue fuera de control y Pedro Sánchez a su merced.
El encapsulamiento de la Policía Nacional en Callao ha sido tan eficaz que la Gran Vía de Madrid ha seguido su pulso normal de un sábado por la tarde-noche. Atasco de tráfico, terrazas y tiendas abiertas, luces de neón y el sonido de los cantantes callejeros mezclándose con ese habitual… «Que viva la lucha de la clase obrera» de estos grupos ultra.
Pero la «clase obrera» estaba esta noche en Madrid, como el miércoles pasado, «currando»; trabajando, como cada día, tras la barra de un bar, en un gran almacén o en uno de esos pequeños comercios que tratan de sobrevivir a la pandemia y a un gobierno incapaz de ayudarles como reclaman, mientras justifica que estos «niñatos» aspirantes a no se sabe qué revolución rompan sus lunas y destrocen sus negocios.