Carmena seguía a Zapata en Twitter cuando el edil se mofó del Holocausto

Carmena
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena (Foto: GETTY).

La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ocultó un dato decisivo cuando el pasado mes de junio estalló el escándalo de los tuits ofensivos del concejal madrileño de Podemos Guillermo Zapata sobre el Holocausto judío, las víctimas del terrorismo o las niñas asesinadas en Alcàsser: los conocía todos desde 2011 cuando era su seguidora en Twitter, según pruebas en poder de Okdiario. Así se explica su negativa a expulsarlo de su equipo de gobierno. Zapata tenía una bala fácil contra ella: decir públicamente que la alcaldesa lo nombró concejal de Cultura sabiendo como follower sus desmanes tuiteros. Los insultos lanzados a través de la red llevaron a Zapata ante la Justicia, que no apreció delito, pero reprobó su conducta.

El 31 de enero de 2011 Zapata tuiteó lo siguiente: «Han tenido que cerrar el cementerio de Alcàsser para que no vaya Irene Villa a por repuestos”. Eran las 19.25 horas.

Un minuto después soltaba otro tuit envenenado: «¿Cómo meterías a cinco millones de judíos en un 600? En el cenicero”. Eran las 19.26 horas.

Minutos después amplió su mofa sobre el holocausto: «Amigos, @lulm nos lee desde Israel, que no se sabe para que necesita tanto espacio si cada persona ocupa un montón de ceniza». Eran las 19.32. En ese justo instante aparecía un rótulo sobre el tuit de Zapata: “Manuela Carmena (te) sigue”.

Por tanto, Carmena acababa de leer como seguidora de Zapata sus supuestos chistes sobre la muerte de millones de judíos, las niñas de Alcàsser e Irene Villa. Mal podría escandalizarse cuatro años después, cuando ya era alcaldesa, al hacerse públicas estas vejaciones a la memoria de los seis millones de judíos exterminados por la Alemania nazi y la oposición le pidió la dimisión de Zapata.

El negro currículo tuitero que ella conocía de primera mano no le impidió nombrarlo concejal de Cultura. Ni lo consideró suficiente para expulsarlo de su equipo municipal cuando se difundieron las vejaciones que ella conocía sobradamente como follower de Zapata.

Carmena sabía que Zapata guardaba un poderoso as en su manga para impedir su expulsión del Ayuntamiento: tú conocías mis tuits, no puedes destituirme por ello. La amenaza de Zapata estaba servida. Carmena sólo osó quitarle como responsable de Cultura, pero le mantuvo como concejal de distrito.

Cuando Carmena leía en enero de 2011 estos tuits pronazis tenía en sus vitrinas desde 1986 el Premio Nacional Derechos Humanos, había sido juez decana de Madrid, fundadora de Jueces para la Democracia o relatora del grupo de trabajo sobre detención arbitraria de la ONU. Toda esta sensibilidad mostrada durante años sobre los derechos humanos no la ejerció sobre Zapata cuando leyó su mofa de los judíos gaseados, que perdieron el primer derecho: la vida.

No vio ningún derecho humano pisoteado en estos tuits ni en los otros que prodigó Zapata sobre las niñas asesinadas en Alcàsser o sobre una víctima del terrorismo etarra como Irene Villa. Ninguno era un inmaduro adolescente cuando trivializaban en twitter con estos asuntos. Zapata tenía 32 años cuando escribió sus tuits, y Carmena 67 cuando los leyó.

La Justicia ha archivado esta causa en lo penal por no apreciar delito en tales mofas. Pero esta ex juez, hace cuatro años, archivó moralmente estas afrentas. Ni lo afeó en los tuits, ni lo hizo en la vida pública. Lo nombró concejal.

La alcaldesa, cuando estalló el escándalo, ocultó que lo conocía. Y se hizo de nuevas: «La visión sobre el humor negro» del edil Guillermo Zapata quizás aconseje que «pueda tener otras tareas» que no sean «las de responsable de Cultura». En 2011, Carmena no tuvo esa «visión sobre el humor negro» de Zapata.

La Justicia exculpó penalmente a Zapata, pero le dejó una frase de condena social: «No estamos ante una sola expresión relacionada con una víctima del terrorismo, sino ante varias manifestaciones que todas juntas como mínimo pueden indicar un cierto grado de desprecio a las víctimas del terrorismo y una cierta y bastante manifiesta trivialización del terrorismo que podría exceder lo que es un mero ejercicio de humor negro».

El castigo impuesto por Carmena fue quitarle la competencia de Cultura, pero mantenerlo como concejal. A la líder del PP en el Ayuntamiento, Esperanza Aguirre, le pareció un escarnio. El PSOE se conformó.

 

 

 

 

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