Temor en el BCE: mantiene los tipos de interés en el 4,5% y podría bajarlos en junio
El precio del dinero sigue en su cota más alta ante los riesgos del escenario geopolítico
El Banco Central Europeo (BCE) ha decidido en su reunión de hoy mantener congelados los tipos de interés en el 4,5% revelando su temor ante circunstancias novedosas y alarmantes como la escalada de los precios del petróleo tras el agravamiento de la guerra en Gaza y Cisjordania entre Israel y Hamás. La presidenta de la institución, Christine Lagarde, mostró igualmente su preocupación por los beneficios excesivos de algunas empresas y, sobre todo, por la posibilidad creciente de que los conflictos bélicos que dominan el panorama geopolítico puede degenerar en una crisis comercial que vuelva a perjudicar el control de los precios.
Lagarde también informó de que algunos miembros del BCE, pocos, creen que ya está controlada la inflación, pero que el consenso debe producirse cuando haya más datos encima de la mesa que lo confirmen. «Esperaremos a las cifras que tengamos en el mes de junio antes de tomar cualquier decisión sobre un giro definitivo de la política monetaria», aseguró, sin dar las señales claras de que esto suceda al inicio de la segunda mitad del año como esperaba la mayoría de los analistas. La consecuencia más relevante de la decisión de congelar los tipos en el 4,5% es que el esperado descenso del euríbor y del coste de las hipotecas se detendrá todavía durante unos meses, aunque podría llegar en junio («dependerá de los datos», dice Lagarde), perjudicando a aquellos que tienen contraídos préstamos a interés variable.
Aunque el mensaje lanzado hasta ahora de manera reiterada por la entidad con sede en Fráncfort venía siendo que el próximo giro en la política monetaria debería esperar al menos hasta junio, se han producido en las últimas fechas una serie de circunstancias que habían llevado a algunos analistas a considerar que tal decisión incluso podría adelantarse.
La más importante es la debilidad que muestra la economía del Continente. El crecimiento del PIB de la zona euro está prácticamente estancado -sólo España e Italia siguen empujando hasta la fecha-, y esta debilidad es mucho más notoria en Alemania, que atraviesa una situación crítica influida de manera determinante por la guerra de Ucrania y los síntomas de desaceleración de China, país con el que mantiene un alto volumen de intercambios comerciales.
Adicionalmente, la inflación de la zona euro ha caído en abril al 2,4%, desde el 2,6% de febrero, un recorte que confirma el éxito del rigor monetario en su lucha contra el aumento desordenado de los precios iniciada hace más de un año. Pero es precisamente en esta situación relativamente favorable cuando han hecho su aparición otros indicadores inquietantes como la escalada del coste del petróleo, así como la evolución de los salarios -por encima del 4%- y del conjunto de los costes laborales, cotas que superan los estándares deseados por el BCE y que representan un contratiempo importante de cara a una relajación monetaria.
Aunque Lagarde aclaró en la rueda de prensa que la naturaleza de la inflación en Europa es distinta a lo que sucede en Estados Unidos, los halcones de la autoridad monetaria opinan que estas circunstancias refuerzan la idea de que recorrer «la última milla hasta consolidar la inflación en el objetivo fundacional del 2% va a ser ardua y que anticipar una bajada de las tasas de interés podría arrumbar con todos los esfuerzos realizados hasta la fecha». Los responsables del BCE insisten en que «el principal nubarrón en el horizonte» es el petróleo. El crudo ligero americano (WTI) ha subido un 4,5% en última semana, tocando en algún momento los 87 dólares por barril, antes de cerrar el viernes en 86,91 dólares, lo que supone una subida del 21% en el año, y ha llevado a la gasolina en Estados Unidos al máximo nivel desde octubre, según datos de la American Automobile Association.
Por su parte, el Brent, que es la principal referencia para los países desarrollados -al margen del mercado americano- se ha incrementado un 18% desde el uno de enero -un poco menos-, pero la semana pasada experimentó el mismo tirón, de manera que el precio del barril que opera como indicador clave en Europa superó el pasado viernes el nivel de 91 dólares, alcanzando así máximos desde octubre del año pasado, aunque ayer se situaba en 90 dólares.
La entidad con sede en Fráncfort prevé una inflación del 2,3% en 2024, y cree que se reducirá al 2% el año próximo, así como que caerá hasta el 1,9% en 2026. También revisó hace un mes sus expectativas de crecimiento económico a la baja. En concreto, opina que el PIB de la zona euro aumentará sólo un 0,6% este año, para repuntar al 1,5% en 2025 y hasta el 1,6% a lo largo del ejercicio posterior. El banco central ha vuelto a insistir en su comunicado oficial en que, a pesar de todo, mantendrá los tipos de interés «en niveles lo suficientemente restrictivos durante el tiempo necesario hasta conseguir sus objetivos».