La Sareb, una ruina desde su creación por culpa del PSOE
El Gobierno aún no sabe dónde construirá 5.000 viviendas del ‘Plan Sareb’ que prometió Pedro Sánchez
La Sareb tiene un agujero de 10.900 millones y una deuda de 30.500, pero el Gobierno renuncia a recuperarlos
Sánchez miente: promete 50.000 viviendas en alquiler, pero 15.000 ni siquiera están construidas
«Se nos ha ocurrido llamar Sareb al banco malo pero no nos convence mucho. Si tenéis una idea mejor, es bienvenida». Así de triste fue la presentación a la prensa de la Sociedad de gestión de Activos procedentes de la REestructuración Bancaria por parte de los altos cargos del Ministerio de Economía en 2012. Ya entonces se notaba que el proyecto, al que nos había obligado la UE dentro de las condiciones del rescate financiero de España, tenía mala pinta. Empezó mal, siguió peor y ha acabado como el rosario de la aurora.
Es cierto que gobernaba Mariano Rajoy, quien se resistió todo lo posible a crear un banco malo. Pero Bruselas estaba muy contenta con el que había hecho Irlanda (NAMA) y pensaba que en España iba a salir igual de bien. Ingenuos. Sobre el papel, tenía sentido: agrupar todos los activos tóxicos -inmuebles adjudicados y crédito promotor- de las cajas de ahorros quebradas en un banco malo que los fuera vendiendo a lo largo de 15 años para tratar de recuperar todo el dinero posible para el contribuyente.
Pero al bajar al terreno empezaron los problemas. El primero, planteado por Cristóbal Montoro: como veníamos de la crisis de la prima de riesgo, le daba un miedo atroz que la deuda con que nacía Sareb, 51.000 millones, se sumara a la deuda pública, así que exigió que el 51% del capital fuera a manos privada para no consolidar en las cuentas del Estado. ¿Cómo? Pues el Gobierno trajo del ronzal a todos los bancos y cajas ‘sanos’ (las comillas vienen porque se incluía el Popular) y a varias aseguradoras para que compraran capital y deuda subordinada, a pesar de que todos sabían que aquello iba a ser una ruina.
El único que se lo dijo públicamente y se negó a entrar en el juego fue BBVA, como se había negado a acudir a la salida a Bolsa de Bankia. Hay que reconocer que, en ambos casos, Francisco González tuvo muy buena vista (los oídos se los ponía Villarejo). Y de ahí viene la entrañable enemistad que todavía mantiene con Luis de Guindos.
El pecado original
El segundo y principal problema fueron los «precios de transferencia», es decir, el valor al que se traspasaron esos activos tóxicos de las cajas a Sareb. Es verdad que se hizo con mucho descuento respecto al valor al que los tenían en sus balances, pero muy por encima del precio real de mercado, que entonces valoraba a cero los suelos tras el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Pero el socialista Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO) -responsable de la expansión descontrolada de las cajas y de ocultar sus problemas hasta que ya no hubo forma de taparlos- cerró su desastrosa gestión en el Banco de España imponiendo esos precios de transferencia con la tesis de que «si los suelos valen cero, me los compro yo todos». Ahí está el grave pecado original de Sareb, puesto que 11 años después sigue sin poder vender el grueso de sus activos sin incurrir en pérdidas, a pesar de la importante recuperación del mercado inmobiliario español.
El tercer error es achacable al propio Guindos, y fue poner al frente de Sareb a su protegida Belén Romana, después de no conseguir colocarla en el BCE ni en la CNMV. Su obsesión era decir todo el rato que «Sareb ni es un banco ni es malo», y la ingente tarea que tenía la sociedad por delante le venía grandísima. El resultado fue el rotundo fracaso que cabía esperar, que acabó su sustitución por alguien que sí sabía del negocio: el tristemente fallecido Jaime Echegoyen, exconsejero delegado de Bankinter. A Romana no le ha ido mal después: ahora es consejera del Santander.
Causa de disolución
El resultado de todos estos problemas es que Sareb ha perdido dinero en todos los años de su vida hasta un total de 8.213,49 millones (1.506 millones en 2022) y tiene un patrimonio neto negativo de 10.861 millones. Esto obligó a cambiar la ley para que no entre en causa de disolución y pueda seguir operando a pesar de ese agujero, en competencia desleal con el resto de inmobiliarias. Y, más grave, ha obligado a que el Estado inyecte una y otra vez dinero en el FROB (el fondo de rescate bancario a través del que detenta la participación en Sareb) para sacarlo también de la quiebra técnica en que le metía el banco malo.
La puntilla llegó de los mismos que forzaron su creación, la Comisión Europea, cuando obligó a que el Estado asumiera toda la deuda viva de Sareb (todavía le quedan 30.500 millones) como pública con el argumento -aplicado en otros casos- de que, si Sareb no puede devolverla, el Tesoro público tiene que garantizarla. Ante esta situación, no tenía sentido mantener a los bancos y aseguradoras en el capital; además, las entidades ya hace muchos años que amortizaron sus participaciones con valor cero. Y el Gobierno de Pedro Sánchez la nacionalizó en enero del año pasado.
Sánchez, el que faltaba
Una vez nacionalizada, aparte de cargarse al último gestor profesional de Sareb, Javier García del Río, queda el campo libre para que Sánchez meta sus zarpas y la utilice para sus fines electoralistas. Cosa que ha esperado a hacer hasta la precampaña de las autonómicas y municipales, junto con su Ley de Vivienda que limita los alquileres. Por supuesto, esta medida nunca ha funcionado y las no sé cuántas mil viviendas en alquiler social prometidas (perdonen, cada día da una cifra distinta) son inviables porque la gran mayoría no están construidas -y se van a tardar muchos años en hacerlas por falta de mano de obra- y, las que sí existen, están abandonadas u okupadas.
Pero más allá, lo verdaderamente grave es que esto pervierte el objetivo de Sareb impuesto por Bruselas de vender los activos heredados de las cajas rescatadas, en favor de una actividad que va a generar poquísimos ingresos y a largo plazo, así como grandes gastos a corto (construir las viviendas). Es decir, más pérdidas todavía para Sareb.
Pero nuestro presidente, al mismo tiempo que vende estas medidas, acusa al PP de que no se va a recuperar el dinero del rescate, cuando él mismo renuncia a una de las vías para ello. Pero le da igual en la espiral de demagogia y populismo actual, y juega con la falta de memoria y de cultura financiera de su público. Y lo peor es que hasta igual le funciona en las elecciones.