¿Por qué se empobrece la clase media?
La estructura productiva más alejada del consumo, que es la que nos aporta verdadera riqueza, tiene por delante un reto colosal. La baja productividad global sigue siendo en términos generales un problema grave, muy grave. La tendencia a la baja en las últimas décadas es algo estructural, factor esencialmente sufrido en las economías avanzadas.
Se constata cierta decadencia económica (y también otra moral que es muchísimo más grave a largo plazo), aunque a diferentes ritmos, en las economías avanzadas. Este hecho se pone de manifiesto en la tendencia destructora de la clase media, desde la más aristocrática, pasando por la de los profesionales liberales y terminando en los trabajos menos cualificados; y por supuesto también se manifiesta en la inversión.
Desde el año 2006 la tendencia de la productividad es claramente a la baja (a pesar del ajuste que produjo la Gran Recesión del 2008, que ayudó a mejorar en este aspecto a costa esencialmente de quiebras y paro masivo en muchas economías). En el caso de la caída de la inversión como porcentaje del PIB en las economías avanzadas hay que agradecer en parte la noticia, porque hasta el año 2006 buena parte de la inversión se hizo por los gobiernos estatales, autonómicos o locales, vía inversión pública e incrementos de la deuda pública. Muchas de esas inversiones resultaron ser muy ineficientes, por no decir ruinosas, además de excelentes medios para la corrupción y el robo descarado. Por desgracia, la falta de ahorro y perspectivas favorables y la excesiva deuda en las economías avanzadas no ha ayudado a que tome el relevo la iniciativa privada.
El dato más destacable siempre es el comparativo, y en este ámbito se puede observar claramente cómo han sido los países emergentes (y China con un importante peso) los que han incrementado la inversión en la última década. También tienen lógicamente la productividad mucho más elevada los países emergentes que los avanzados (cercana a cero), pero desde el 2008 también la tendencia de la productividad es claramente a la baja en todo el mundo, habiendo caído desde niveles del 6% al 3,8% (caso de economías emergentes incluyendo China), o si excluimos a China del cálculo, ha caído un 50% en ese periodo.
Hay dos ámbitos donde se puede observar también este problema: el mundo empresarial y el mercado laboral, ambos totalmente interrelacionados.
En el mundo empresarial
En el mundo empresarial, cuando más baja es la productividad, más difícil es competir a largo plazo, sobre todo globalmente. En las economías avanzadas existen grandes empresarios que lideran compañías de todo tipo de tamaño, especialmente meritorio el caso de muchos dueños de empresas que se dejan la piel en ello. Sin embargo, la baja productividad no tiene su origen en la parte de empresas que compiten a pesar de las dificultades estructurales y coyunturales (rapiña fiscal, costes regulatorios inútiles, rigideces al libre comercio, ciclos económicos, etc.).
Al contrario, el mayor lastre para la productividad lo ha producido el enfermizo e inmoral intervencionismo político en las economías avanzadas, que alimenta continuamente el aumento del peso de los estados, la subida de los impuestos hasta la confiscación, el imparable déficit público y la deuda pública. Más redes clientelares y más estado del bienestar (bienestar del estado), que también ha ido lógicamente aparejado el engorde de las estructuras burocráticas.
“La estructura del estado se sirve a sí misma” decía J. B. Say, mientras limita y cercena en muchos casos a la persona (empresario) que intenta emprender libremente su curso de acción para mejorar sus condiciones de vida. Por desgracia, no quedan ahí las consecuencias. Lo peor es que corrompe profundamente el alma humana, porque incentiva la dependencia de la propia estructura de poder para conseguir prosperar más rápidamente.
Jamás en la historia de la Humanidad se había llegado tan lejos en el afán de regular y controlarlo todo por parte del poder, ni había tantísima gente dedicada a esa función. Esta tendencia ha desincentivado, y en algunos casos estrangulado por completo, la creatividad empresarial, la libertad de los mercados y ha constreñido el crecimiento y el aumento de la riqueza material e inmaterial, manifestándose su letal efecto sobre la clase media. Esta es seguramente la principal causa de la baja productividad en las economías avanzadas. Lo positivo, es que parece que muchos países emergentes han tomado nota y no parece muy probable que vayan por el camino de crear estructuras populistas inasumibles a largo plazo como las de los países avanzados.
Para un análisis profundo de las causas que han propiciado que se llegue hasta este punto tan irracional y corruptor, donde predominan muchas mentiras y tabúes ya refutadas en el pasado (aunque por desgracia olvidadas por muchos), se requiere de otros ámbitos científicos como la antropología e incluso la teología para poder darle explicación lógica.
Un pequeño apunte en este sentido: cada vez suena menos exagerado que se pueda calificar a muchos gobernantes y burócratas de grandes “instituciones mundiales” financiadas con nuestros impuestos y con la ayuda encomiable de muchas de las más grandes fortunas (hechas o mantenidas en connivencia con el poder), como personas de una soberbia inhumana debido a su pretensión fundar a través de la estructura del estado una nueva pseudo-religión que, a través de la legislación (ley positiva en muchos casos contraria a la Ley en sentido estricto o Ley natural) y a golpe de boletines oficiales, multas, persecución, amenazas y cárcel (llegando al asesinato), con tal de conseguir imponer la perversa ingeniería social que intenta cambiar los fundamentos en los que radica la naturaleza humana.
Realidades como el endiosamiento de la razón o la mal llamada “razón de estado” (la fatal arrogancia explicada por F. Hayek) justifica toda acción política que maneja la estructura del estado para mayor control y sometimiento de la libertad personal mediante la imposición del “derecho” administrativo y fiscal, amenazando la propiedad privada y la misma vida en libertad.
El endiosamiento también de la democracia (por simple aritmética mayoritaria o por consenso, sin límites jurídicos naturales, carece de la mínima moral), de la “solidaridad” impuesta coactivamente, de la “justicia social” (igualitarismo arbitrario), de la falsa “tolerancia” que hace causa defendiendo abiertamente maldades históricas, o la proliferación de nuevas ideologías como la de género, son medios utilizados en muchos países avanzados al servicio del fin último que es justificar lo que moralmente es injustificable: revertir los principios y valores que alumbraron todo lo bueno y noble de la civilización occidental, la Filosofía griega, el Derecho romano y la Religión judeo-cristiana. Profundizar en las causas profundas merece un análisis concienzudo de las ideas que subyacen tras las acciones. No conozco otra forma de entender lo que observamos a nuestro alrededor que nos permita hacer nuestro propio juicio de valor.
Volviendo a la economía actual, una de las principales consecuencias del intervencionismo comentado anteriormente, la podemos observar en el ámbito empresarial a través del crecimiento de empresas zombis, que ya se acercan al 10% de la economía (empresas que no consiguen pagar con sus beneficios actuales los intereses de su deuda acumulada). Es el fruto lógico de la irracional política monetaria de tasas de interés en niveles cero o negativos en las economías avanzadas.
Los vínculos del intervencionismo estatista y con la política monetaria es piedra angular para poder comprender el porqué, o la relación directa entre el poder y el dinero que crea de la nada un banco central y que inyecta a través del sistema bancario principalmente. Una de las perversas consecuencias es la destrucción de la clase media, otra, la que se inflige sobre la productividad. Pero la más grave es la que afecta a la estructura productiva y a la estructura de precios de la economía.
La incidencia en los precios provocada por los incentivos perversos y las intervenciones (manipulaciones) de los gobiernos, históricamente ha originado o favorecido grandes errores en las estimaciones de muchos agentes económicos (misallocation), que se ponen dramáticamente de manifiesto en las recesiones económicas, en las que muchos zombis acaban bien muertos (otros los siguen manteniendo los gobiernos), y lo peor es que contagian a muchos de los vivos.
En el ámbito laboral
La segunda de las consecuencias se puede observar en muchas economías avanzadas en la tendencia bajista del empleo y su calidad, que se mantiene en muchos casos a duras penas mediante la reducción de la jornada laboral. Esto implica un empobrecimiento paulatino de las rentas, con especial incidencia en las clases medias y bajas.
Es cierto que la globalización y la tecnología han tenido y seguirán teniendo un impacto muy importante en esta tendencia, pero no hay que confundir causa y efecto. Hay que reconocer que la flexibilidad del mercado laboral en muchas economías avanzadas es bajísima, y cuando esto se combina con la creciente dependencia de las subvenciones y subsidios del estado corruptor, el funcionamiento del mercado laboral no puede ser bueno para reabsorber y canalizar el empleo hacia donde realmente se demanda. Por ejemplo, en seguridad informática hay una escasísima oferta de trabajadores respecto de la demanda que se necesita en la economía.
No hay que concluir superficialmente, que la globalización y la tecnología son las culpables de la falta de empleo o las reducciones de jornadas laborales en muchos países avanzados. El problema de fondo es que el mercado laboral es rígido porque está hiperregulado por gente que no sabe lo que es trabajar de verdad, y además el estado “mesiánico” ha introducido incentivos perversos para “solucionar” estos problemas mediante el incremento del estado del bienestar y los subsidios, con los que justifica la mayoría de los impuestos con los que nos roba nuestra riqueza y futuro. La mayoría de países emergentes están libres de este pecado grave hasta la fecha y pueden ayudar a que esto cambie en las economías avanzadas si toman el camino contrario.