Zizou, tenemos un problema
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El Real Madrid se acostumbra a perder. Los blancos venían de caer en Girona y cayeron también en Londres. Otro mal partido del equipo blanco, sin fútbol ni ardor guerrero. El Tottenham fue mejor en las áreas, donde el campeón de Europa no llegó ni a aspirante. Un doblete de Dele Alli y un gol de Eriksen pusieron el 3-0 en Wembley. El tanto postrero de Cristiano Ronaldo sólo sirvió para maquillar una derrota que demuestra que, lo admita o no, Zidane tiene un problema.
Repetía elección Zidane, erre que erre con su once (casi) preferido. Vamos, los que se la pegaron en Girona, los que ustedes ya se saben de memoria. Sólo las bajas de Keylor, Carvajal y Varane impedían ver en Wembley el once ideal del Real Madrid. Era un partido para ir con todo y salir de la crisis de una puñetera vez. Era un duelo para tapar bocas. Se los recito por si hay algún despistado: Kiko Casilla de portero, una defensa de cuatro con Achraf, Nacho, Ramos, Marcelo; Casemiro, Kroos, Modric, Isco en el centro, arriba Cristiano Ronaldo y Benzema.
Presionaba muy arriba en Tottenham de salida, pero el Real Madrid enamoró rápido a la pelota. Juego sencillo, a uno o dos toques, con muchos futbolistas dispuestos a asociarse en torno al balón. Los de Zidane también apretaban. Nada que ver con la actitud pasota de Girona, donde a los jugadores sólo les faltó llevar los pantalones cagaos y gorras de plato para ser una pandilla de ninis.
Un cabezazo de Ramos a la salida de un córner fue el primer aviso de que el Real Madrid no había ido a Londres de compras. Era el minuto 5 y los blancos –de negro en Wembley– manejaban el partido con la autoridad silenciosa de Rajoy. Respondió el Tottenham con un balón diagonal al área al que no pudo llegar Harry Kane.
Maneja el Madrid…
Ambos equipos adelantaban sus defensas y hacían del campo una minifalda verde imposible. Sin espacios se imponía la precisión de los centrocampistas del Madrid, mientras que el Tottenham apostaba por un fútbol directo, vertical y sencillo. Su peligro estaba en la movilidad de Kane, que trataba de tender emboscadas en los ángulos ciegos entre Nacho y Sergio Ramos.
Un centro-chut de Trippier, que rozó Casilla, contuvo el aliento del madridismo. Era el 14 y el partido se había girado hacia la ida y vuelta. En ese escenario tenía ventaja el Tottenham, que se gustaba como un gaditano cantando chirigotas. Replegaba y sufría el Real Madrid, sostenido por la gigantesca figura de Sergio Ramos.
… pero marca el Tottenham
Pero en el 26 –no me digan que no se lo avisé– llegó el gol de Tottenham. Fue un desplazamiento diagonal a la banda derecha. Trippier ganó la espalda a un despistado Marcelo, aunque arrancó en fuera de juego. La puso de primeras y allí apareció Dele Alli para robarle la cartera a Nacho y marcar el 1-0. Al Real Madrid le tocaba, otra vez, remangarse y remontar, una película que, como Ben-Hur en Semana Santa, estamos empezando a hartarnos de verla.
Un par de disparos centrados y suaves de Casemiro y Cristiano Ronaldo –que sí, estaba jugando en Wembley– permitieron a los blancos ver la cara a Lloris. El Tottenham dio un paso atrás y regaló espacio y cuero al Real Madrid. Rondaron el gol los de Zidane en una falta lateral de Kroos, que peinó Cristiano y rozó Ramos de espuela.
En el 40 evitó Sergio Ramos el 2-0 al sacar casi bajo palos un remate dentro del área de Kane. La pelota le rechazó en el cuerpo y luego en la mano, así que no hubo penalti. Respondió Benzema –que sí, también estaba en Wembley– con una maniobra individual marca de la casa que abrochó Cristiano con un remate que se estrelló contra un defensor del Tottenham. Y luego pegó una estilosa pero inofensiva volea que atrapó abajo Lloris.
Boca abajo al descanso
Y con el susto en el cuerpo y el partido boca abajo se marchó el Real Madrid al descanso en Wembley. Salió dispuesto el campeón a voltear el duelo. Zidane pasó a defensa de tres con Casemiro de tercer central. Todo para adelantar el punto de partida de Achraf y Marcelo.
Kane, mientras tanto, seguía ganando todas sus batallas individuales. Era un dolor de cabeza para el Real Madrid. Los blancos tocaban despacio y maduraban las jugadas. Una incursión de Marcelo en el 52 la frustró Lloris con la punta de los dedos. Las buenas noticias llegaban desde Dortmund donde el Apoel igualaba el duelo y daba oxígeno al equipo de Zidane.
Alli golpea otra vez
Pero, cuando más apretaba el Real Madrid, el Tottenham hizo el segundo. Fue otra vez Dele Alli. Bailó reguetón con la cintura de Casemiro, se perfiló en el pico del área y su disparo tocó en el cuerpo de Ramos y despistó a Casilla. El campeón estaba contra las cuerdas.
Tocó a rebato en el 60 y a punto estuvo de marcar en un barullo en un córner. Lo evitaron entre Cristiano y todos los defensas del Tottenham. Nada. El Real Madrid volvía a chocarse con su oxidadísima puntería. Calentaban Asensio, Theo y Mayoral. Y entonces llegó el tercero. Fue una contra rápida de los de Pochettino. La pelota llegó a los pies de Kane, que vio perfectamente la incorporación de Eriksen, que batió por bajo a Casilla.
El Real Madrid coqueteaba con la hecatombe. La actitud corporal de brazos bajados y las caras de los futbolistas de Zidane eran un poema, pero no de amor, sino la canción desesperada de Neruda. Wembley coreaba con olés el fútbol del Tottenham, mientras el doce veces campeón de Europa vivía una noche negra.
Desplome y naufragio
Zidane metía de golpe a Asensio y Mayoral por Isco y Benzema. El Madrid era un juguete roto. El cambio de sistema había sido un fiasco. El Tottenham se defendía cómodamente y rondó el cuarto en la cabeza de Dele Alli. Pochettino retiraba del campo a un Kane que había demostrado por qué le gusta tanto al Real Madrid.
De otro barullo en el área londinense en el 79 llegó el gol de Real Madrid. Lo anotó Cristiano Ronaldo, que lo celebró con prisa y rabia. A los blancos les quedaban diez minutos más el alargue para apelar a la heroica. El Madrid sopló y sopló, pero la casa del Tottenham no derribó y se marchó de Londres con una derrota dolorosa y una sensación de que el equipo ha entrado en depresión.
Se mire como se mire, Zizou, tenemos un problema.