Refranes

El refrán que decimos a diario en toda España pero nadie sabe que aparece en la segunda parte del Quijote

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Mazo. Foto: Freepik
  • Ana López Vera
  • Máster en Periodismo Deportivo. Pasé por medios como Diario AS y ABC de Sevilla. También colaboré con la Real Federación de Fútbol Andaluza.

¿Cuántas veces hemos escuchado o pronunciado refranes sin conocer su verdadero origen? Uno de ellos podría ser el siguiente: «A Dios rogando y con el mazo dando».

Esta expresión popular recuerda que la esperanza o súplica deben ir acompañadas de una acción tangible y decidida para lograr tu objetivo. ¿Quieres saber cuál es su origen?

Éste es el origen del refrán «A Dios rogando y con el mazo dando»

Para conocer su verdadero origen debemos remontarnos al Siglo de Oro español, una época de florecimiento literario y cultural donde muchas de estas expresiones populares quedaron plasmadas por escrito. Es en este periodo donde se encuentran las primeras referencias detalladas que nos permiten comprender su significado original.

Concretamente, la obra La philosofia vulgar (1568) de Juan de Mal Lara ofrece una explicación reveladora de este dicho, desglosándolo en dos componentes esenciales.

Por un lado, Mal Lara señala la importancia de tener presente la invocación a lo divino al iniciar cualquier empresa. Sin embargo, enfatiza que esta fe o recuerdo de Dios no debe ser pasiva, sino que debe complementarse con el esfuerzo personal para alcanzar el objetivo deseado.

El autor ilustra esta idea crucial con una anécdota atribuida a San Bernardo. La historia narra la situación de un carretero que se encontraba en una situación difícil. Ante este apuro, el santo le aconsejó: «Yo rogaré a Dios, amigo, y tú entretanto da con el mazo». Esta narración hace hincapié en la necesidad de participar activamente en la resolución de los problemas, sin limitarse únicamente a la plegaria o a la espera de una intervención sobrenatural.

Otro significado del refrán «A Dios rogando y con el mazo dando»

Este refrán ha adquirido una segunda lectura con un matiz crítico e incluso irónico. En el siglo XX, Francisco Rodríguez Marín destacó cómo la expresión también se empleaba para señalar la inconsistencia o hipocresía de ciertas personas, particularmente algunos miembros del clero. En este sentido, se utilizaba para denunciar a quienes profesaban una fe devota pero actuaban de manera contradictoria a sus principios y enseñanzas.

Esta vertiente crítica del refrán sigue vigente en la actualidad. Hoy en día, se utiliza con frecuencia para resaltar la falta de coherencia entre el discurso y la práctica, entre las creencias manifestadas y las acciones concretas de un individuo o incluso de una institución.

La trascendencia de este refrán en la cultura hispana se ven reflejadas en su presencia en destacadas obras de la literatura española a lo largo de los siglos tal y como informa el Centro Virtual Cervantes. Miguel de Cervantes, en la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615), incluye esta sentencia en un diálogo, evidenciando su arraigo en el habla popular de la época.

Posteriormente, en el siglo XIX, José de Espronceda también plasmó esta expresión en su obra Sancho Saldaña o El Castellano de Cuéllar (1884). La inclusión del refrán en este contexto literario reafirma su importancia y sirviendo como un recordatorio constante de la importancia de complementar la esperanza con la acción efectiva.

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