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Procede de Sevilla y su origen es del siglo XV: el popular refrán que (casi) todos detestan

Este es el famoso refrán que quizás nos sorprenda en cuanto al origen se refiere

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Procede de Sevilla y su origen es del siglo XV: el popular refrán que (casi) todos detestan
Sevilla.
Gemma Meca
  • Gemma Meca
  • Licenciada en Historia, máster en Periodismo y Comunicación Digital. Redactora en Ok Diario. Cuento historias, soy amante de los astros, sigo a la luna, los TT de Twitter y las tendencias en moda. Experta en noticias de consumo, lifestyle, recetas y Lotería de Navidad.

Hay un refrán popular que tiene que ver con Sevilla, casi todo el mundo odia y más después de saber qué significa. Ha llegado el momento de empezar de saber de dónde vienen esas formas de hablar que tenemos. El español es una de las lenguas más ricas del mundo, en cuanto a palabras se refiere, pero también a una manera de hablar que tiene sus peculiaridades. Como todas las lenguas del mundo, cuánto más la conocemos más nos gusta. Sin duda alguna, estamos ante un elemento, un refrán popular que puede ser el que más haya decido.

De niños o de mayores, cuando alguien deja una silla libre, en seguida nos viene a la mente esta manera de hablar que puede acabar siendo lo que marque esta diferencia importante. La riqueza de una lengua es la que ha llegado desde una historia que debemos conocer y que quizás hasta ahora nunca antes hubiéramos imaginado. Es hora de empezar a pensar en todo lo que tenemos por delante y en la manera de poder afrontarlo. Este refrán que dice algo muy importante de la ciudad de Sevilla y una silla no debemos perdernos de vista.

Procede de Sevilla del siglo XV

Este famoso refrán que o te encanta o lo odias tiene ya unos años y está relacionado con la ciudad de Sevilla. En aquellos tiempos muchos son los cambios que llegaban de ella, siendo una de las primeras que empezó a recibir las materias del nuevo mundo, esta puerta de entrada del que sería uno de los imperios más grandes que ha habido nunca.

Sevilla fue en la Edad Moderna un punto de enclave en el que muchos querían estar y no es casualidad. Es un punto importante de una España que en aquellos tiempos se consideraba una de las primeras potencias mundiales. Una historia gloriosa es la que nos precede y hace que la lengua se acabe convirtiendo en una fuente de buenas sensaciones que quizás hasta ahora nunca hubiéramos imaginado.

Es hora de empezar a pensar en esos refranes que pasan a la historia, que son los que se mantienen en tiempo y sin duda alguna, acabarán marcando un antes y un después. En este camino de la lengua española hasta ser lo que hoy en día es, una de las más potentes del mundo, en parte gracias a ese pasado que recordamos con refranes de este tipo.

El popular refrán que todos detestan de Sevilla

Es imposible que alguien no haya escuchado esa frase muy típica: «Quién se va a Sevilla pierde su silla». Esa famosa silla de la que se habla tiene su origen en el siglo XV y ha acabado siendo una de las más populares más de medio milenio después. Es una frase que todos hemos dicho y que quizás nos acabe sorprendiendo por un origen que nadie hubiera imaginado y que quizás hasta ahora no habíamos contemplado.

La historia completa nos la cuenta tu guía de Sevilla: «Fonseca I nació en Toro (Zamora) y había nacido en el seno de una familia de modestos hidalgos de origen portugués. Fue arzobispo de Sevilla en tiempos de Enrique IV (hermano de Isabel la Católica), al que le unía una estrecha amistad. Durante su estancia en Sevilla entre 1454 y 1460, su sobrino Fonseca II (educado bajo su tutela), sería nombrado deán de la catedral de Sevilla. El propio rey Enrique IV, dada la estrecha relación que mantenía con Fonseca I, fue quien intercedió ante el papa para que le otorgaran a Fonseca II el deanato hispalense. Al morir el arzobispo de Santiago Rodrigo de Luna, fueron varios los candidatos que quisieron aspirar a la «silla» vacante. De nuevo la intercesión de el rey con el papa daría como resultado que fuera Fonseca II el elegido en el año 1460. El nombramiento no gustó en la sede compostelana a muchos de los nobles y religiosos locales, y el ambiente se enrareció de tal forma que Fonseca I no creía que fuera el lugar más indicado para mandar a su inexperto sobrino. Con la aprobación tanto regia como pontificia, se permutaron las sedes, ocupando el tío la compostelana hasta que la situación se relajara y su sobrino ocuparía temporalmente la de Sevilla (1460-1464). En 1463 la situación en Santiago comienza a estabilizarse, algo que hace a Fonseca I pensar en volver a Sevilla, aunque la situación en la ciudad gallega no estaba del todo solucionada. Cuando Fonseca II se entera de las intenciones de su tío de recuperar su cargo, se atrinchera en la catedral sevillana, provocando un grave conflicto en la ciudad del Guadalquivir entre partidarios del tío y del sobrino. De nuevo sería necesaria la intervención del rey y del papa para establecer las normas, teniendo Fonseca II que marchar definitivamente a Santiago para ocupar su cargo, recuperando así Fonseca I la sede hispalense. Fonseca el Mozo fue arzobispo de Sevilla entre 1460 y 1464, año en el que la recupera su tío Fonseca el Viejo, manteniéndose en el cargo hasta su fallecimiento en 1473. En estos hechos, cuando Fonseca II ocupaba el arzobispado de Sevilla y se negaba a devolverlo a su tío, es cuando muchos ubican el origen de la famosa expresión, nacida entre los partidarios del sobrino. La frase original tendría justamente el significado contrario al actual. El dicho popular original parece que fue «quien se fue de Sevilla perdió su silla», derivando con el paso del tiempo en «quien fue a Sevilla perdió su silla».

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