Conmoción absoluta entre los científicos tras desenterrar un huevo fósil de 68 millones de años en la Antártida
Lo que parecía un objeto sin forma clara, enterrado en sedimentos antárticos, terminó convirtiéndose en uno de los hallazgos más extraños de los últimos años. No era una roca ni un resto vegetal, y no encajaba con nada conocido a simple vista. Solo tras un análisis minucioso empezó a cobrar sentido.
Reconstruido pieza a pieza, el fósil resultó ser un huevo de dimensiones descomunales, con una antigüedad estimada de 68 millones de años. Se trata de un hallazgo que obliga a revisar ideas muy asentadas sobre cómo se reproducían algunos de los grandes reptiles del Cretácico.
El descubrimiento fue documentado por un equipo internacional de paleontólogos y publicado en la revista científica Nature. A partir de este fósil, encontrado en la isla Seymour, los investigadores plantean un escenario nuevo para la reproducción de los grandes depredadores marinos del pasado.
El hallazgo de un inesperado huevo fósil bajo el hielo antártico
El huevo fue localizado en una zona rica en restos fósiles, pero su aspecto inicial desconcertó a los expertos. No tenía la forma clásica de un huevo. Estaba aplastado, plegado y con una textura que recordaba más a una bolsa vacía que a una estructura rígida.
El análisis microscópico de su pared reveló la clave. La cáscara era extremadamente fina, de apenas fracciones de milímetro, y carecía de poros visibles. En lugar de una estructura dura y calcificada, presentaba capas superpuestas, similares a las de los huevos blandos de algunos reptiles actuales como lagartos o serpientes.
Con casi 28 centímetros de largo y más de 20 de ancho, se trata del mayor huevo de cáscara blanda jamás encontrado y uno de los más grandes conocidos en cualquier animal. Los investigadores le dieron el nombre científico de Antarcticoolithus bradyi, con el apodo informal ‘The Thing’.
La deformación del fósil se explica porque el huevo colapsó tras la eclosión. No se aplastó por el peso del sedimento, sino que perdió su forma al quedar vacío, algo coherente con una cáscara flexible.
Qué nos dice este huevo fósil sobre los reptiles prehistóricos
Hasta ahora, muchos científicos creían que los grandes reptiles marinos, como los mosasaurios, parían crías vivas en el mar abierto. Esta idea se apoyaba en restos de ejemplares jóvenes hallados lejos de la costa. El huevo antártico sugiere que, al menos algunas especies, seguían otra estrategia.
Su estructura indica que fue puesto en el agua o en zonas muy poco profundas y que la cría habría salido casi de inmediato. No estaba pensado para incubarse durante semanas, como los huevos duros de dinosaurio, sino para una eclosión rápida.
Cerca del fósil se encontraron restos de Kaikaifilu hervei, un enorme mosasaurio de más de 10 metros de largo. Por tamaño y contexto, encaja bien como posible progenitor, aunque no se puede afirmar con total certeza. La zona también conserva huesos de reptiles marinos jóvenes, lo que apunta a un entorno usado como área de cría.
El hallazgo refuerza una idea que gana peso en los últimos años: los huevos de cáscara blanda fueron mucho más comunes en el pasado de lo que se pensaba. Incluso algunos dinosaurios terrestres parecen haberlos utilizado.
La Antártida, hoy helada y hostil, habría sido en su momento un entorno clave para la vida marina, capaz de preservar incluso las estructuras más frágiles durante millones de años.