Vacunas

Cómo diseñar una vacuna que cure en vez de solo prevenir

Se dice que las vacunas previenen la enfermedad. La pregunta es ¿tienen algún tipo de efecto curativo también?

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Vacunas terapéuticas

Confiar en vacunas milagrosas

Vacuna curativa
Diseñar una vacuna que cure.
Francisco María
  • Francisco María
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Tradicionalmente las vacunas se han enfocado en la prevención. Se usan básicamente para evitar o moderar las enfermedades. Ahora la ciencia ha puesto la mira en un nuevo tipo de vacunas, que puedan aplicarse en alguien que ya esté enfermo y lo curen. Se puede decir que ya son casi una realidad.

Entender la diferencia clave

Una vacuna preventiva enseña al cuerpo a reconocer un microbio que todavía no ha entrado al cuerpo. Una vacuna terapéutica, o sea, curativa, llega cuando el cuerpo ya está en guerra: la enfermedad ha creado mecanismos para esconderse.Vacunas

Cuando una enfermedad ya está instalada, el organismo suele estar “tolerante” o incluso “engañado” por la enfermedad. La vacuna terapéutica tiene que romper esa tolerancia y despertar una respuesta inmune potente.

El “blanco” de la vacuna

Una vacuna curativa debe decidir contra qué molécula debe entrenar al sistema inmune. Este “blanco” debe cumplir tres condiciones:

  • Estar presente casi exclusivamente en las células enfermas.
  • Ser esencial para la supervivencia o la malignidad de la célula enferma.
  • Ser lo suficientemente “visible” para que las células inmunitarias lo reconozcan.

El cuerpo de una persona enferma normalmente ignora o suprime las respuestas contra sus propias células. Para romper esa tolerancia es necesario utilizar una o varias estrategias. Por ejemplo, administrar adyuvantes muy potentes; estos son moléculas que alertan al sistema inmune.

También se emplean vectores virales. Se mete el gen del antígeno dentro de un virus inofensivo que infecta las células y hace que presenten el antígeno de forma muy alarmante. Así mismo, se pueden emplear células dendríticas cargadas: se extraen del paciente, se “educan” en el laboratorio con el antígeno y se reinyectan.

Las estrategias

Para curar no basta con los anticuerpos, ya que también son necesarios los linfocitos T citotóxicos (CD8+). Estos son capaces de reconocer y destruir directamente la célula enferma. Para lograrlo, se diseñan vacunas que favorezcan la respuesta Th1, es decir, la que activa a los CD8.

El tumor pone una especie de “freno” a los linfocitos T; por lo tanto, debe suprimirse ese obstáculo, mediante el uso de “inhibidores de puntos de control”. Para ello, se usa ARN mensajero, pero codificando los neoantígenos personales del tumor del paciente.

Hay dos grandes enfoques:

  • Vacunas personalizadas. Se secuencia el tumor del paciente, se identifican sus neoantígenos únicos y se fabrica una vacuna a medida. Es muy efectiva, pero cara y lenta (2-3 meses de fabricación).
  • Vacunas “off-the-shelf”. Se eligen antígenos compartidos por muchos pacientes. Estas vacunas son más baratas y rápidas, pero un poco menos eficaces.

Perspectivas y obstáculos

Ya están en marcha varias vacunas curativas que muestran resultados prometedores. Por ejemplo, la Sipuleucel-T (Provenge) para el cáncer de próstata metastásico, que fue aprobada desde 2010. De momento, aumenta la supervivencia media 4 meses.

También está la vacuna contra VPH terapéutica (VGX-3100) que elimina lesiones precancerosas del cuello uterino en más del 50% de las mujeres tratadas. Así mismo, hay vacunas de ARN contra melanoma personalizado (Moderna y Merck); estas han reducido el riesgo de recaída en un 44%.Vacunas

Sin embargo, todavía existen varios obstáculos. Por ejemplo, se ha visto que una parte del tumor puede perder el antígeno y escapar. A esto se le llama “heterogeneidad tumoral”. Así mismo, algunos tumores crean un “microambiente inmunosupresor”. A esto se suman los efectos secundarios (como vitíligo y tiroiditis) y los altos costos de estos procedimientos.

El futuro cercano

La combinación de inteligencia artificial para predecir neoantígenos, la mejora de vectores virales y ARN mensajero y la llegada de nuevas generaciones de adyuvantes está acelerando el desarrollo de las vacunas curativas.

Muchos expertos creen que en la próxima década tendremos vacunas terapéuticas aprobadas para cánceres frecuentes (pulmón, mama, colon). Posiblemente también para infecciones crónicas como hepatitis B, hepatitis C residual y, tal vez, algún día, VIH.

Los tratamientos serán cada vez más personalizados y también habrá blancos compartidos más inteligentes. Hasta el momento, los avances han permitido salvar miles de vidas.

Conclusión

Si alguien ya está enfermo, una vacuna no sirve como tratamiento. No elimina el patógeno ni reduce los síntomas. Para eso existen otros recursos, como antivirales, antibióticos o cuidados médicos según el tipo de infección. La vacuna actúa antes, siempre antes. Su fuerza reside en esa capacidad de adelantarse a la enfermedad.

La historia de la medicina ofrece ejemplos muy claros de la eficacia de este enfoque. La viruela, por ejemplo, fue una de las enfermedades más devastadoras de la humanidad hasta que las campañas masivas de vacunación lograron su erradicación en 1980. También la poliomielitis o el sarampión han disminuido drásticamente en los países con buenos programas de inmunización. Cuando la vacunación baja, estas enfermedades reaparecen, lo que demuestra lo frágil que puede ser ese equilibrio si no se mantiene el esfuerzo preventivo.

Además de la protección individual, las vacunas ofrecen un beneficio colectivo: la inmunidad de grupo. Cuando la mayoría de las personas está inmunizada, los microorganismos encuentran muchas menos oportunidades para transmitirse. Esto protege especialmente a quienes no pueden vacunarse por motivos médicos, creando una barrera comunitaria de defensa.

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