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Vacunas terapéuticas: cuando la inmunología ataca infecciones crónicas

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Vacunas terapéuticas.
Francisco María
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Durante más de un siglo, las vacunas se entendieron casi exclusivamente como una forma de prevención: pequeñas dosis de entrenamiento para el sistema inmunitario, capaces de preparar al cuerpo antes de enfrentarse a una infección real. Sin embargo, en los últimos años la inmunología ha ido más allá de ese concepto. Hoy se habla de vacunas terapéuticas, diseñadas no para prevenir, sino para tratar enfermedades ya instaladas. Este enfoque representa una de las fronteras más fascinantes de la medicina actual: aprovechar la inteligencia natural del sistema inmune para combatir infecciones crónicas que hasta ahora parecían inquebrantables.

De la prevención a la terapia: una revolución conceptual

Las vacunas clásicas enseñan al organismo a reconocer un enemigo antes de que aparezca. En caalmbio, las vacunas terapéuticas buscan recordarle al sistema inmunitario cómo luchar contra un enemigo que ya lo ha engañado. En infecciones crónicas como el VIH, la hepatitis B o el virus del papiloma humano (VPH), el patógeno logra esconderse o desactivar las defensas del cuerpo, estableciendo una convivencia silenciosa pero peligrosa.Vacunas

La idea de una vacuna que pueda revertir esa situación parece ambiciosa, pero los avances recientes muestran que es posible. Al estimular de nuevo las células inmunitarias, especialmente las que destruyen células infectadas, estas vacunas podrían reactivar respuestas dormidas y ayudar al organismo a recuperar el control sobre la infección.

¿Cómo funciona una vacuna terapéutica?

Aunque su propósito es distinto, una vacuna terapéutica comparte ciertos principios con las preventivas: ambas presentan antígenos al sistema inmune para activar una respuesta específica. Lo que cambia es el contexto y la estrategia.

Selección precisa de antígenos:

En una infección persistente, los virus cambian constantemente para escapar del reconocimiento inmunitario. Por eso, estas vacunas se diseñan con antígenos “conservados”, es decir, partes del virus que apenas mutan, o bien con combinaciones de varios fragmentos para cubrir más frentes a la vez.

Estimulación de linfocitos T citotóxicos:

A diferencia de las vacunas tradicionales, que se enfocan en producir anticuerpos, las terapéuticas se centran en activar linfocitos T capaces de destruir directamente las células infectadas. Esta respuesta celular es crucial para limpiar los reservorios donde el virus se esconde.

Uso de vectores y adyuvantes potentes:

Como las infecciones crónicas suelen agotar el sistema inmunitario, se necesitan adyuvantes de nueva generación o vectores virales (como adenovirus o ARNm) que provoquen una respuesta más vigorosa y duradera.

Terapias combinadas:

En muchos ensayos clínicos, las vacunas se combinan con antivirales o con fármacos que “despiertan” las defensas inmunitarias, como los inhibidores de puntos de control (anti-PD-1, anti-CTLA-4). El objetivo es crear un entorno donde el sistema inmune vuelva a reaccionar con fuerza.

Aplicaciones en infecciones crónicas

VIH: el desafío mayor

El VIH ha sido el campo de prueba más exigente para este tipo de vacunas. Aunque la terapia antirretroviral ha transformado la infección en una enfermedad controlable, el virus nunca desaparece del todo: se esconde en reservorios celulares inaccesibles. Las vacunas terapéuticas buscan activar las células T para identificar y eliminar esas células infectadas.

En los últimos años, varios ensayos han utilizado vectores virales o vacunas de ARNm que expresan proteínas del VIH. Los resultados, aunque todavía parciales, muestran reducciones en la carga viral y periodos prolongados sin medicación en algunos pacientes. La combinación de estas vacunas con anticuerpos neutralizantes o moduladores epigenéticos está abriendo nuevas perspectivas.

Hepatitis B: hacia la eliminación funcional

Más de 250 millones de personas viven con infección crónica por el virus de la hepatitis B (VHB). Los tratamientos antivirales actuales logran suprimir la replicación viral, pero raramente consiguen eliminar el virus por completo. El problema principal es que el sistema inmunitario pierde la capacidad de reconocer el antígeno HBsAg, un marcador clave del virus.

Las vacunas terapéuticas contra el VHB buscan “romper” esa tolerancia. Algunas usan ADN plasmídico o ARNm para inducir una respuesta combinada de anticuerpos y linfocitos T. Los ensayos más recientes, que combinan vacunas con antivirales, han mostrado que una proporción creciente de pacientes logra eliminar el HBsAg, acercándose al ideal de una curación funcional.

Virus del papiloma humano (VPH) y lesiones precancerosas

El caso del VPH es especial: las vacunas preventivas actuales funcionan muy bien, pero no sirven para quienes ya están infectados. Aquí entran las terapéuticas, que apuntan directamente contra las proteínas virales E6 y E7, responsables de transformar células normales en cancerosas. En mujeres con lesiones precancerosas, varios estudios han demostrado que estas vacunas pueden favorecer la regresión de las lesiones al reactivar linfocitos T capaces de eliminar las células infectadas.

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Desafíos pendientes y perspectivas futuras

Aun con todos estos avances, los retos son significativos. Los virus crónicos son expertos en mutar, lo que dificulta crear antígenos universales. Además, el agotamiento de los linfocitos T sigue siendo una barrera importante: después de años de exposición constante al virus, las células inmunitarias pierden su capacidad de respuesta. A esto se suman los costos y la complejidad de combinar vacunas con otros tratamientos personalizados.

Sin embargo, el panorama futuro es esperanzador. La integración de inteligencia artificial en el diseño de antígenos, el uso de nanopartículas y la identificación de epítopos personalizados están impulsando una nueva generación de vacunas más precisas y efectivas. La frontera entre prevención y tratamiento se difumina poco a poco.

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