‘Le quattro stagioni’ ejemplo de avidez investigadora
Laura Girotto dice un adiós a la isla después de 28 años tejiendo perseverante su impronta como coreógrafa y pedagoga
En su última función conjuga en una voz coral las notas de Antonio Vivaldi, el baile urbano que practica su hijo Miquel Anglada Girotto y sus propios dibujos corporales en danza contemporánea
En su libro El viaje de una bailarina (2019), Laura Girotto sintetiza sus años de trayectoria recordándonos que, ese viaje, es un camino trazado y que debes tener fe para seguirlo, porque las dificultades forman parte del viaje. Precisamente esas dificultades son las que han provocado decirle un adiós –esperemos que temporal- a la isla, después de 28 años tejiendo perseverante su impronta como coreógrafa y pedagoga, siendo Espai R el eje central de lo que siempre le ha inspirado: “La investigación constante” (R de recerca) en el dominio de la danza contemporánea.
Esta italiana menuda, de gestos elegantes, llegó a la isla en enero de 1994 procedente de París, y allí regresa buscando indagar cómo ha evolucionado el mundo creativo que abandonó hace 28 años. Pero antes, ha querido dejar sobre la corteza del escenario un último ejemplo de su avidez exploradora, y esta es la razón de convocarnos en el Teatre Principal a una única función e irrepetible, que conjura en su carácter improrrogable la naturaleza misma de la danza: la levedad del tiempo transformado en inspiradas evoluciones.
Para ello ha elegido Laura Girotto apostar por “el encuentro único, insólito, entre diferentes lenguajes de la danza”, y añadiendo un desafío especial: el hecho de crear “algo de danza contemporánea sobre una música clásica que para mí es un gran reto, un gran desafío”. Como ella dice, el resultado final “es cosa de tres, porque la música juega también un papel protagonista”.
Y la apuesta adquiere aquí una especial complejidad, porque en el fondo de lo que se trata es de conjugar en una voz coral las notas de Antonio Vivaldi, el baile urbano (breakbeat, asociado al hip hop) que practica su hijo Miquel Anglada Girotto y sus propios dibujos corporales en danza contemporánea.
Empleo la palabra ‘dibujos’ intencionadamente, porque, en realidad, lo que vemos evolucionar en Le quattro stagioni son bocetos en una permanente búsqueda de identidades desarrolladas a través de solos y de peculiares pas de deux, en los que Vivaldi se observa a sí mismo justo 300 años después. No parece casual que Laura Girotto haya elegido una grabación concreta, la que tuvo lugar en Tel Aviv, 1982, con Zubin Mehta dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Israel.
Todos tenemos nuestras debilidades a la hora de ir a escuchar aquella música que nos conmueve y también nos mueve a dar lo mejor en los diálogos del cuerpo con un sonido envidiablemente evocador. Imagino que fue la única condición que le puso a su hijo Miquel llegado el momento de poner a prueba la capacidad de encuentros y de introversión.
Es, en efecto, Le quattro stagioni es un ejercicio de investigación que vemos nacer sin intermediación alguna, puesto que en realidad no es la coreografía en sentido estricto, sino los pensamientos expresados en movimiento con el impulso que les da la fascinación por la belleza de esta obra cumbre nacida en el barroco veneciano.
No hay una relación explícita entre los gestos y la partitura; sencillamente lo que hay son pensamientos abstractos expresados a través del dialogo entre diferentes lenguajes del baile. Incluso cuando son desplazamientos dubitativos que solamente conectan con la música a través de gestos instantáneos y esporádicos, él sumido en el enjambre urbano, ella siempre mecida en magistral sintonía con el cuerpo a veces inerte, otras en comedida explosión de afinidades ante los recorridos del violín.
Un silencio reverencial dominará en la sala de principio a final; un acto sin palabras para agradecerle los años dedicados a predicar sus conocimientos.