Sabina: «No pisaré escenarios mientras la gente esté con mascarilla, sin poder fumar ni tomar una copa»

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El cantautor Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) ha sido este martes la estrella invitada al Instituto Cervantes de Madrid, donde ha asegurado que no volverá a dar conciertos mientras continúen vigentes las medidas sanitarias de la pandemia. Esto es, las mascarillas, la distancia de seguridad y la obligatoriedad de ver sentados el espectáculo.

«No pienso volver a los escenarios mientras la gente esté con mascarilla, no pueda levantarse o no pueda fumar o tomar una copa. Me temo que eso no será hasta dentro de un año y medio por lo menos. Pero sí volveré para decir ‘hola y adiós’», ha anunciado Sabina.

En un coloquio con el poeta Benjamín Prado y la periodista Nativel Preciado, el autor de ’19 días días y 500 noches’ ha afirmado que se encuentra «bien» después de «haber sobrevivido a todas las maldades que han asolado»: «No he tenido Covid, me he portado como un ciudadano ejemplar, no he salido, he llevado mi mascarilla pero he seguido fumando y bebiendo», ha comentado.

Durante el encuentro, el cantante ha repasado varios momentos de su vida y ha reconocido que «yo no he sido nunca un padre ejemplar, ni un marido ejemplar ni un amante ejemplar, pero creo que he sido un amigo leal».

Aunque ha asegurado que el dinero nunca le ha «importado nada», ha matizado que ha empezado a pensar en el dinero «desde hace un par de años», para poder asegurar que a sus hijas no les pasa lo que a la mayoría de jóvenes, que no pueden «vivir mejor que sus padres». «Yo quisiera que por lo menos vivieran igual», ha defendido.

«Aún no me considero un hijo de puta»

En referencia al miedo escénico al dar un concierto, el artista ha explicado que ha tenido y en lo últimos años sigue teniendo «verdadero miedo escénico». No obstante, ha explicado que su miedo escénico no es a la multitud, sino a que el público «se ha gastado un dinero que no les sobra en comprar una entrada» y siempre piensa que no les va a «dar tanto como esperan».

Sabina también ha indicado que no tiene nada que reprocharle a la vida: «En realidad no me falta nada, estoy moderadamente en paz conmigo mismo, teniendo en cuenta además que la gente de mi generación pensábamos que no íbamos a ser nunca adultos porque los adultos eran unos hijos de puta. He llegado a los 72 años y aún no me considero un hijo de puta y con eso me basta».

Haciendo un repaso al comienzo de su carrera, Sabina ha dicho que no recuerda «un solo momento» en su vida en el que «decidiera o pensara que iba a ser cantante», ya que su principal pasión era, y «lo sigue siendo», leer.

«En mi casa apenas se escucha música y menos mía, la que se escucha es buena música», ha bromeado el artista, al tiempo que ha comentado que con 20 años ya cantaba para ganarse la vida «en restaurantes de más que dudosa reputación».

«Cuando volví de Londres, cuando murió Franco, empecé a oír lo que se hacía por aquí y me di rápidamente cuenta de que las canciones que yo querría oír no sonaban en la radio ni estaban en ningún lado. La falta de atención y de magia en las letras era bastante asombrosa», ha manifestado.

Por ello, el cantante ha asegurado que fue una decisión de «tratar de dignificar literariamente las letras de las canciones» y que pensó que podía aprovechar el «cierto oído» que tenía para pasar lo que escuchaba en las calles y en los barrios a la literatura».

El músico ha depositado un legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes que incluye la colección completa de la revista argentina ‘Sur’ con los 371 números publicados entre 1931 y 1992 y que han sido guardados en la caja de seguridad número 1.237 de la cámara acorazada de la sede.

Asimismo, y entre los objetos personales donados por el artista, destaca uno de sus sombreros negros, manuscritos de canciones, cuatro dibujos de cuatro gallos de pelea, un dibujo de una pareja asturiana y una colección de fotos con sus amigos, entre los que se encuentran Mario Vargas Llosa o Luis García Montero.

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