Muere Fernando Múgica, un reportero de película

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El fotoperiodista Fernando Múgica.

El periodista Fernando Múgica Goñi ha fallecido este jueves a pocos días de cumplir los 70 años. Y ha ido a morir cuando ya no volaban balas sobre su cabeza, ni explotaban proyectiles de mortero junto a él. Por no correr peligro, ya ni corría delante de furgonetas camufladas en caminos escondidos y embarrados a las afueras de una mina asturiana.

Muere Múgica no porque le venza la muerte, sino porque le deja la vida tras una larga convalecencia. Muere Múgica después de una vida asistiendo a la historia, una de esas vidas que uno miraría extasiado desde la butaca de un buen cine pensando en que el guionista exagera.

Llevaba ya seis o siete años fuera del periódico, pero a ningún periodista le extrañaba tropezarse con él en los pasillos de la redacción de El Mundo, que Fernando Múgica Goñi fundó y donde ejerció gran parte de su carrera. Mochila al hombro, donde guardaba su equipo, este fotoperiodista se había bajado hacía unas décadas del vértigo de las guerras para pasar otras tantas sentado en la redacción, impartiendo un amable magisterio de clases prácticas a los nuevos plumillas.

«No sé si decir que se ha ido el último reportero. Desde luego, el único que he conocido que era tan grande como persona como lo fue como periodista», evoca Víctor de la Serna, fundador de  El Mundo, como él.

A su lado hemos aprendido muchos de los que hoy juntamos letras en los periódicos y del acetato de sus negativos han compuesto su mirada bastantes de los que hoy se juegan la vida en Siria, Irak, Sudán del Sur, Idomeni, Libia… Múgica nunca se dio importancia, como los buenos protagonistas que ocupan la pantalla de un modo casi casual, ofreciendo más el punto de vista que la conclusión, más el enfoque que el objetivo.

«Con él aprendías hasta cuando estaba bromeando, que era casi siempre. Aprendías a ser periodista a su lado», recuerda Enrique Falcón. «A ser periodista y a ser persona. Fue siempre un maestro».

Las conversaciones con Fernando eran de pasillo, porque siempre iba de paso, nunca estaba, como los meandros de los ríos fangosos del sudeste asiático que vadeó en los años 70 para La Gaceta del Norte, Deia, TVE o Diario 16. Se dejaba caer, y elegantemente accedía a compartir una de las batalla de ‘la tribu’ a su paso por las guerras de medio planeta, por supuesto salpicadas con los avatares mundanos del whisky bajo los misiles, los mosquitos como cocodrilos y las broncas con directores y redactores jefes. Vacío de toda egolatría.

Fue su obra la que le dio importancia, pues en la ejecutoria periodística de Fernando Múgica es quizá donde uno mejor puede sostener que los  premios fueron sólo el reconocimiento de un derecho adquirido, consecuencia lógica de su respeto por los hechos, que fotografió tecla en mano y describió con su cámara colgada al cuello.

La vida de este pamplonés –»un navarro de pro, un pedazo de periodista y, sobre todo, una magnífica persona», recuerda Miguel Ángel Turci– no necesitaría dramatizaciones para ser encuadernada como argumento de un estreno de Hollywood. No le faltó hasta una salida indeseada del periódico de su vida, hastiado de sus propias historias, y desencantado con una verdad que nadie quería saber. Pero también eso se arregló –cámara en mano, cómo no– en un reciente mes de febrero.

Antes, en el cénit de todo, había fundado periódicos, dibujado chistes, revelado las imágenes de la historia del siglo XX en su cuarto oscuro y publicado en los medios más prestigiosos del planeta: el New York Times, la revista Time, los diarios The Guardian The Independent… Incansable perseguidor de los enigmas, persiguió los agujeros negros del 11-M, coordinó desde Madrid espectaculares coberturas de las guerras de Estados Unidos, pisó Irak y Yugoslavia hasta que dejaron de serlo, y con su obturador supo inmortalizar la muerte en el Yom Kipur, en Corea o en Vietnam, donde él apagó la luz y cerró la puerta tras la caída de Saigón.

Precisamente, su última gran historia es la que mas duele a algunos de sus compañeros de mesa, tinta y rotativa. «A la hora de los obituarios, leo que muchos compañeros dejaron de hablarle por su investigación del 11-M, y eso me deja tan estupefacto como dolido», destaca De la Serna. «En el futuro, esa labor será reivindicada por quienes regresen a hurgar en la mayor historia que el periodismo español haya intentado olvidar desde que recuperamos la democracia».

Ahora que el oficio está en épocas oscuras extrañará más que nunca a este hombre lleno de luz personal, sus infinitos amigos y pupilos lo llorarán hasta la tormenta, como las de aquellos monzones, y su mesa de luz se fundirá a negro. Porque se ha acabado la vida de un reportero de película.

La vida sigue, en la sala de cine se encienden las luces, y para mañana hay otro periódico que hacer.

Fernando Múgica Goñi nació en Pamplona el 7 de junio de 1946 y murió en Madrid el 12 de mayo de 2016.

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