Edad Media

La costumbre más asquerosa de toda la Edad Media: Isabel La Católica también lo hacía a menudo

Costumbre más asquerosa de la Edad Media
Ilustración de Isabel la Católica con un recipiente de orina. Foto: ilustración propia.

Durante la Edad Media, Europa experimentó un cambio profundo en la forma de vida de sus habitantes. La organización social, la religiosidad y la cotidianeidad se vieron influidas por las condiciones materiales y por la falta de avances científicos en el ámbito de la salud. En este contexto, mantenían una costumbre más asquerosa de lo que uno podría imaginarse.

Y es que el concepto de higiene, tal como se entiende hoy, era prácticamente inexistente. Las ciudades medievales presentaban calles estrechas, ausencia de alcantarillado y vertidos constantes de residuos. En ese marco, surgieron prácticas que hoy son recordadas como insalubres. Incluso la nobleza y la realeza las incorporaban en su rutina diaria.

¿Cuál era la costumbre más asquerosa de toda la Edad Media?

Entre las prácticas más llamativas se encuentra el uso de la orina con fines de higiene personal. Los nobles, incluidos reyes y reinas como Isabel La Católica, recurrían a este líquido corporal para realizarse exfoliaciones faciales. Se creía que cuanto más caliente estuviera, mayores eran los beneficios para la piel.

La explicación se encontraba en la presencia de amoníaco, un compuesto que ayudaba a limpiar y desinfectar. Aunque hoy la idea pueda resultar repulsiva, en aquel entonces era considerada una técnica eficaz para mantener un aspecto saludable.

Sin embargo, la ciencia actual demostró que este hábito no sólo carecía de beneficios reales, sino que además podía provocar irritaciones e infecciones.

El pueblo llano y la insalubridad urbana

Mientras la nobleza utilizaba la orina como cosmético, la población común vivía rodeada de residuos. Según la investigadora Ieva Reklaityte en su dossier Las condiciones higiénico-sanitarias en las ciudades europeas: introducción al análisis, las letrinas medievales solían estar ubicadas en patios de viviendas, muy cerca de pozos de agua potable.

Esta proximidad generaba una constante contaminación y favorecía la propagación de enfermedades.

Los desechos también se arrojaban a las calles desde las ventanas, generando malos olores y focos de infección. En ciudades como Londres o París existían letrinas públicas construidas sobre ríos o cloacas abiertas.

El historiador Julio Valdeón Baruque, en su obra Vida cotidiana en la Edad Media, explica que estas instalaciones eran insuficientes y contribuían a ensuciar aún más el entorno urbano.

Incluso en el siglo XVII, ya entrada la Edad Moderna, este sistema seguía vigente. El historiador Roger-Henri Guerrand narra cómo en Francia un intento de eliminar retretes colectivos provocó una rebelión, con vecinos que defendían su continuidad argumentando que sus familias siempre los habían usado.

Higiene bucal con orina: una costumbre más asquerosa que la anterior

La preocupación por la limpieza dental también estuvo marcada por soluciones rudimentarias. Los llamados «sacamuelas», en realidad barberos ambulantes, extraían piezas dentales en condiciones insalubres y sin anestesia. Para evitar llegar a este punto, algunos médicos de la época recomendaban cuidados como frotar los dientes con vino, menta o pimienta.

Aun así, la opción más difundida fue el enjuague con orina. El canal de divulgación Simple History recuerda que este hábito era común, ya que el amoníaco se utilizaba también para blanquear ropa en lavanderías.

Según el investigador Manuel Antonio Marcos Casquero en su obra Virtudes mágicas y medicinales de la orina según los escritores latinos, este uso no era exclusivo de la Edad Media, pues autores grecorromanos ya mencionaban que pueblos íberos y celtas lo practicaban.

La orina como recurso doméstico e industrial

La costumbre más asquerosa recién mencionada no se limitaba al cuidado personal. En la Edad Media la orina tenía un papel destacado en el ámbito doméstico e industrial.

Se empleaba para lavar ropa en grandes cubas de madera, donde las lavanderas frotaban las prendas hasta eliminar manchas de grasa o sangre.

En los talleres de curtiembre se utilizaba para ablandar las pieles animales, en un proceso llamado «purgado», en el que los artesanos pisaban durante horas las pieles empapadas en orina.

Su importancia económica fue tal que en muchas ciudades se recolectaba de forma organizada, y en la antigua Roma incluso existió un impuesto sobre su recogida, instaurado por el emperador Vespasiano.

Consecuencias del uso de orina: ¿Cómo es en la actualidad?

Hoy en día, la medicina y la dermatología coinciden en que el uso de la orina para la piel o la higiene bucal no tiene fundamento científico y puede ser perjudicial.

El líquido puede contener bacterias y su composición no garantiza beneficios efectivos. Las cremas actuales con urea ofrecen resultados reales en concentraciones seguras, algo muy diferente a lo que se practicaba en la Edad Media.

El hecho de que Isabel La Católica y otros nobles participaran de esta costumbre más asquerosa revela cómo incluso las élites estaban condicionadas por las creencias y conocimientos limitados de su tiempo.

Lo que en su momento fue visto como un tratamiento útil, hoy se interpreta como un ejemplo del contraste entre la ciencia moderna y las tradiciones del pasado.

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