Increíble pero cierto: científicos construyen robots que parecen conejos para acabar con una plaga de serpientes

Entre las curiosidades que surgen al seguir la pista de las especies invasoras en Florida, hay una investigación que no pasa desapercibida. Involucra a científicos, tecnología solar, cámaras de vigilancia y… peluches.
Lo sorprendente no es tanto el qué, sino el cómo: un grupo de investigadores ha conseguido crear una especie de híbrido entre robot, cebo y juguete, que podría marcar un antes y un después en la lucha por restaurar el equilibrio ecológico en los humedales del sur del estado.
Científicos hacen conejos-robot para acabar con las pitones birmanas
Desde hace años, la pitón birmana representa una amenaza constante para la biodiversidad del sur de Florida. Originaria del sudeste asiático, esta serpiente se ha adaptado tan bien al entorno que ha arrasado con gran parte de la fauna local. Mapaches, zarigüeyas y gatos monteses han desaparecido prácticamente de algunas zonas, y no es raro encontrar restos de ciervos o incluso caimanes en el interior de estos reptiles.
La dificultad para detectarlas agrava el problema. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, la probabilidad de avistar una pitón en su hábitat natural apenas alcanza entre el uno y el tres por ciento. En los Everglades, se necesita una media de ocho horas de rastreo para localizar una sola serpiente.
Por eso, la llegada de una nueva herramienta tecnológica ha captado tanto la atención: conejos robóticos capaces de atraer a las pitones desde su escondite.
La investigación está dirigida por el ecólogo Robert McCleery, de la Universidad de Florida, y financiada por el Distrito de Gestión del Agua del Sur de Florida y la Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre. Este es el resultado de más de una década de estudios sobre los patrones de caza de estos reptiles.
Cómo son los conejos robot que engañan a las pitones
A primera vista podrían pasar por juguetes de peluche, pero estos conejos robóticos están diseñados con una precisión casi quirúrgica. En su interior no hay algodón, sino un conjunto de treinta componentes electrónicos, todos resistentes a la humedad, alimentados por energía solar y controlados de forma remota.
Se mueven de manera impredecible, emiten calor y, en algunos casos, incluso olor. El objetivo es simular el comportamiento y los estímulos de un conejo real.
Cada dispositivo está equipado con cámaras que detectan el movimiento característico de las pitones. Cuando uno de estos reptiles se aproxima, el sistema lanza una alerta automática que permite enviar a un agente de captura a la zona. Las unidades se han desplegado de forma estratégica por todo el sur del estado, en lugares donde la presencia de pitones es habitual.
McCleery ha dejado claro que no quiere revelar los puntos exactos para evitar interferencias. Uno de los prototipos, que llevó a casa para reparar, fue rebautizado por su hijo como «Bunbun».
La fase anterior del proyecto, en 2022, utilizó conejos vivos encerrados en jaulas para atraer serpientes. Funcionó, pero el método requería tiempo, personal y presentaba dilemas éticos evidentes. La versión mecánica elimina todos esos problemas.
Actualmente, la población de pitones birmanas ocupa más de 2.600 kilómetros cuadrados en el sur de Florida. Llegaron por el comercio de mascotas exóticas y, una vez liberadas en la naturaleza, encontraron un entorno ideal. El impacto ecológico ha sido devastador.
Un estudio de 2012 reveló que la población de mapaches había disminuido un 99,3 % desde 1997. Las zarigüeyas cayeron un 98,9 % y los gatos monteses un 87,5 %. La situación no ha mejorado desde entonces.
Los conejos-robot son solo la última incorporación a un abanico de tácticas cada vez más sofisticadas: rastreadores en presas habituales, dispositivos GPS en machos para localizar hembras, perros entrenados y cazadores con recompensa. Aun así, la erradicación total sigue siendo improbable.
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