Envíos rápidos y sostenibilidad: ¿podemos tener ambas cosas?
Si por algo estoy aquí, es por mi papel como periodista especializado en tecnología. Una parte de mi trabajo consiste en realizar pruebas y análisis de productos en ámbitos diversos, desde teléfonos móviles hasta una freidora o una cámara de videovigilancia. Mi labor inicial consiste en analizarlos y compartir mis sensaciones con los lectores, y tengo la suerte de que es una tarea que me encanta.
Sin embargo, es el momento de hablar de sostenibilidad y, concretamente, de la vertiginosa velocidad con la que llegan a mis manos estos productos. Hemos normalizado que un artículo pueda salir de un almacén en China un lunes por la mañana y estar en mi casa, en el interior de la provincia de Alicante, un jueves antes de comer. El impacto medioambiental de estos envíos tiene un coste oculto que cada paquete va dejando por el mundo.
La demanda de la inmediatez es innegociable
Nuestras primeras compras por Internet no solo se hacían con cierto recelo, sino también con la esperanza de que el producto llegase en un plazo de una semana si se trataba de algo nacional. Hace 20 años, todo era muy diferente a lo que es hoy.
Con el tiempo, los usuarios ganaron confianza y los tiempos de envío se redujeron. Pero, aun así, pedir un paquete a China significaba esperar al menos tres semanas, si no más.
Hoy en día, los envíos rápidos o exprés son la norma, y cada vez son más los usuarios que exigen recibir sus productos al instante, sin detenerse a pensar en lo que esto puede significar. Incluso puedes recibirlo el mismo día si estás en ciudades como Madrid o Barcelona y utilizas plataformas como Amazon. Pero, quizás este último ejemplo no sea el más adecuado, ya que la logística es diferente. El producto ya está un almacén local y se transporta, en muchas ocasiones, en bicicleta.
Si deseo pedir una funda económica para el móvil desde un almacén en China, no me tiembla el pulso al hacer clic, sin valorar el coste ecológico que esto conlleva. ¿Cómo es posible que algo de pequeño tamaño, y que viene de tan lejos, llegue tan rápido?
La magia de la logística invisible
Recibir un paquete en casa no es solo cuestión de que un vendedor lo empaque y lo envíe; hay una red muy compleja de operaciones que pone en marcha diferentes medios de transporte. Desde la camioneta del reparto inicial o final, hasta aviones de carga. Las empresas consiguen sincronizarse en un ballet logístico que les permite cumplir los plazos con una eficacia asombrosa. Esto ha generado en nosotros, los usuarios, una expectativa casi innegociable: que nuestro paquete llegue siempre a tiempo.
Pero todo este baile, sumado a una tendencia creciente de comprar productos a precios bajos, y donde las devoluciones o envíos duplicados son frecuentes, deja un rastro muy alto de impacto medioambiental.
Mientras escribo estas líneas, me encuentro rodeado de dispositivos electrónicos para probar. Por ejemplo, ahora mismo tengo cuatro teléfonos móviles sobre la mesa, un cargador de ordenador portátil y dos pares de auriculares. Yo mismo soy el primero en asombrarme por los sistemas logísticos. Cuando se me confirma el envío de un producto, llega al día siguiente si viene de España, o en un plazo no mucho mayor si viene de Asia.
Cada vez que llega el mensajero a casa, no puedo evitar pensar en todo el proceso que ha habido detrás. Ya no solo en la energía empleada para fabricar el producto, sino también en el combustible de los vehículos que lo han transportado y el impacto ambiental de cada eslabón de la cadena. ¿Justifica todo esto nuestras ansias de inmediatez?
Es evidente que tengo la responsabilidad de compartir la información que genero tras probar los productos, pero también debo ser más consciente del impacto que tiene esta cadena de envíos rápidos. Porque quien se está cargando una mochila nada beneficiosa es el planeta, por tanto, nosotros. Estamos llenando nuestra casa de basura que se queda sin recoger.
Afortunadamente, hay un cambio de tendencia
A pesar de este impacto ambiental tan negativo que genera la logística de envíos rápidos, también es justo reconocer que muchas empresas y fabricantes están tomando conciencia y poniendo medidas. Por ejemplo, minimizar los residuos generados en el empaquetado o utilizar materiales reciclados en la fabricación de muchos productos.
Empresas como Apple se han fijado el objetivo de ser neutrales en carbono para 2030. Los plásticos están desapareciendo de la mayor parte de los envoltorios, y las cajas de los teléfonos móviles son cada vez más delgadas porque ya no incluyen el cargador. Esto tiene un impacto beneficioso, ya que se pueden enviar más teléfonos en un contenedor si las cajas son más pequeñas.
Además, la compra de productos reacondicionados está ganando terreno, así como las plataformas de alquiler de tecnología, lo que permite acceder a dispositivos completamente revisados y con garantía, sin necesidad de fabricar nuevos productos. Esto beneficia tanto a los usuarios, que obtienen productos más baratos, como al planeta, que no sufre la extracción de más recursos.
El impacto ambiental que no se ve
Uno de los mayores retos es el desconocimiento general sobre el impacto medioambiental de los envíos. Además de la huella de carbono, el empaquetado sigue utilizando cartón que, en su mayoría, terminará en la basura. Cada paquete cuenta una historia, y esa historia incluye un capítulo preocupante de recursos naturales que tardan mucho en regenerarse, mucho más de lo que tarda el paquete en llegar a casa.
Según cifras de 2023, el transporte aéreo constituye entre el 2% y el 3% de las emisiones globales de CO2. Aunque parece un porcentaje pequeño, es un número con un impacto alto. Afortunadamente, la aviación está haciendo esfuerzos en diseñar motores más eficientes y en combustibles con menor impacto ecológico.
Debemos ser más conscientes
Desde mi perspectiva, la de alguien que trabaja con la tecnología, es muy importante que tengamos en cuenta las consecuencias de nuestros hábitos de consumo. Es obvio que no se trata solo de un esfuerzo por parte de las empresas, sino también de los usuarios.
No estoy pidiendo que dejemos de comprar en internet, pero sí que tengamos en cuenta alternativas más sostenibles, como los envíos agrupados o la recogida en puntos de entrega disponibles 24 horas. Aprovechemos las ventajas de la logística moderna a la vez que somos más conscientes de nuestras decisiones.
Cada paquete que llega a mi puerta me recuerda la eficiencia de toda la cadena implicada, pero también martillea diciéndome que debemos orientar esos esfuerzos hacia una mayor sostenibilidad. Queremos que la tecnología siga avanzando, pero debemos asegurarnos de que lo haga de forma responsable y sin un impacto tan elevado.
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