Condenado a 6 años de internamiento el menor de Castro Urdiales por violar y asesinar a su madre
Su hermano es inimputable porque tenía 13 años cuando sucedieron los hechos
Intentaron engañar a la Guardia Civil fingiendo que les habían secuestrado
El menor de 15 años que, con ayuda de su hermano, mató a su madre en Castro Urdiales pasará menos de seis años en un centro de menores. La acuchilló y luego «con ánimo libidinoso le introdujo los dedos en la vagina», especifica la sentencia del Juzgado de Menores de Santander que le ha condenado a la pena más alta que establece la ley en ese tramo de edad: seis años de encierro en un centro de menores a los que habrá que descontar los nueve meses que lleva interno desde el crimen del pasado mes de febrero.
Su hermano que entonces contaba con 13 años y le ayudó a cometer el crimen y la agresión sexual sujetando a su madre en su domicilio de Castro Urdiales mientras el mayor la acuchillaba es inimputable por ley aunque permanecerá un tiempo en un centro de protección de menores por indicación de la fiscal. Ambos hermanos intentaron fingir que su madre murió durante un secuestro ficticio para ocultar el crimen.
En la sentencia, la jueza establece la pena máxima por «la extrema gravedad de los hechos» e incide en el «ánimo libidinoso» del menor condenado, «ya que le introdujo varias veces los dedos en la vagina». Tras los seis años en un centro cerrado el menor tendrá que cumplir otros tres años de libertad vigilada y se le prohíbe acercarse a menos de 300 metros a su padre, abuelos y tío maternos.
Una riña por las malas notas
Los hechos ocurrieron en la tarde del 7 de febrero de 2024 y según la investigación, el suceso se desencadenó tras una riña familiar por las malas notas escolares de los menores. Los tres estaban comiendo en la cocina del chalet familiar de Castro Urdiales, cuando los menores atacaron a la madre por sorpresa siguiendo un plan premeditado. El mayor acuchilló a su madre asestándole varias puñaladas en el tórax y en el cuello, mientras el menor le ayudaba sujetando a la víctima. La apuñalaron más de veinte veces y después, desnudaron a la víctima y la agredieron sexualmente.
A continuación, los dos menores arrastraron el cadáver de su madre escaleras abajo, amordazada y maniatada la introdujeron en la parte de atrás de su coche e intentaron sacar el vehículo del garaje pero chocaron contra un muro y decidieron dejar allí el cuerpo de su madre.
Un familiar encontró poco después el cuerpo sin vida de Silvia, apuñalada y amordazada en el suelo de los asientos traseros de su coche. Habían cubierto su cuerpo y su cabeza con bolsas de plástico. Sus dos hijos adoptados del este de Europa habían desaparecido de la vivienda.
El padre estaba fuera de Cantabria por motivos laborales, por lo que desde el primer momento se descartó un delito de violencia de género. No constaban denuncias interpuestas previamente por ningún miembro de la familia, salvo una por la huida de casa del mayor dos años antes.
Simularon un secuestro
En un primer momento, los dos menores nacidos en Rusia llamaron por teléfono a su abuela para hacerle creer que les habían secuestrado. Eran las 21.00 horas de la noche, para entonces ya habían asesinado a su madre adoptiva y habían huido, haciendo una parada en una panadería donde se compraron unos bollos después del crimen.
En esa llamada de teléfono, crucial para la resolución del caso, los menores le dijeron que «algo había pasado con su madre y les habían secuestrado». Asustada, la abuela fue al domicilio de la familia y se encontró con el cadáver de su hija, rápidamente llamó a la Guardia Civil que llegó de inmediato a la casa. Tras una primera inspección ocular los investigadores descartaron por completo que se hubiera tratado de un secuestro fallido.
Gracias a las pistas que facilitó al abuela, los guardias detuvieron a los menores en el Parque Cotolino y encontraron el teléfono móvil de la madre del que se habían deshecho con anterioridad. Allí mismo, los menores confesaron de forma espontánea ante los guardias civiles que eran los responsables de la muerte de su madre de 48 años, que trabajaba como celadora en el Hospital de Cruces, en Baracaldo (Vizcaya).