¡Viva el pueblo de Madrid!

¡Viva el pueblo de Madrid!

Que le ha dado un sopapo brutal -esperemos que sea políticamente letal- a un gobernante, Pedro Sánchez, la encarnación de la vileza, del embuste y de la traición. La bofetada es de una mujer-candidata despreciada, vilipendiada, insultada, que se ha sabido fundir, como nunca ha sucedido (sólo en el caso de Felipe González) con su electorado, hasta el punto de que esta vez no ha habido voto entregado, eficaz, útil; ha sido un voto emocionado y entusiasta. Este cronista sabe certeramente que la gran protagonista de las elecciones, la vencedora, huye como de la peste de las calificaciones grandiosas, casi sobrenaturales, por eso rechaza de antemano que se la esté llamando ya “heroína”. Es una exageración, pero el adjetivo muestra efectivamente el milagro de una mujer, aparentemente débil, que ha derribado de un manotazo que tendrá enormes consecuencias al líder de la coyunda social leninista y a su maléfico líder, Pedro Sánchez.

Ayuso hace tres años era una perfecta desconocida que se fajaba en mil tertulias defendiendo con vigor propuestas que ahora le han hecho ganar las elecciones: la libertad, los bajos impuestos, los derechos individuales, la propiedad privada, es decir todo lo que viene atacando el dúo Gabiondo-Sánchez (cobardemente escondido sin tener la menor piedad con el primero). A Ayuso le propuso, con gran parte de la opinión en contra, el presidente del PP, Pablo Casado, que le suministró un marrón que parecía indefendible.

Cogió el toro por los cuernos y se dedicó a gobernar con recia templanza, haciendo de la concordia y la convivencia su razón de actuar. Ayuso ha demostrado lo que hace un par de meses parecía imposible: que se puede derrotar al que es, sin duda alguna, el peor gobernante, el más procaz de la historia democrática de España. Lo de Ayuso ha sido una auténtica hazaña.

Se ha enfrentado a todo un Gobierno totalitario, que ejerce el poder totalitariamente, sin dejar una sola institución incólume. Gabilondo ha sido una penosa anécdota en estos tiempos. Ha sido Sánchez el gran perdedor de este día en que, se puede afirmar así, la libertad ha regresado nada menos que al principal núcleo poblacional de España: Madrid. Hay que afirmar sin ambages que la sociedad civil española, la que no sigue a este grupúsculo sanchista, ha despertado, se ha levantado de su letargo y ha decidido quitarse las cadenas que todavía le sigue poniendo el tremendo Gobierno que soportamos. Hace más de un siglo, una zarzuela de título La Calesera  cantaba la resistencia de unos liberales que luchaban contra el aherrojamiento de unos poderes públicos que no entendían de otra cosa que no fuera la presión y el horror.

Ayuso, si quiere puede gobernar en solitario, ni siquiera va a necesitar los escaños de Vox en segunda instancia. Abascal se debe “hacer mirar” la diferencia que existe entre los dos partidos, sobre todo, para encarar las próximas elecciones. Abascal tampoco debe estar contento con sus magros resultados. Otra cosa es el desastre del PSOE al que le ha vencido, incluso el partido de Errejón. La caída de Sánchez es de las que hacen historia. Su PSOE está  fuera de cacho y no se entendería que se intente hacer fuerte con su Frente Popular que le ha estallado en las manos. El pueblo de Madrid ha rechazado el extremismo de quien ha pactado contra los que pretenden barrenar el orden constitucional. Esta es la herencia que deja Sánchez: una España dividida que, sin embargo, ha empezado a reaccionar. Madrid ha dado una lección para que la aprenda el resto de España. Por eso no es exagerado terminar escribiendo: ¡Viva el pueblo de Madrid!

Lo último en Opinión

Últimas noticias