La universidad catalana degenera

Universidad catalana

Cuando era estudiante de Geografía e Historia en la Universidad de Barcelona en los años 90, por mis andanzas estudiantiles, era muy fan de varios bares de otras facultades, como el de Física y Química, del que recuerdo unos bocadillos de notable tamaño y mejor contenido. Siempre que he paseado por delante del edificio, en el campus de Pedralbes, me ha venido a la mente este buen recuerdo. Y este 2025 volví a visitarla. Por supuesto, todos los recuerdos que pudiera tener sobre la facultad habían quedado borrados. En el espacio central de convivencia entre estudiantes y profesores, el atrio solar, un patio interior de notable tamaño, había pintadas que mostraban mucho enfado con el género masculino en general, como «macho muerto, abono para el huerto» o «machete al machote». En mis tiempos, estas pintadas estaban en las facultades de letras como la mía, porque en las de ciencias la gente iba a «estudiar». O los comandos itinerantes de alumnos ociosos de Humanidades ya invaden todos los espacios, o la Química ya no es lo que era.

La biblioteca de Química tenía varios avisos de seguridad para que los alumnos estuvieran atentos a sus pertenencias para evitar robos. Lo de robar en una facultad de Ciencias la verdad es que me impactó bastante. De hecho, cuando estudiaba -y servidor lo hizo en la Universidad de Barcelona, la Autónoma y la Pompeu Fabra- no recuerdo haber visto ni un solo cartel de ese estilo. Y eso que me licencié en Periodismo en el edificio que la Pompeu tenía en la parte baja de las Ramblas, al lado de la calle Escudellers y enfrente de un peep show. Escudellers estaba llena de locales que recuerdan las visitas de los marines yanquis como New York, California o Kentucky, y aunque se habían reconvertido en discotecas, el ambiente seguía siendo el del Barrio Chino de siempre.

Después de no haber sido pasado a machete por ser «macho», ni haber sido expoliado de mis escasas pertenencias por ningún ser humano, decidí acabar mi visita a Química yendo al lavabo. En eso, poco había cambiado respecto a mi etapa estudiantil: el papel desbordaba las papeleras y las puertas de los retretes estaban llenan de pintadas de contenido político y erótico-festivo. Menos mal que la fiebre por las pantallas no ha acabado con las buenas costumbres analógicas de darle al rotulador rodeado de la privacidad que da la taza y la cadena.

Al entrar en el lavabo de caballeros me encontré, justo en la entrada, una puerta cerrada con un símbolo extraño para mí. Supuse que tenía que ver algo con una copa menstrual, pero me chocó verlo en el aseo de hombres, pero como esta época ya no es mi época decidí preguntar y saciar mi curiosidad. Se ve que en ese momento faltaban espacios para que las alumnas pudieran vaciar sus copas y habilitaron lugares provisionales. Sin duda alguna, me quedé en la Edad de Piedra.

Unos días antes, la asociación S’ha Acabat! me invitó a participar en un coloquio en la Universidad Pompeu Fabra sobre libertad de prensa junto a los también periodistas, y, sin embargo, amigos, Xavier Rius y Albert Soler. Tras confundir el campus de Ciutadella con el de Poble Nou -mi tradicional capacidad de orientación volvió a salir a la superficie- nos encontramos con un comité de bienvenida con banderas esteladas, una bandera soviética y una pancarta de «fora feixistes». Se ve que la asociación convocante no era del gusto de los nuevos héroes de la clase trabajadora. Aunque uno, que viene de barrio obrero, no vio muchos parecidos entre los manifestantes y los currelas que antes, ayer y hoy me encuentro por la calle. Pero será cosa mía, porque la vanguardia del proletariado siempre tiene razón cuando hace un escrache. Al final todo quedó en cuatro gritos y se fueron al bar. En eso, los estudiantes no han cambiado.

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