El último verano del gran farsante
Wayne Dier, polémico psicólogo y bestseller, escribió: “La fusión de dos personas en una, da como resultado dos medias personas”. Se refería, evidentemente, a tipos de la calaña de Sánchez, que imita cosas de Stalin y no digamos de Pinocho. “Como actúes, así serás”. “Persigue tu delirio por el poder”, son otras ideas de Dier… Stalin juró que su Constitución era la más democrática del mundo, a pesar de haber matado a 14 de sus 32 autores. Sánchez le copia y con purgas sucesivas, en su empeño en que la devoción a su persona se extienda como el culto a un dios pagano, sacrifica a cuantos se niegan a formar parte del manicomio que es el social-comunismo. Mitad Stalin, mitad Pinocho, con la hoz como eslogan y la trola por bandera, se ha convertido en dos medias personas y las dos juntas, resultan muy peligrosas para España.
Hasta para cultivar berenjenas en su huerto de La Moncloa necesita los votos de ERC y de Bildu, pues sin ellos no verá la cosecha. Por eso incumple el art. 3 de la Constitución: “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla, el derecho de usarla”, y da vía libre a su rastrero socio independentista – que lo mantiene en palacio – a emitir una orden para expulsar el castellano de los colegios catalanes, contraviniendo el fallo del Tribunal Supremo, que exigía que el 25% de las clases fueran impartidas en español. Por el mismo precio, tenemos dos farsantes en uno, el cruel Stalin y el mentiroso Pinocho.
España al alimón… Felipe VI, la Constitución, los jueces del Supremo, Policía, Guardia Civil, Ejércitos y Legión, gentes del campo y de la pesca, bomberos, taxistas, camioneros, sanitarios, todos ellos españoles de bien, no entienden por qué este gran farsante los desprestigia, humilla y arruina con tasas medievales. Es fácil de explicar: a semejante déspota, España le importa un bledo, sólo le interesa realizar sus dos sueños inalcanzables, seguir en el poder hasta que la parca le ponga a comer tierra y tomarse cada estío unas inmerecidas e impúdicas vacaciones en una de las residencias de la Familia Real. Sánchez es un ególatra que sueña, aún estando en pleno declive, con ser el rey de los españoles. De ahí que eligiera la Residencia Real de La Mareta, en Lanzarote, para despedir su último verano como presidente inútil, rodeado de marisco, demás placeres y de los escasos halagadores que le quedan. El gran farsante ya no puede ocultar su catastrófico fin.
España necesita pronto otro gobierno, con personas en su sano juicio, capaces de resolver los miles de problemas que este gran farsante, conocido por Sánchez, deja tras de sí. Que le regalen el Falcon y que se largue a la Polinesia a comer carne cruda de cerdo, su plato favorito.
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