La última tarde en Las Ventas

Tamames

Me pregunta por WhatsApp mi amigo Eduardo, culto e ilustrado, qué me parece lo de Tamames. Le respondo lo siguiente: «La verdad es que nunca ha sido santo de mi devoción. Pienso que no lo hará muy bien durante la moción de censura. Es muy mayor y está muy mayor. Yo lo veo de vez en cuando en el Telégrafo -uno de mis bares predilectos- y creo que está para los leones. Pero quién sabe: estos antiguos comunistas, sobre todo si han pasado por la cárcel, son graníticos y siempre imprevisibles».

Eduardo replica que, en efecto, «Ramón es muy mayor, y muestra en su físico el peso de la edad. Pero creo que la cabeza le sigue funcionando bien. No como cuando tenía treinta años menos, pero le funciona. Tamames fue del Partido Comunista porque era un demócrata, aunque parezca un contrasentido. Como era un demócrata, era un antifranquista y el único partido antifranquista que había en España era el PCE. De hecho, en cuanto se normalizó la vida política en España, dejó el PCE, donde no tenían cabida sus ideas, más cercanas al liberalismo que al comunismo».

Según Eduardo, «Tamames luchó por la democracia, y le costó persecución y cárcel. Ahora cree que puede contribuir al saneamiento de la nación, otra vez en defensa de la democracia, amenazada por el felón Sánchez y toda la chusma que lo apoya. Creo sinceramente que él piensa que presta un servicio a España, y estoy convencido de que va a triunfar porque tiene autoridad moral ante la derecha y, por supuesto, ante ese PSOE que estuvo tocándose los cojones desde 1939 hasta la muerte de Franco. Tampoco estoy muy seguro de lo que puede resultar de este movimiento tan estrambótico. No descarto que pueda desembocar en una mascarada, muy del tiempo de carnaval en el que nos encontramos. PP y PSOE están asustados, y han corrido a descalificarlo, aludiendo a su antigua condición de comunista (dejó el PCE hace 42 años), y a su edad, aunque haya innumerables casos de personajes que han protagonizado carreras políticas a una edad superior a la suya (Simón Peres, Isabel II, Raúl Castro…). En fin, en cualquier caso, yo creo que nos vamos a divertir con esta genialidad de Abascal…».

Después de este intercambio de billetes he pensado algo en el asunto. Me parece que la iniciativa de Vox nace en parte de una cierta desesperación. Las encuestas señalan que está electoralmente estancado, que necesita una sacudida, y la moción puede ser un revulsivo que le haga ganar mayor protagonismo. En el partido de Abascal hace tiempo que hay una lucha entre la sección liberal y los claramente integristas. Todos son conservadores, católicos, apostólicos y romanos como debe ser. Su aparición ha sido la mejor noticia de los últimos tiempos. Su lucha contra el pensamiento políticamente correcto y los dogmas del colectivo LGTBI, su discrepancia sobre el presunto cambio climático y su pelea contra todas las leyes de memoria democrática y de violencia de género me parecen encomiables. Su aproximación al mundo de la economía es en lo que siempre ha fallado, porque personas que entiendan de estas cuestiones hay pocas -yo las conozco- y han ido perdiendo influencia ante una mayoría que no cree realmente en el capitalismo ni en la libertad de mercado, entregadas a una suerte de falangismo de nueva generación a las que Abacal quizá está dando pábulo porque sus conocimientos económicos tampoco son sobresalientes y las disputas internas, notables.

Pero no nos distraigamos. El caso es que Vox ha tenido la ocurrencia de presentar una segunda moción de censura y ha elegido a don Ramón Tamames para encabezarla. A muchos les parece una suerte de ‘boutade’, pero no es una mala elección. Será muy difícil para Sánchez atacar a Tamames por el flanco izquierdo. Acusarlo de ultraderechista sería un completo despropósito, y todo su discurso de oposición al candidato consistirá en asimilar a Vox con el PP, aunque yo no le arriendo las ganancias. El partido del señor Feijóo y todos los medios que le apoyan están muy conturbados por la decisión de Vox. El argumento es que durante un tiempo, y además muy próximo a las elecciones municipales y autonómicas, se dejará de hablar de los asuntos verdaderamente importantes, de todas las tropelías cometidas por este Gobierno, conocidas y por conocer. Pero son tantas y quedan otras por descubrir que a mí este argumento me parece precario. Hay muchas marisquerías y lupanares en Madrid para colmar las adicciones genuinas del socialismo.

Por otra parte, los ciudadanos tienen muy calado a Sánchez, han conseguido de manera espontánea que no pueda pisar la calle, y que una parte de su electorado reconozca sus leyes como inicuas y sus aliados entre insolventes y repugnantes. Si un partido quiere de verdad ganar las elecciones, y este es el caso del PP, no se puede incurrir en el infantilismo ni pensar que el terreno se allanará sin contratiempos a medida que llegue el momento electoral. El camino sería igualmente pedregoso, sin moción de censura mediante porque Sánchez utilizará todas las artimañas posibles, incluidas las malas artes a que acostumbra para seguir en el poder.

Lo de Tamames será en todo caso una buena oportunidad para que una persona de prestigio denuncie todos los desmanes cometidos por el presidente y sus aliados. Tiene 89 años. No va a hacer el discurso de Vox, sino a hablar con libertad ante un autócrata vanidoso con aires totalitarios. No creo que vaya a desgastar demasiado al Gobierno, sólido gracias a sus aliados bastardos, todos ellos confabulados para exprimir la vaca del Estado, pero me parece que lo pondrá contra las cuerdas, relatando su mezquina historia personal y la del Partido Socialista desde 1939, que no es mejor. Para Ramón Tamames, después de toda una vida dedicada a la política, a la causa democrática y a la Academia, se trata de su última corrida de toros en Las Ventas. Y aunque no gane, como va a ser el caso, espero que corte las dos orejas y el rabo.

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