La trituradora del ‘procés’ acaba con Aragonés
El proceso me recuerda a los canelones de mi abuela. La mujer, que en paz descanse, hacía canelones para San Esteban. Una tradición muy catalana: aprovechar lo que quedaba del pollo o del pavo de Navidad para el día siguiente.
Desde luego lo hacía de manera artesanal. Nada de minipimers u otros electrodomésticos. Metía la carne por un lado de la picadora, daba vueltas a la manivela y salía triturada por el otro. El secreto también estaba en la bechamel.
Pues bien, el proceso ha sido un poco como los canelones de mi difunta abuela. ¡Cuánta gente ha quemado! El último ha sido Pere Aragonés, que ya ha anunciado, en rueda de prensa, que lo deja. Que no recogerá su acta de diputado. Es un gesto que le honra.
No me extraña, sin embargo. A ver quién es el valiente que, tras haber sido presidente de la Generalitat, se va a hacer oposición. Ni siquiera de jefe de la oposición, sino de la tercera fuerza parlamentaria.
Además, se va con el riñón bien cubierto. De momento, un 80% del sueldo por la mitad del tiempo que ha ocupado la presidencia y el 60% tras la jubilación. Aunque con 41 años todavía es pronto para hablar de ello.
El batacazo de ERC ha sido, en efecto, de órdago. Los republicanos han perdido 178.000 votos, casi un 8% y 13 diputados. No han resistido en ninguna circunscripción electoral. En Gerona, bastión independentista, les ha pasado hasta el PSC.
Lo peor no ha sido eso, sino la diferencia con Junts. Los de Puigdemont han subido 100.000 votos, el 1,5%, tres diputados. De 32 a 35. No es tanto, pero la distancia ahora con Esquerra es abismal: 15 escaños. Los republicanos se han quedado en 20.
Al final los de Junts les han vuelto a robar la cartera como se dice en estos casos. De nada ha servido que Junqueras se pasara cuatro años en la cárcel mientras Puigdemont seguía haciendo de las suyas en Bruselas.
Los de Convergencia, ahora Junts, siempre han tratado a ERC como el hermano pequeño al que se puede putear. Parecía que se habían intercambiado las tornas, pero el regreso de Puigdemont lo ha trastocado todo. Lo que confirma, por otra parte, que el proceso no iba de independencia sino de poder. De la lucha por la hegemonía en el campo nacionalista.
El problema es que Aragonés nunca ha dado imagen de presidente. Si llegó a la primera fila es porque Oriol Junqueras estaba inhabilitado y, en su día, éste optó por él en vez de por Roger Torrent, presidente del Parlament, que tenía aspiraciones.
Además de la ruptura con Junts en octubre del 2022 -eso fue cosa de los militantes de la formación- hay que destacar su escasa obra de gobierno. Así, de cierta trascendencia, la educación gratuita de los cero a tres años que yo recuerde. Que no es gratuita la pagamos entre todos.
El resto ha sido la supresión de la sedición, la rebaja de la malversación, los indultos y hasta la amnistía. Pero eso no afecta al ciudadano medio, sino a la clase dirigente. Y, al final, quien se ha llevado el gato al agua ha sido Puigdemont
Aunque seguramente debería dimitir más gente. Ya puestos, Oriol Junqueras, que lleva 13 años al frente del partido sin haber conseguido el objetivo propuesto: la independencia. O el cabeza de lista en Madrid, Gabriel Rufián, que en diciembre del 2015 anunció solemnemente que «a los 18 meses volveré».
Sin olvidar el equipo de campaña, Sergi Sabrià al que el propio Aragonés nombró viceconsejero de comunicación y estrategia, algo inaudito porque nunca nadie se había atrevido en la Generalitat a tanto. O el jefe de campaña, Oriol Duran. Le conozco, con él al frente no me extraña que hayan caído 13 diputados. Apenas conoce vida laboral al margen del partido. Como el resto, vive en otro mundo.