Sin tiempo para lamernos las heridas, analicemos errores

Sin tiempo para lamernos las heridas, analicemos errores

En menos de cuatro semanas los españoles estamos convocados de nuevo a las urnas para votar en unas elecciones municipales, autonómicas y europeas, que son los ámbitos donde se toman las decisiones más cercanas a los ciudadanos y las de mayor trascendencia. En el caso de que se repitieran los resultados del pasado domingo los socialistas perderían los gobiernos de Madrid, Castilla-La Mancha y Extremadura; y Podemos perdería los ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Zaragoza y Valencia. No hay tiempo para lamerse las heridas, pero sería conveniente que todos los que no han sido capaces de librar a España de una nueva legislatura de populismo sanchista-podemita, analizaran las causas de este fracaso y los errores cometidos por cada uno de ellos.

Pablo Casado ha tenido que asumir el correctivo que sus votantes desearían haber aplicado directamente a Aznar, Rajoy y Sáenz de Santamaría. La corrupción extendida por todo el partido, las cesiones ante los nacionalistas, la asunción de la legislación ideológica de la izquierda, la entrega de los medios de comunicación y del sistema educativo a la izquierda y la falta de firmeza en la defensa de la unidad de España, no fueron culpa de Casado, pero sí de su partido. Su error fue nombrar a Javier Maroto jefe de su campaña electoral y pensar que les serviría de algo abroncar e insultar a los votantes que han dejado de confiar en ellos, pretendiendo hacerles responsables de las consecuencias de sus propios errores.

Albert Rivera ha conseguido 57 escaños quedándose tan solo a 9 del PP, parece un gran resultado para un partido que partía de 32 diputados, pero su primer objetivo era convertirse en presidente del Gobierno y el segundo desalojar a Sánchez de la Moncloa. Sus votantes han valorado positivamente el cambio que supuso pasar de facilitar el Gobierno de la socialista Susana Díaz a hacer lo mismo con el popular Moreno Bonilla. Pero su cordón sanitario contra VOX no ha sido bien aceptado por una gran parte de los votantes de derechas que podían ver al naranja como una opción por el comportamiento valiente de Inés Arrimadas en Cataluña, donde se enfrentó de manera admirable a los anti democráticos partidos independentistas y a los maleducados y violentos lazis.

Santiago Abascal ha logrado irrumpir en el Congreso con un grupo parlamentario mucho más potente del que se habría atrevido a soñar hace sólo cinco meses. A partir de ahora nadie podrá volver a negar que VOX sea un grupo político representativo con derecho a participar en cualquier foro o debate. Pero las expectativas creadas por los resultados en Andalucía y por el entusiasmo de unos simpatizantes que abarrotaron todos sus mítines, eran mayores. Su error puede haber sido el enfrentamiento contra unos medios de comunicación que tienen mucho poder. Abascal tiene un discurso potente, difícil de rebatir en directo. VOX debería haber hecho que su voz se escuchara más en todas las emisoras de radio y televisiones públicas o privadas. Y también deberían haber evitado meterse en algunos charcos en los que tenían muy poco que ganar y mucho que perder.

Y los tres se equivocaron al no firmar un pacto de no agresión, ya que al atacarse entre ellos tratando de quitarse votantes sólo consiguieron desmovilizar a su electorado común. Las luchas entre PP, Cs y VOX han beneficiado al PSOE. De nada les sirve insultarse entre ellos, cada uno debe hacer sus propuestas y dejar que el votante elija libremente, centrándose en la lucha contra el único rival de todos ellos que no es otro que Pedro Sánchez y su falta de escrúpulos para ceder lo que haga falta con tal de no tener que bajarse del Falcon. No hay tiempo para llorar por la leche derramada, tienen que analizar, corregir y seguir adelante.

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