Elecciones en Italia

¿Por qué ha ganado Meloni?

Giorgia Meloni
Giorgia Meloni

Sí, estoy de acuerdo. La victoria de Giorgia Meloni supone un terremoto político que sacude a toda Europa. Su encumbramiento al Palacio Chigi representa una bocanada de aire fresco y renovado para los italianos que, sin complejos, estaban hartos de los mantras de una forma de hacer política que, si bien arrancaron en los años de la postguerra, habían demostrado estar anquilosados, vivir de espaldas a las verdaderas preocupaciones de la ciudadanía y no hacer ningún propósito de mejora.

Para los italianos, como a los españoles y al resto de ciudadanos europeos, sus grandes preocupaciones giran alrededor de la subida de precios en los supermercados, el coste de la gasolina, así como la prosperidad suya y la de sus hijos. Hace 50 años, en Italia como en España, los licenciados universitarios terminaban sus estudios con un empleo bajo el brazo, podían formar una familia, adquirir una vivienda, un coche e incluso una segunda residencia. Hoy en día, en Italia como aquí, ya nadie sale de la universidad con un puesto de trabajo, los jóvenes no forman sus familias hasta bien entrados los 30, lo de tener una vivienda en propiedad es un lujo al alcance de unos pocos y lo de la segunda residencia, una quimera que la gran mayoría ni se plantea.

Si todo ello viene complementado por la desconfianza ciudadana en unas instituciones que se dicen democráticas, pero que distan mucho de serlo, es normal que los italianos como los españoles cada vez más den la espalda a los partidos tradicionales que andan más preocupados en sus poltronas y parcelas de poder que en servir a la ciudadanía.

Quienes se han encargado de agitar el debate hacia temas que nada interesan a la ciudadanía se sitúan a la izquierda del arco político. La izquierda europea, salvo contadas excepciones, ha ganado pocas elecciones y en pocos países en los últimos 20 años. Sin embargo, se ha dedicado a través de sus contubernios instalados en Bruselas y otras grandes capitales a influir en los burócratas comunitarios para manejar los designios de la Unión Europea. Por la puerta de atrás, sin luz, ni taquígrafos, así se han aprobado centenares de iniciativas que lastran los valores y principios cristianos sobre los que se asienta la civilización europea.

Frente a las preocupaciones de la subida de la luz, cambio climático. Frente a las dificultades de encontrar empleo, papeles para todos. Frente a los descensos generalizados de natalidad, leyes trans. Frente a las dificultades económicas de la ciudadanía, nuevos chiringuitos con cargo al erario. Frente al incremento de la inseguridad ciudadana, Agenda 2030. Y así sucesivamente hasta completar el culmen de disparates que lo único que han hecho es acrecentar la brecha de una parte de la clase política con la sociedad.

Si a eso sumamos que muchos políticos italianos estaban convencidos de que la ciudadanía iba a seguir tragando con todo lo que le soltaran sin pensar, el huracán Meloni les ha devuelto a la realidad. Los italianos, como también por aquí, estaban hartos de las mentiras y tomaduras de pelo de una parte de los dirigentes políticos que hasta este fin de semana trataban a la población como auténticos niños.

Lo ocurrido en Italia es un aviso para todas las capitales europeas, especialmente en aquellos lugares como en España, donde el presidente del Gobierno anda más preocupado en hacerse la foto con Bill Gates y globalistas estadounidenses que en pisar la calle. Para evitarlo creen que basta con agitar el fantasma de la confabulación franquista. En Italia se ha visto que ya no cuela. Lo sorprendente de todo es que aquí en España quien lo promueve es quien tiene a su derecha a una vicepresidenta, Yolanda Díaz, que a su vez es dirigente del Partido Comunista, la ideología que ha causado 100 millones de muertos en el mundo a través de su represión, terror y genocidio. Da para pensar y mucho.

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