Podemos es igual a nepotismo y dinero

Podemos es igual a nepotismo y dinero

Al analizar a Podemos, lo más sorprendente no es su historial de escándalos, sino la especial vara de medir con que se les juzga. Si cualquier otro partido político acumulara semejante número de irregularidades de todo tipo –desde financiación a cargo de dictaduras a las conductas descaradamente machistas de su líder máximo, Pablo Iglesias, pasando por todo el amplio rango de falsificaciones curriculares y anomalías fiscales y laborales-, de haber otra formación política con semejante historial, decimos, muy probablemente sería expulsada del debate público.

Ejemplo elocuente del tratamiento singular que reciben es el último escándalo que protagoniza la formación morada, que en este caso acontece en La Rioja. El barón podemita local, Kiko Garrido, ha decidido que su única y próxima consejera en el Gobierno autonómico no será la portavoz parlamentaria de Podemos, Raquel Romero, sino Nazaret Martín, asesora en el Ayuntamiento de Logroño y pareja del Sr. Garrido. Si los trámites en curso finalmente se cumplen –todo hace pensar que así será–, los ‘Iglesias-Montero’ de la política riojana cobrarían 129.063,74 euros entre ambos. ¿Qué sucedería si un dirigente del PP, del PSOE o de Ciudadanos actuase de semejante manera con su pareja? No dudamos que el asunto estaría abriendo telediarios y copando titulares de periódicos.

Pero, no nos engañemos, el caso de Podemos es singular. Expliquémoslo. Cualquier partido constitucionalista trata de aportar su particular marco de ejemplaridad a la ciudadanía, y este mismo es el nivel que luego se le exige. De ahí el escándalo generado cuando con sus actos contravienen el discurso que antes predican. La propuesta de Podemos, sin embargo, es de muy diferente orden; básicamente consiste en un apetito por la destrucción que busca el derrumbe de todo el sistema democrático. Su motor es la ira, y el combustible, las deficiencias que siempre encontraremos en este ancho mundo; deficiencias que ellos elevan y retuercen para aplicar su particular diagnóstico a la ‘injusticia’. Si el diagnóstico se aplicase, que nadie lo dude; la injusticia generada sería mucho mayor que aquella otra a la que supuestamente tratan de poner remedio. De paso, también habrá una cuadrilla de podemitas encaramados en la cúspide del Estado, más poderosos y más ricos.

Ante un partido con semejantes credenciales ideológicas, sólo caben dos opciones: o descartarlos o tirarse al monte con ellos. En ambos casos, su nivel es tan bajo que si luego emerge algún escándalo la gente tiende a mostrar una especial tolerancia para con ellos porque, de forma consciente o inconsciente, nadie se llamaba engaños.

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