El periodismo: cuarto poder
Es por todos ya sabido que tener información significa tener poder. Quien administra aquélla podrá influir de manera directa sobre el interés de otros muchos. De cómo lo haga, se producirán enormes consecuencias. Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en los sistemas políticos. En todos. Son la herramienta fundamental para generar opinión en la sociedad, para ejercer control sobre los distintos poderes que nos gobiernan y, en definitiva, para crear interés, silenciar, odiar y amar cualquier cosa. En España, en estos momentos, están quedando patentes los hilos que manejan los distintos poderes fácticos. A través de la publicidad, ya sea de clientes privados o públicos —publicidad institucional—, se propician las líneas editoriales. En estos momentos en los que las máscaras caen pueden verse con mayor facilidad cuáles son sus intereses y a qué pretenden jugar.
De entre los medios de comunicación con lectores, televidentes, radioyentes masivos, puede sentenciarse que no hay ni uno sólo que sea independiente, ninguno dispuesto a jugársela lo más mínimo a la hora de dar información que pueda comprometer a quienes los sustentan. Ya ni siquiera disimulan: las noticias falsas, manipuladas, sesgadas y la distorsión que genera la intromisión de la opinión en la información suponen un menoscabo innegable en la libertad de la población. Sí, porque por mucho que creamos que tenemos capacidad de informarnos ante la gran cantidad de medios, en realidad estamos limitados por el sesgo e interés que todos ellos tienen.
Sorprende así que Pedro J, fundador de El Español y en su día director de El Mundo, se lleve las manos a la cabeza y se pregunte qué le sucede al periodismo en España. Lo decía hace unos días a tenor de una entrevista que El Mundo publicó a Felipe González. Estaba Pedro J molesto porque no le preguntaron sobre los GAL, aquel terrorismo de Estado que se atribuye haber destapado y que abrió muchas cajas de Pandora. Seguramente tiene razón en sus críticas, no lo dudo. Lo que me sorprende es que alguien que realiza un periodismo tan de parte, tan poco objetivo, tan perseguidor en algunos casos, se sorprenda de lo que hacen otros. Nadie duda de que son los intereses los que mueven los odios y las fobias, los amigos y los enemigos, y de estos últimos Pedro J tiene muchos en su haber. Desconozco los ajustes y desajustes de cuentas que se traen entre manos, pero doy fe de la caza de brujas que desde sus medios se dedican a hacer últimamente. Solamente por la falta de rigor, por la información interesada que vierte, me hace dudar de todo lo demás que le haya leído antes.
El periodismo se ha derramado hacia un lugar oscuro. Lo que me sorprende es que Pedro J se lleve las manos a la cabeza cuando ha sido de los más afanados en empujarlo por el precipicio. Ahora la tarea de recuperar la credibilidad en la información, cuidarla y no intoxicarla, será una ingente tarea, entre otras cosas porque tantos como él, por su afán de influir en el poder —y tenerlo de alguna manera—, han destrozado una de las herramientas fundamentales de la democracia. Pero como perro no come a perro, dudo que nadie les señale por formar parte de un golpe a nuestro país.